El Estado impotente
La crisis financiera evidencia la creciente inadecuaci¨®n de los poderes nacionales para gestionar los problemas globales - La pol¨ªtica y los especuladores mantienen un pulso brutal
Un nuevo fantasma recorre Europa. Ya no es el comunismo, pero todas las fuerzas del viejo continente han vuelto a unirse en santa cruzada para acosar a un espectro, como hicieron en 1848 seg¨²n la met¨¢fora de Marx y Engels. El espectro esta vez son los mercados financieros; la degeneraci¨®n de la actividad especulativa; la presunta capacidad de los especuladores para poner patas arriba a Estados miembros de la Uni¨®n Europea y hasta el mism¨ªsimo euro. "Manadas de lobos" hambrientos -seg¨²n una definici¨®n del ministro de Finanzas sueco, Anders Borg- que representar¨ªan una amenaza existencial para los Estados del siglo XXI.
La imagen del pulso a vida o muerte entre pol¨ªtica y especuladores ha conquistado el centro del debate p¨²blico. La met¨¢fora es populista. Pero en su ra¨ªz yace un desaf¨ªo real para la autoridad de la instituci¨®n-Estado en las sociedades contempor¨¢neas, no solo en Europa: la fragilidad de los Gobiernos nacionales ante las embestidas de los cada vez mayores problemas globales.
Una ola de desaf¨ªos incontrolables a escala nacional acecha a los Gobiernos
El fracaso del G-20 subraya la ineficacia de la cooperaci¨®n internacional
Las fibrilaciones causadas por los mercados de capitales -desde Lehman Brothers hasta Atenas- son solo la imagen m¨¢s actual de la debilidad de los Estados en la era global. La en¨¦sima instant¨¢nea de su inadecuaci¨®n estructural para lidiar con desaf¨ªos transnacionales, que no son una novedad, pero que ahora se complican, extienden y multiplican. La dimensi¨®n estatal es impotente o ineficaz frente a ellos. Y la cooperaci¨®n internacional parece incapaz de llenar ese vac¨ªo, como demuestra el est¨¦ril G-20 celebrado en Canad¨¢.
"Es la paradoja de nuestro tiempo. La globalizaci¨®n ha creado enormes oportunidades e impulsado grandes avances. Pero frente a los graves desaf¨ªos transnacionales que esta tambi¨¦n acarrea se yerguen las mismas maquinarias estatales. Estructuras que sustancialmente siguen respondiendo al dise?o constitucional de los siglos XVI y XVII y que ya no son adecuadas al tiempo moderno. Esa brecha entre problemas globales y medios que han permanecido locales se ampl¨ªa a ritmo de v¨¦rtigo y es potencialmente peligrosa", dice en conversaci¨®n telef¨®nica David Held, polit¨®logo de la London School of Economics que estudia este fen¨®meno desde hace a?os.
Numerosas facetas de esa inadecuaci¨®n han aflorado en los ¨²ltimos dos a?os.
En septiembre de 2008, la quiebra de Lehman Brothers estall¨® en las narices de los mercados financieros de medio mundo. El virus se hab¨ªa incubado en Estados Unidos, con un explosivo c¨®ctel compuesto por el pinchazo de una burbuja inmobiliaria, una laxa regulaci¨®n de las actividades especulativas, una benevolente pol¨ªtica monetaria y una imprudente pol¨ªtica de concesi¨®n de hipotecas. Pese a que las causas fueran locales, los efectos se propagaron repentinamente a escala global, incluso en pa¨ªses con legislaciones m¨¢s estrictas y bancos m¨¢s prudentes.
Meses despu¨¦s, el 1 de enero de 2009, una disputa bilateral sobre impagos de facturas de gas llev¨® a Rusia a cortar el grifo del suministro a Ucrania. De paso, una veintena de pa¨ªses europeos se quedaron desabastecidos. Una crisis bilateral dej¨® a decenas de millones de personas de pa¨ªses terceros expuestas al rigor de los inviernos del este de Europa. Los Gobiernos nacionales asistieron impotentes al tremendo espect¨¢culo, emitiendo frustrados gritos de protesta. El suministro fue reanudado tres semanas despu¨¦s.
