La ciudad ideal del Renacimiento
Urbino encontr¨® en el duque de Montefeltro a un incansable mecenas de la arquitectura y la pintura
Urbino es la ciudad ideal del Renacimiento italiano, Florencia tiene la fama y probablemente sea la capital, pero no hay otra urbe que muestre como Urbino esa cultura en la que los hombres se sintieron modernos recuperando lo que no tiene edad, lo absoluto, lo que representa un modelo siempre v¨¢lido. Fue complicado, Urbino era -y sigue siendo- una peque?a villa, alejada de las grandes rutas comerciales, sin recursos naturales destacables.
El art¨ªfice de todo fue Federico de Montefeltro, un hombre capaz de trazar un programa art¨ªstico coherente y de hacer coincidir el plan, los medios y los tiempos de ejecuci¨®n. Lo pudo hacer, primero, por razones pol¨ªticas; permaneci¨® en el poder durante un periodo excepcionalmente largo -fue duque de Urbino entre 1444 y 1482-, casi 40 a?os. Y segundo, porque obtuvo el dinero para financiarlo; Federico fue un soldado formidable que hizo del alquiler de sus servicios y los de su ej¨¦rcito la manera de sufragar la corte y el mantenimiento de la ciudad-Estado. Buen gobernante, generoso, astuto y, cuando era preciso, despiadado (por ejemplo, fue ¨¦l quien organiz¨® la conjura para asesinar a los M¨¦dicis), construy¨® un inmenso palacio donde cumplir sus compromisos pol¨ªticos y, cuando consegu¨ªa liberarse de ellos, dedicarse a lo que amaba por encima de todas las cosas, las artes, en particular la m¨²sica y la arquitectura, a la que consideraba la forma m¨¢s elevada de la actividad intelectual y est¨¦tica.
Gu¨ªa
Dormir
? Albergo San Domenico (0039 07 22 26 26; www.viphotels.it). Piazza Rinascimento, 3. Urbino. Frente al palacio ducal, entre la Catedral y la Universidad, en un convento del siglo XIV, c¨®modo, confortable. La habitaci¨®n doble, desde 120 euros.
? Hotel Bonconte (0039 07 22 24 63; www.viphotels.it). Via delle Mura, 28. Urbino. Una antigua villa con jardines, muy agradable. La habitaci¨®n doble, desde 86 euros.
? Ai Cipressi (0039 07 22 43 11; www.cipressiurbino.it). Via Mainardo, 3. Urbino. Situado en una colina, frente a Urbino, un B&B bien cuidado. La habitaci¨®n doble, desde 50 euros.
Comer
? Antica Osteria dala Stella (0039 07 22 32 02 28; www.anticaosteriadalastella.com). Via Santa Margherita, 1. Urbino. Pastas, panes y reposter¨ªa casera, fant¨¢sticos tagliatelle al tartufo bianco y al rag¨´ antico. Precio medio, unos 30 euros.
? La Trattoria del Leone (0039 07 22 32 98 94; www.latrattoriadelleone.it). Via Cesare Battisti, 5. Urbino. Cocina local. Unos 30 euros.
Informaci¨®n
? El Studiolo de Federico da Montefeltro. Reconstrucci¨®n virtual, multimedia e interactiva realizada por el Gabinete de F¨ªsica de la Universidad de Urbino Carlo Bo:www.youtube.com/watch?v=6gIyAzEwU7s
Naci¨® como hijo ileg¨ªtimo de la familia Montefeltro y ascendi¨® al poder tras una revuelta popular que cost¨® la vida a su hermanastro Oddantonio con la promesa de un sistema m¨¦dico y educativo, reducir los impuestos y permitir al pueblo participar en la elecci¨®n de magistrados. Lo cumpli¨® todo. Basta pasear por Urbino para verificarlo. Lo de menos es que permanezca igual a como era hace 500 a?os, con el palacio ducal presidiendo el caser¨ªo -le sucede a muchos lugares en Italia-, lo que importa es que aqu¨ª se concibi¨® una ciudad ideal, un paisaje urbano perfectamente unitario.
