Gansos que fingen ser machos alfa
Uno tras otro, los peri¨®dicos del mundo van desapareciendo. Internet y la televisi¨®n por cable son culpables de la sangr¨ªa: el ciclo de noticias de 24 horas al d¨ªa hace que un peri¨®dico impreso se vuelva obsoleto r¨¢pidamente. Hay quienes luchan por sobrevivir y buscan todo tipo de formas para adaptarse al aire de los tiempos. Sea como fuere, la ¨¦poca dorada parece estar detr¨¢s de nosotros: la industria no morir¨¢, pero tampoco reconoceremos en ella lo que alguna vez fue. Este es el momento ideal, entonces, para que la literatura, siempre entusiasta en su b¨²squeda de personajes, artefactos y lugares sobre los cuales construir una eleg¨ªa, se fije en el mundo del peri¨®dico, "ese informe diario de la estupidez y la brillantez de la especie".
Los imperfeccionistas
Tom Rachman
Traducci¨®n de Juan Quesada Navidad
Plata. Barcelona, 2010. 348 p¨¢ginas. 17 euros
Tom Rachman, nacido en Londres hace 35 a?os, acaba de publicar su primera novela, Los imperfeccionistas, una s¨¢tira entra?able sobre un peri¨®dico sin nombre cuya base de operaciones se encuentra en Roma. El peri¨®dico recuerda en algo al International Herald Tribune: est¨¢ escrito en ingl¨¦s y tiene cierta proyecci¨®n internacional. Sus periodistas son en su mayor¨ªa norteamericanos expatriados, gente de muchos defectos que se imagina mejor de lo que es, pero termina siempre vencida por sus mezquindades. La estructura de la novela parece compleja, pero es en realidad muy simple: once cap¨ªtulos que se leen como cuentos, dedicado cada uno a un personaje del mundo del peri¨®dico, entre ellos Winston Cheung, el inseguro corresponsal en El Cairo, Arthur Gopal, responsable de los obituarios, o Herman Cohen, el editor de correcciones, que, obsesionado por la "credibilidad" de su producto, tiene un ataque de nervios cada vez que alguien escribe "Sadism Hussein" o la palabra "literalmente"; entre cap¨ªtulos se incluyen secciones breves en cursivas que van contando la historia del peri¨®dico, desde que se discute la idea de su fundaci¨®n, en un caf¨¦ romano en 1953, hasta que, golpeado por la crisis, el nieto del fundador, Oliver Ott, un exc¨¦ntrico que solo habla con su perro, decide cerrarlo en 2007.
Es notable el esfuerzo de Rachman por lograr una narrativa que funcione a la vez como novela y como libro de cuentos; sin embargo, lo cierto es que, cuando uno recuerda Los imperfeccionistas, se queda sobre todo con algunos cap¨ªtulos brillantes (es decir, triunfan los cuentos, no la novela). Los dedicados a Cheung y Cohen son los mejores. Los cuentos tambi¨¦n tienen un armado muy reconocible. El personaje en torno al cual gira la acci¨®n tiene un punto d¨¦bil que producir¨¢ su ca¨ªda. Por dar un ejemplo: a Lloyd Burko, el corresponsal en Par¨ªs, le ha llegado la edad y no encuentra historias para venderle al peri¨®dico en su calidad de freelance; cuando su hijo, que trabaja en un ministerio de gobierno en Par¨ªs, le cuenta algo confidencial en la comida, Lloyd decide utilizar esa informaci¨®n para escribir la noticia, sin importarle el hecho de que pondr¨¢ en riesgo el trabajo de su hijo. El cuento se resuelve con un giro sorpresivo que recuerda a O. Henry.
Rachman ha conseguido un s¨®lido debut literario. La edici¨®n en espa?ol hace justicia al libro al incluir el subt¨ªtulo Una novela en relatos. La traducci¨®n es precisa y no llama la atenci¨®n sobre s¨ª misma.
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