El extranjero feliz
Siempre me ha llamado la atenci¨®n la poderosa nostalgia con que muchos escritores recuerdan aquella ciudad en la que -al menos en la memoria- fueron "extranjeros felices".
"Par¨ªs era una fiesta" en los a?os veinte del siglo pasado, y Nueva York en los cincuenta, y Londres en los sesenta. Hay testimonios m¨¢s remotos de esta sensaci¨®n de felicidad provocada por la extranjer¨ªa. Attilio Brilli, en su ensayo El viaje a Italia, habla de 40.000 forasteros en la Roma del siglo XVII que parec¨ªan instalados en una vaporosa dicha que Goethe, con su acostumbrada precisi¨®n, llama jovialidad. Las causas de este estado de ¨¢nimo son, sin embargo, dif¨ªciles de precisar: el hechizo de la provisionalidad, la suspensi¨®n de responsabilidades vinculadas al pa¨ªs de origen, la levedad que proporciona el desconocimiento de los "asuntos de familia". Yo mismo siempre recuerdo con agrado las estancias en ciudades donde he ejercido de extranjero.
En la Roma del siglo XVII viv¨ªan en la jovialidad 40.000 forasteros
Por eso tengo una cierta envidia de los que ahora ejercen esta vocaci¨®n en mi pa¨ªs. Hoy en Barcelona coexisten, al menos, cuatro ciudades que se mezclan con gran dificultad: la Barcelona de los barceloneses, bastante ensimismada y ¨²ltimamente con el esp¨ªritu notablemente deca¨ªdo; la de los inmigrantes, en nada distinta a cualquier otra ciudad que acoge a los visitantes empujados por la pobreza; la de los turistas, tan vol¨¢til como cualquier otra urbe sometida al peculiar igualitarismo del low cost, y finalmente la de los extranjeros que viven -y, si pueden, trabajan- aqu¨ª por un tiempo. El otro d¨ªa le¨ª que este ¨²ltimo grupo est¨¢ formado por m¨¢s de 100.000 personas.
Pero no me importa tanto la cantidad como la calidad: tienen una mejor relaci¨®n con la ciudad que los otros grupos, o as¨ª me lo parece a m¨ª, con aquella envidia a la que he aludido antes. Gozan del entorno con ese desapego dichoso que proporciona la condici¨®n de extranjero. Y ni conocen nuestros asuntos de familia ni tienen el menor inter¨¦s en ellos. Para entendernos: no saben qui¨¦n es Millet o Luigi, no tienen ni idea de lo que ha costado la "gran fiesta democr¨¢tica" del refer¨¦ndum sobre la Diagonal. Privilegios del extranjero feliz.
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