Las bellas canciones del belga
Milow seduce en los Veranos de la Villa con un repertorio agradable
No sabemos, ni nos importa, si Jonathan Vanderbroeck pertenece a los flamencos separatistas. Probablemente la cuesti¨®n no figure entre sus principales inquietudes, pero con independencia de que el muchacho ejerza de nacionalista, euroesc¨¦ptico o mediopensionista, jam¨¢s podremos acusarle de revolucionario. Al menos en t¨¦rminos musicales: ya se encarga ¨¦l de neutralizar cualquier amago de exceso y reivindicarse como un pl¨¢cido cantautor tolerado para todos los p¨²blicos.
Lo hace muy bien, por cierto, y resulta dif¨ªcil afearle el expediente a un muchacho tan afable. Milow, que tal es su nombre art¨ªstico, se nos antoja correcto, aseado, atractivo, estiloso, simp¨¢tico. Parlotea mucho entre canci¨®n y canci¨®n, y no tard¨® en definir Madrid como "una de las ciudades m¨¢s radiantes del planeta". Otra cosa es que, de puro evanescentes, sus composiciones lleguen a convertirse en objeto de deseo. Un concierto de Milow resulta tan confortable como inofensivo y dif¨ªcil de retener en la memoria.
Este belga es el t¨ªpico chaval majete que todos querr¨ªan para su pandilla
El mocet¨®n de Lovaina (29 velas de cumplea?os soplar¨¢ este mes) anda este verano sac¨¢ndole partido a sus warholianos quince minutos de gloria. Ya en invierno fue capaz de llenar una sala de capacidad intermedia, la Joy Eslava, pero ayer tuvo que conformarse con apenas medio millar de espectadores en el colof¨®n de la primera semana de los Veranos de la Villa. La resaca, despu¨¦s de tantas emociones futboleras, hedonistas y hasta meteorol¨®gicas, era un enemigo dif¨ªcil de batir.
Lo de anoche nada tuvo que ver, evidentemente, con la intensidad emocional de Paco de Luc¨ªa ni del estratosf¨¦rico Miguel Poveda. Con todo, el atardecer se nos present¨® tan acogedor, la brisa mimosa, los grillos tan sinf¨®nicos y el trovador tan arrobado que ganas entraban de reconciliarse con los cu?ados, las ex parejas, los jefes impertinentes, los amigos que no devuelven las llamadas y hasta los jovencitos que votan a Esperanza Aguirre. Cierto, doctor: igual nos lo tenemos que mirar. Pero este belga es el t¨ªpico chaval majete que todos querr¨ªan para su pandilla, aunque solo fuera porque desenfundara un rato la guitarra en las reuniones de antiguos alumnos del instituto.
Milow ya se hab¨ªa hecho popular en B¨¦lgica hace cuatro a?os con un medio tiempo encantador, One of it, que anoche rescat¨® con enorme gusto en mitad del recital. El resto del continente, sin embargo, no se dio por aludido hasta que tuvo la fenomenal ocurrencia de grabar una versi¨®n de Ayo technology. Parece tan improbable que este muchacho sea admirador del rapero 50 Cent como que descubramos a Lady Gaga compr¨¢ndose la discograf¨ªa completa de Bob Dylan, pero la transformaci¨®n del tema original arroja muy buen resultado. Justo antes hab¨ªa interpretado su otro ¨¦xito internacional, You don't know, y la muy meritoria Out of my hands, el nuevo sencillo en Espa?a: una historia triste y emotiva sobre el sentimiento de culpa. Tambi¨¦n estren¨® She might, she might, su primer intento, apreciable, de escribir una pieza optimista.
En lo musical, la segunda voz de Mina recuerda una barbaridad a Lorraine McIntosh, la chica de Deacon Blue, y el resto de influencias fluct¨²an entre Counting Crows y el Van Morrison de Brown eyed girl, una pieza a la que la banda rinde tributo al final de Canada. Milow menciona en esa canci¨®n c¨®mo le gustar¨ªa obtener el respaldo de Neil Young. Lo dudamos mucho, pero nos hizo pasar una noche la mar de llevadera.
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