Otra ciencia econ¨®mica
La crisis econ¨®mica ha afectado tambi¨¦n a los instrumentos que deber¨ªan describirla, al marco intelectual y conceptual que sostiene nuestra comprensi¨®n de las realidades econ¨®micas. La p¨¦rdida de confianza en los mecanismos financieros ha abierto la era de la desconfianza m¨¢s general hacia la ciencia econ¨®mica dominante, de la que se sospecha estar maniatada por una concepci¨®n demasiado estrecha de lo humano, muy poco sensible a las dimensiones sist¨¦micas y sociales de la realidad econ¨®mica. La econom¨ªa ha perdido, junto con su car¨¢cter de ciencia social, moral y pol¨ªtica, su capacidad cr¨ªtica.
El fracaso de los economistas a la hora de anticiparse a la crisis se explica por la especializaci¨®n y fragmentaci¨®n de las diversas especialidades, m¨¢s concretamente, por la ilusi¨®n de calculabilidad que esta especializaci¨®n provocaba. De ah¨ª la curiosa paradoja de que los mejores expertos hayan sido incapaces de detectar una burbuja mientras que, como se?alaba un economista americano, todos los taxistas de Miami pod¨ªan describir a sus clientes con gran exactitud las caracter¨ªsticas de la burbuja inmobiliaria que se empez¨® a formar a partir de mediados de la d¨¦cada del 2000. La econom¨ªa se encuentra as¨ª hoy en una situaci¨®n parad¨®jica: cuando parece que est¨¢ en las mejores condiciones de explicar los fen¨®menos econ¨®micos y sociales, se encuentra desamparada y perpleja en medio de una crisis financiera que no ha sido capaz de prever.
La cr¨ªtica al capitalismo contempor¨¢neo debe combatir el supuesto realismo de la ciencia econ¨®mica dominante
El af¨¢n de exactitud de la econom¨ªa da lugar a una enorme inexactitud social. Esta es la raz¨®n que explica el hecho de que la ciencia econ¨®mica as¨ª ejercida formalice mal los aspectos sociales y pol¨ªticos de una econom¨ªa de mercado. La eficacia de la divisi¨®n del trabajo en la investigaci¨®n econ¨®mica se traduce en p¨¦rdida de inteligibilidad de las interdependencias que act¨²an en todo proceso econ¨®mico, que es un acontecimiento social.
La ciencia econ¨®mica ha intentado poner entre par¨¦ntesis la naturaleza profundamente subjetiva de los comportamientos econ¨®micos con el objetivo de asegurar sus pretensiones de ciencia exacta y favorecer el desarrollo de su matematizaci¨®n. La crisis parece sugerir que hab¨ªa otros derroteros posibles, por ejemplo, lo que podr¨ªamos denominar la vuelta a una econom¨ªa de las pasiones. Se percibe un deseo de recuperar una visi¨®n integral de la econom¨ªa como una realidad antropol¨®gica y social, que tome en consideraci¨®n las pasiones humanas y las repercusiones sociales, m¨¢s all¨¢ de los modelos abstractos al uso. El retorno a las pasiones en el vocabulario econ¨®mico es una vuelta a los or¨ªgenes del pensamiento econ¨®mico que desde Adam Smith situaba a la econom¨ªa en un contexto antropol¨®gico.
La autonomizaci¨®n de la econom¨ªa como disciplina acad¨¦mica es tributaria de una interpretaci¨®n extremadamente ingenua del campo econ¨®mico. No hay relaciones econ¨®micas sin instituciones, sin Estados, sin regulaciones, sin lenguaje ni cultura. Es preciso que la econom¨ªa vuelva a ser una ciencia social e hist¨®rica, que recupere su alianza con la filosof¨ªa social y pol¨ªtica, y no utilice la modelizaci¨®n matem¨¢tica m¨¢s que de manera accesoria e instrumental. Si los economistas m¨¢s cercanos a la pol¨ªtica o a la sociolog¨ªa se han equivocado menos con la crisis es, de entrada, por esta raz¨®n. Dado que la crisis econ¨®mica se debe a una disociaci¨®n entre lo econ¨®mico y lo social, se requiere ahora un pensamiento econ¨®mico que entienda la vinculaci¨®n entre ambas dimensiones de la actividad humana.
Es la hora de volver a quienes han considerado siempre la econom¨ªa como una ciencia social y no como una ciencia exacta. Aplicar teor¨ªas al mundo real exige dominar un gran n¨²mero de conocimientos sobre la pol¨ªtica, la historia y el contexto local. As¨ª lo entendieron Smith, Marx o Keynes, que ten¨ªan en com¨²n haber pensado la econom¨ªa como un sistema de relaciones y no como una simple colecci¨®n de mercados yuxtapuestos.
Las llamadas a construir "otro mundo" son un signo de que el altermundialismo concede demasiada realidad al modelo que combate. Si hay que transitar hacia otro mundo, vienen a decir, es porque este ya no tiene remedio y su explicaci¨®n est¨¢ monopolizada por los "realistas". Ahora bien, no est¨¢ nada claro que el "realismo" que pretende para s¨ª la ciencia econ¨®mica posea la consistencia que generalmente se le concede. Si algo le ha faltado a la econom¨ªa -ahora podemos decirlo con una perspectiva acreditada por la historia reciente- es realismo.
Hay adem¨¢s un efecto perverso de esta cr¨ªtica: la moral no basta para modificar la econom¨ªa e incluso puede servir como contrapunto de la l¨®gica mercantil. Los monopolizadores del realismo econ¨®mico pueden sentirse bastante c¨®modos si quienes les critican no les plantan cara en el plano de la descripci¨®n de la realidad sino en el de los valores. La cr¨ªtica al capitalismo contempor¨¢neo, si quiere ser m¨¢s radical que moralizante, debe dirigirse a combatir el supuesto realismo de la ciencia econ¨®mica dominante. Hoy lo m¨¢s revolucionario es una buena teor¨ªa... econ¨®mica. La cuesti¨®n no es imaginar otro mundo sino elaborar otra econom¨ªa para describir este y poder mejorarlo. No es otro mundo sino otra econom¨ªa lo que necesitamos.
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