?Regresar al armario?
Estos d¨ªas se ha celebrado en Barcelona la fiesta del Orgullo L¨¦sbico, Gay, Bisexual y Transexual (LGBT), cuyas actividades han tenido un car¨¢cter marcadamente reivindicativo. Y es que este colectivo -y todas las personas que con ¨¦l nos solidarizamos- no tiene m¨¢s remedio que seguir luchando por sus derechos, en ocasiones todav¨ªa ninguneados.
Venimos de ¨¦pocas en que la homosexualidad era considerada un delito. As¨ª fue hasta 1978, en que estuvo vigente la Ley de Vagos y Maleantes, una ley aprobada en 1933 para "meter en vereda" a vagabundos, n¨®madas, proxenetas y otras "gentes de mal vivir", y modificada posteriormente por el r¨¦gimen de Franco para incluir en esa lista a las personas homosexuales. A partir de entonces, la homosexualidad pas¨® a ser reconocida como una opci¨®n sexual m¨¢s y a estar legitimada. En 1988, ya en plena democracia, se aprob¨® la ley que posibilitaba las parejas de hecho entre homosexuales y hace tan s¨®lo cinco a?os se legalizaron sus matrimonios, con lo que se equiparaban, en todos los ¨¢mbitos, los derechos de las parejas de este colectivo a los de las heterosexuales: adopci¨®n, herencia, pensi¨®n de viudedad, etc¨¦tera.
Todav¨ªa una parte importante de la ciudadan¨ªa sigue sin vivir la distinta orientaci¨®n sexual con normalidad
Esa ley provoc¨® un gran revuelo entre las capas m¨¢s conservadoras del pa¨ªs, que se manifestaron ruidosamente. Esa ley, incluso, llev¨® al portavoz de la Conferencia Episcopal a asegurar que la regulaci¨®n de este tipo de matrimonios iba a ser una especie de virus para la sociedad, aunque lo cierto es que no tenemos constancia de que desde entonces se haya producido ninguna v¨ªctima por esta raz¨®n.
La suma de leyes para la normalizaci¨®n social de LGBT es la que ha permitido que hace unos d¨ªas el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalu?a abriera un expediente a la Policl¨ªnica Tibidabo de Barcelona por pretender "curar" la homosexualidad. Esa pretensi¨®n no es nueva; en los a?os setenta, psiquiatras de Barcelona aplicaban corrientes far¨¢dicas a quienes ten¨ªan la "fea costumbre" de preferir a las personas de su mismo sexo para retozar en la cama.
Pero de eso ya hace mucho. As¨ª que, puesto que en 1990 -desgraciadamente, solo apenas 20 a?os atr¨¢s- la OMS elimin¨® la homosexualidad del cat¨¢logo de enfermedades, parecer¨ªa que ya nadie en pleno siglo XXI deber¨ªa continuar consider¨¢ndola una patolog¨ªa.
Sin embargo, queda a¨²n lejos de ser as¨ª. Porque una cosa es el cambio de las leyes y otra, muy distinta y m¨¢s lenta, el cambio de mentalidades. Todav¨ªa una parte importante de la ciudadan¨ªa del pa¨ªs sigue sin vivir la distinta orientaci¨®n sexual con normalidad. En el mejor de los casos, pretende ignorar a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, fingiendo que no los ve. En el peor, les considera personas viciosas, pervertidas o enfermas.
Esa invisibilidad del colectivo LGBT -m¨¢s cuando se trata de lesbianas, ya que sufren el doble estigma de ser mujeres y de ser homosexuales- es una consecuencia de la estructura patriarcal que a¨²n perdura en nuestra sociedad. As¨ª, quien no cumple la condici¨®n de ser hombre, blanco, rico y heterosexual se ve relegado del centro del poder. Las mujeres han estado siempre en la periferia, acompa?adas, claro est¨¢, de quienes ten¨ªan opciones sexuales incompatibles con la virilidad. Aunque -esto hay que decirlo- en los ¨²ltimos a?os y en pol¨ªtica, los homosexuales confesos han podido escalar puestos, a pesar de su condici¨®n. ?L¨¢stima que en su ascenso no se hayan hecho acompa?ar por las mujeres que lucharon junto a ellos!
Volviendo a las discriminaciones que sufre el colectivo, el miedo a sentirse juzgados o al rechazo social explica, seg¨²n una encuesta de la agencia gay-PARSHIP, que s¨®lo el 32% de los homosexuales se atreva a mostrar afecto a su pareja en p¨²blico.
Y el caso es que algunas de estas personas que en su juventud sufrieron el acoso de las leyes franquistas y en la edad adulta pudieron vivir con una cierta franqueza su opci¨®n sexual, se ven en la necesidad de regresar al armario en su vejez, ya que las residencias para la tercera edad no est¨¢n preparadas para ello.
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