Demasiado para Obama
La presidencia de Obama choca con la realidad y pierde pie como el ba?ista inseguro que se aleja de la playa. Antes de llegar al ecuador de su primer mandato, el "s¨ª podemos" que le funcion¨® tan bien al presidente en campa?a provocando una oleada mundial de esperanza se ha convertido en un bumer¨¢n. El chapapote de la marea negra provocada en el golfo de M¨¦xico por la escandalosa negligencia de British Petroleum ha potenciado el malestar con el rumbo pol¨ªtico del pa¨ªs y evidencia la impotencia del Gobierno para controlar los acontecimientos. El Estado es un testigo impotente.
El otro d¨ªa, Malia, la hija mayor del presidente, formul¨® la pregunta del mill¨®n que refleja la desnudez del ocupante del Despacho Oval. "?Papi, ya tapaste ese agujero?". No sabemos c¨®mo le respondi¨®, pero el presidente contest¨® m¨¢s tarde a los ciudadanos afectados, en un restaurante de Luisiana, a cuya costa ha llegado la marea negra. "No puedo bucear hasta el fondo y taparlo. Tampoco puedo sorber el petr¨®leo con una pajita". Estamos hablando de un vertido de 9,5 millones de litros al d¨ªa.
Afganos y paquistan¨ªes creen que EE UU no tiene est¨®mago, ni econom¨ªa, para una guerra larga
Acusado de incompetente por una oposici¨®n republicana que, aunque sin cabeza y solo oponi¨¦ndose a todo, est¨¢ obteniendo un sorprendente ¨¦xito en su campa?a de cerco populista al presidente, Obama reaccion¨® aprovechando el p¨²lpito que le concede el cargo. Por primera vez desde que lleg¨® a la Casa Blanca se dirigi¨® a la naci¨®n desde su despacho en el horario de m¨¢s audiencia televisiva. Habl¨® de la insostenible adicci¨®n de EE UU al petr¨®leo. Perforar en tus propias costas es el precio a pagar para que los ciudadanos norteamericanos sigan creyendo que el petr¨®leo barato es uno de los derechos humanos. Carg¨® contra BP, a cuyos directivos posteriormente el Congreso someti¨® a un tercer grado p¨²blico. Prohibi¨® las perforaciones en el mar, decisi¨®n contestada inmediatamente como ilegal en los tribunales.
Pero las desgracias nunca vienen solas. La insubordinaci¨®n de McChrystal, un gran ego y un bocazas, el general mimado de Obama, conductor de su guerra necesaria en Afganist¨¢n, vuelve a poner sobre el tapete los l¨ªmites de la presidencia norteamericana. La dificultad, ya no de cambiar el mundo, sino de gestionar los conflictos. Obama ya hab¨ªa topado con los l¨ªmites en Oriente Medio; Netanyahu no obedece; Ir¨¢n no acepta su mano tendida y contin¨²a adelante con su programa nuclear con el que posiblemente habr¨¢ que aprender a convivir; mientras los otros, Brasil y Turqu¨ªa, aparecen con ideas propias en el patio trasero energ¨¦tico de EE UU, algo inconcebible hasta hace muy poco. Obama, que ya advirti¨® en campa?a electoral que "era delgaducho, pero duro", ha respondido de la ¨²nica manera posible en una democracia. Destituyendo al general rebelde y confirmando la supremac¨ªa del poder civil. Algo m¨¢s propio de otras latitudes y cuya necesidad puede parecer ins¨®lita en un pa¨ªs como Estados Unidos. La naci¨®n afronta dos guerras a la vez, la de Afganist¨¢n acaba de superar este mes en duraci¨®n a la de Vietnam, y el caso McChrystal refleja una cierta militarizaci¨®n de la pol¨ªtica norteamericana. Los generales, ahora el nuevo h¨¦roe es el general Petraeus, de quien ya se habla como posible candidato presidencial republicano en 2012, ocupan el espacio p¨²blico. Obama aparece tan asediado que ni siquiera la firmeza demostrada con McChrystal puede ser interpretada del todo como un signo de fortaleza.
El ¨®rdago del militar contra la Casa Blanca va m¨¢s all¨¢ y desnuda la estrategia seguida en Afganist¨¢n. A pesar de que Obama anuncia que no cambia de pol¨ªtica, solo de general, la sensaci¨®n de que se est¨¢ perdiendo la guerra est¨¢ muy extendida. Crecen la violencia y las v¨ªctimas en la coalici¨®n de la OTAN. La contrainsurgencia, que m¨¢s que ir a por los malos, apuesta por apoyar a los buenos y proteger a la poblaci¨®n civil ofreci¨¦ndole gobernabilidad, est¨¢ fracasando. El Gobierno de Karzai, corrupto, deslegitimado y atrincherado en Kabul, solo tiene de tal el nombre. Afganos y paquistan¨ªes piensan que Estados Unidos no tiene est¨®mago, ni econom¨ªa, para aguantar una guerra larga. "Las ¨²nicas opciones reales son perder pronto, perder tarde, perder por mucho, o perder por poco", escribe Thomas Friedman en The New York Times. No hay soluciones m¨¢gicas para los problemas que enfrenta Estados Unidos. "Am¨¦rica debe crecer y lo que necesitan los ciudadanos es la calidad que distingue a los adultos de los ni?os: paciencia", recomienda Paul Starobin en The Washington Post. No esperen que Obama sea Superman.
fgbasterra@gmail.com
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