Hurtos de cuello blanco
El poner la mano encima a los delincuentes de cuello blanco acaba de volverse m¨¢s dif¨ªcil para los fiscales estadounidenses. Ya es dif¨ªcil abrirse paso por la complejidad de las empresas para acusar de delitos a un ejecutivo en particular. El Tribunal Supremo acaba de hacerlo m¨¢s dif¨ªcil al reducir el alcance de la ley que se us¨® para meter a Jeff Skilling, de Enron, y Conrad Black, de Hollinger, en la c¨¢rcel.
El m¨¢s alto tribunal de Estados Unidos ha reducido el alcance de la ley que se suele usar para tratar con empleados que niegan de forma fraudulenta a sus empresas lo que se conoce como "servicios honestos". El tribunal ha concluido que la ley, como se interpretaba hasta el momento, era demasiado vaga y ha declarado que solo podr¨¢ aplicarse cuando implique compensaciones indebidas o sobornos.
Esto anula algunas de las condenas de Skilling y Black. No significa necesariamente que vayan a quedar en libertad. El Tribunal Supremo ha devuelto los casos a tribunales inferiores, y a ambos hombres se los envi¨® a la c¨¢rcel por motivos distintos de los relacionados con los servicios honestos. Pero s¨ª hace m¨¢s dif¨ªcil subir la cuesta que tienen que subir los fiscales financieros.
Por supuesto, deber¨ªa haber controles y equilibrios en el sistema. Los fiscales pueden extralimitarse, y cuando los jueces de inferior rango no los frenan, le corresponde hacerlo al Tribunal Supremo. Al igual que con una situaci¨®n diferente ocurrida esta semana -el bloqueo de un juez federal a la moratoria del Gobierno a las prospecciones en alta mar-, el ocasional mensaje que recuerda a las autoridades que tienen que ser cuidadosas no cae en saco roto. Y cuando se condena a inocentes, es una cuesti¨®n de justicia b¨¢sica.
Sin embargo, los delitos de cuello blanco ya son dif¨ªciles de probar. Las empresas, sus cuentas y sus pol¨ªticas pueden ser complicadas. Y el optimismo por parte de los ejecutivos, incluso si es temerario, no es un crimen. Entre los primeros objetivos posteriores a la crisis, el a?o pasado se absolvi¨® a dos gestores de fondos de cobertura t¨®xicos de Bear Stearns. Y al igual que los perseguidores de Al Capone acabaron atrap¨¢ndolo por evasi¨®n de impuestos, algunos de los infrecuentes ¨¦xitos fiscales se basan m¨¢s en probar la ocultaci¨®n de un delito que en el propio delito subyacente.
No resulta de ayuda que los ejecutivos superan al Departamento de Justicia en cuanto a los recursos financieros que pueden pagar a sus abogados. El alcance del fallo del Tribunal Supremo respecto a Skilling y Black a¨²n no est¨¢ claro. Pero deja incluso a los fiscales mejor intencionados con menos margen de maniobra.
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