Dise?o toscano
Lo decisivo de Urbino es la coherencia. La convergencia de un intenso grupo de artistas italianos y extranjeros cuya obra conjunta supera con mucho las aportaciones individuales de otros maestros en otros lugares. El dise?o tuvo firma toscana, Leon Battista Alberti como consultor te¨®rico y Piero della Francesca como creador de los modelos formales. Para la pintura, adem¨¢s del mismo Piero o Paolo Ucello, el flamenco Joos van Wassenhove, llamado Justo de Gante, y Pedro de Berruguete, castellano. De la ejecuci¨®n t¨¦cnica se encargaron, primero, el arquitecto d¨¢lmata, hoy dir¨ªamos croata, Luciano Laurana, y despu¨¦s el sien¨¦s Fancesco di Giorgio Martini. Entre todos ellos, sobre todos ellos, organizando, el duque Federico.
La arquitectura proclama esta disposici¨®n. Por eso, en Urbino, el orden c¨ªvico se convierte en reflejo del orden celestial y dentro de la urbe se impone otra ciudad mucho m¨¢s importante: el propio palacio ducal. Baltasar Castiglione, cuya obra El Cortesano est¨¢ ambientada en estos muros, lo consider¨® el m¨¢s hermoso de Italia, defini¨¦ndolo como "ciudad en forma de palacio". Desde la entrada a la casa ducal se imponen los s¨ªmbolos. En el patio de honor, una enorme F may¨²scula preside las intersecciones de todos los arcos. La arquitectura tambi¨¦n proclama la inteligencia. Detr¨¢s de esos mismos arcos se encuentran las salas que albergaban una importante biblioteca (fue absorbida por el Vaticano en 1630). Encima del patio hay dos capillas contiguas dedicadas respectivamente a Apolo y las Musas y al Dios cristiano, con la intenci¨®n de hacer conciliar la mitolog¨ªa y el cristianismo bajo la creencia de que nuestro Dios omnipotente incluye en su universo las deidades paganas. En el piso principal se encuentra el Appartamento del Duca, conjunto de salas entre las que destaca una joya, Il Studiolo, una estancia min¨²scula cuya parte inferior es un prodigioso ejercicio de perspectiva ilusionista en madera taraceada que simula libros, instrumentos geom¨¦tricos, naturalezas muertas y hasta delicadas vistas de la ciudad de Urbino. En los muros se alinean te¨®logos, fil¨®sofos, poetas y hombres de leyes; los favoritos del duque, desde Homero, Salom¨®n y San Agust¨ªn hasta Tomas de Aquino, Petrarca y Dante. Veintiocho pinturas de Berruguete y Justo de Gante; la mitad siguen aqu¨ª, y la otra mitad, en el Museo del Louvre.
Un gran tipo, Federico de Montefeltro. En la sala de audiencias del palacio ducal hay un extraordinario retrato suyo en el que merece la pena detenerse. Est¨¢ visto desde abajo como en una pel¨ªcula de Orson Welles, mostrando el perfil izquierdo (siempre mostraba ese lado, hab¨ªa perdido el ojo derecho en el campo de batalla y ten¨ªa destrozado medio rostro); feo, con la mirada seria, ajena. Haciendo contraste, la figura delicada y fr¨¢gil de su hijo Guidobaldo se apoya sobre su pierna. Viste un traje de batalla, pero est¨¢ leyendo un libro sobre un atril y una capa de armi?o cubre la armadura. El estadista, el militar, el hombre de cultura, el hombre. El autor de este cuadro magn¨ªfico fue nuestro Pedro Berruguete, quien trabaj¨® en Urbino entre 1477 y 1482 y regres¨® a Castilla en 1483, a la muerte del duque. Siempre me he imaginado la tragedia personal de Berruguete en su vuelta a casa. Haber pintado estos cuadros, saberse portador de un estilo nuevo y verse obligado a regresar a Espa?a con toda la experiencia del humanismo sobre sus espaldas. Salir de una de las cortes m¨¢s ilustradas de la historia de la cultura para recluirse en el ambiente semifeudal de Paredes de Nava para, obligado por sus clientes, volver a pintar en el viejo estilo flamenco todav¨ªa imperante en nuestro pa¨ªs.
No obstante, ser capaz de superarlo con humildad y sobrevivir pintando retablos g¨®ticos en los que, entremedias, iba dejando se?ales de su modernidad. Y todo eso al tiempo que se casaba en su villa natal y se ocupaba personalmente de la formaci¨®n art¨ªstica de su hijo Alonso, quien ya podr¨ªa expresarse en el nuevo lenguaje y convertirse en el m¨¢s importante escultor del Renacimiento espa?ol.
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