Decoro parlamentario
En todos los parlamentos democr¨¢ticos hay normas que tratan de mantener el decoro de la c¨¢mara, particularmente durante el transcurso de los debates. Muchas son meramente consuetudinarias, pero otras est¨¢n recogidas en los reglamentos que, como el de nuestro Parlamento, incluyen entre las obligaciones de los diputados la de respetar el orden, la cortes¨ªa y la disciplina parlamentarias, y que facultan a la Presidencia para interrumpir e incluso retirar del Diario de Sesiones aquellas expresiones que atenten contra el decoro.
Interpretar lo que atenta contra el decoro de la C¨¢mara, concepto subjetivo (o jur¨ªdicamente indeterminado, que dir¨ªa un letrado) donde los haya, pues de honra, honor y respeto a la dignidad de las personas hablamos, no es tarea f¨¢cil. Entre las an¨¦cdotas m¨¢s recordadas del Parlamento brit¨¢nico, por ejemplo, se cuenta la de un ilustre MP que, poco tiempo despu¨¦s de que se instalasen ba?os en el edificio de Westminster (gentileza en 1896 del Ministro de Obras P¨²blicas Herbert Gladstone, hijo del que fue Primer Ministro liberal y, ¨¦l mismo, diputado), aprovech¨® el tiempo del debate previo para hacer uso de una de las nuevas ba?eras. Sorprendido por la campana que llamaba a una votaci¨®n de trascendencia, y dado que la generosidad de Gladstone jr. -narran las cr¨®nicas- no hab¨ªa incluido la provisi¨®n de albornoces, el honorable diputado se present¨® en el sal¨®n de plenos justo a tiempo para entrar antes de que se cerraran las puertas, pero vestido ¨²nicamente con su sombrero, sus botas, y una toalla liada en sus caderas. Pudo votar, sin que su escasa indumentaria motivase su expulsi¨®n por atentar contra el decoro; pero casi medio siglo despu¨¦s, Churchill, recordando el ambiente que se viv¨ªa en el Westminster de esas mismas fechas, rememoraba que el peor cargo que se pod¨ªa hacer contra un responsable del Gobierno era el de que alguna decisi¨®n suya pod¨ªa poner en riesgo al pa¨ªs; y s¨®lo se recordaba una vez en la que la palabra mentiroso hab¨ªa sido pronunciada provocando la carcajada general y no el habitual abucheo generalizado de todos los dem¨¢s diputados: aqu¨¦lla en la que un diputado irland¨¦s incurriese en la flagrante paradoja de afirmar que "el galante y honorable miembro que acaba de hacer uso de la palabra es un mentiroso cobarde".
Diputados que carecen de la habilidad de Messi para regatear, utilizan el patad¨®n al tobillo
La dificultad de acomodar a su tiempo el contenido del decoro queda bien patente cuando se tiene en cuenta que, ya entre nosotros y en nuestro tiempo, hubo quien interpret¨® que la asistencia a los Plenos sin chaqueta generaba una imagen poco decorosa para con el resto de la c¨¢mara; mientras que, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en el Parlamento brit¨¢nico hace un siglo, la utilizaci¨®n de expresiones como "mentira" o "mentiroso", son recibidas como quien oye trinar un pajarillo, pues suelen ir rodeadas de insinuaciones o afirmaciones m¨¢s bien propias del orden penal. En este cambio de los h¨¢bitos hay, ciertamente, causas individualizables: al igual que en el f¨²tbol, cuando se carece de la habilidad de un Messi para el regate se tiende a utilizar el patad¨®n al tobillo. Pero tambi¨¦n hay causas estructurales: baste recordar, volviendo a Churchill, lo que Sir Winston argument¨®, tras el bombardeo de Westminster en la Segunda Guerra Mundial, cuando algunos propusieron sustituir su rectangular sal¨®n de Plenos, en el que los diputados se sientan unos frente a otros, por un hemiciclo: "la esencia y fundamento de la Casa de los Comunes es la conversaci¨®n formal. El discurso elaborado, las arengas dirigidas a los votantes y al p¨²blico del exterior, nunca han tenido mucho ¨¦xito en nuestra peque?a y sabiamente construida c¨¢mara".
Estamos, obviamente, en tiempo de hemiciclos, algunos tan hermosos como el que el arquitecto Manuel Reboredo incorpor¨® al Pazo do H¨®rreo en el patio del edificio proyectado, tras el encargo de Montero R¨ªos, por Antonio Bermejo. De hemiciclos en los que se proyectan discursos a los votantes y al p¨²blico exterior, fundamentados en estrategias pol¨ªticas. Estrategias perfectamente intencionadas, como comprobamos hace unos d¨ªas cuando, tras la c¨¢ndida petici¨®n de disculpas del Presidente de la Xunta por el tono de uno de sus debates con el l¨ªder de la oposici¨®n socialista, fue respondido por ¨¦ste, que hab¨ªa hablado de "corrupci¨®n, narcotr¨¢fico, caciquismo y malversaci¨®n", con un "la cosa no es para tanto". A lo mejor no era para tanto: llevaba la chaqueta bien puesta.
Pedro Puy es viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular de Galicia.
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