En diciembre del mismo a?o, la cumbre contra el cambio clim¨¢tico celebrada en Copenhague acab¨® en un desolador fracaso. La voluntad de muchos Estados de reducir sus emisiones apareci¨® tristemente est¨¦ril frente a la negativa de grandes potencias contaminantes. Por muy grande que sea el esfuerzo medioambiental de una sociedad, sus ciudadanos no se salvar¨¢n de las consecuencias del desinter¨¦s de otras.
La lista podr¨ªa seguir, por ejemplo anotando la dificultad de perseguir organizaciones criminales cada vez m¨¢s internacionalizadas o prevenir el riesgo de pandemias, hoy multiplicado por la espectacular mejora de los medios de transporte.
Una avalancha de asuntos incontrolables a nivel nacional amenaza la estabilidad de los Estados. En los nichos escasa o nulamente controlados se cargan gigantescas bombas de relojer¨ªa. El mercado de los derivados sigue valiendo hoy unos 600 billones de d¨®lares. Diez veces el PIB anual del mundo entero. M¨¢s de 100 veces el presupuesto de EE UU. Disciplinarlo rigurosamente en una jurisdicci¨®n es in¨²til si en la de al lado no se hace lo mismo.
As¨ª, la magnitud y la interconexi¨®n de las corrientes fuerza la mirada al ¨²nico dique proporcionado: las instituciones y la cooperaci¨®n internacional. ?Son al menos ellas adecuadas a nuestro tiempo?
"El orden internacional vigente, que es el de 1945, es crecientemente anacr¨®nico y no es ni representativo del equilibrio de fuerzas actuales ni adecuado para la realidad moderna", opina Held.
"La quiebra de Lehman fue un momento definitorio", argumenta desde Washington Domenico Lombardi, analista de Brookings Institution, especializado en el estudio de las instituciones internacionales del sector econ¨®mico. "La crisis de un subsector del sistema financiero estadounidense estuvo a punto de cargarse entero el sector financiero mundial. Eso cre¨® una sensaci¨®n de urgencia. Se decidi¨® cooperar m¨¢s, entregando al G-20 la corona de foro principal. Los incentivos a la cooperaci¨®n internacional eran muy fuertes. Pero ya hoy la situaci¨®n es distinta. Pese a las turbulencias en la zona euro, la posibilidad de un derrumbe del sistema financiero se ha alejado. El proceso se ha frenado. La paradoja, sin embargo, es que si no se act¨²a con inteligencia, en la pr¨®xima embestida puede haber un colapso sist¨¦mico", dice Lombardi.
El fil¨®sofo alem¨¢n J¨¹rgen Habermas incidi¨® en un reciente escrito precisamente en la falta de voluntad pol¨ªtica. "Las buenas intenciones [para una nueva regulaci¨®n financiera] fracasan no tanto por la complejidad de los mercados como por la pusilanimidad de los Gobiernos nacionales. Fracasan por una apresurada renuncia a una cooperaci¨®n internacional que se ponga como fin el desarrollo de las capacidades de actuaci¨®n pol¨ªtica de las que carecen... y ello en todo el mundo, en la UE, y en primer¨ªsimo lugar dentro de la zona euro".
Un Estado, solo, no puede resolver ciertos problemas. El drama es que incluso los esfuerzos de grandes bloques regionales pueden ser tumbados por la laxitud o el leg¨ªtimo inter¨¦s contrapuesto de otros actores. La buena voluntad de UE en la cumbre contra el cambio clim¨¢tico no sirvi¨® de nada por el rechazo a colaborar de otras potencias. En el G-20, el acuerdo de Europa y EE UU fue insuficiente para establecer impuestos al sector bancario.
"Est¨¢ claro que en temas como la regulaci¨®n financiera, el cambio clim¨¢tico o la lucha contra el crimen organizado, el Estado naci¨®n se ve sobrepasado por la escala de los problemas", considera Jordi Vaquer i Fan¨¦s, director de la Fundaci¨®n Centro de Estudios y Documentaci¨®n Internacionales de Barcelona. "Sin embargo, no creo que sea necesariamente sin¨®nimo de debilitamiento del Estado naci¨®n. La escala de los problemas crea dificultades a los Gobiernos, los obliga a una compleja cooperaci¨®n internacional, pero su fuerza relativa en comparaci¨®n con otros actores no ha disminuido. Los bancos han tenido que pedir ayuda a los Estados".
Si la supremac¨ªa de la instituci¨®n Estado puede que no est¨¦ en juego, s¨ª lo est¨¢ su efectividad, la amplitud de su capacidad de respuesta y por ende su autoridad.
"Los problemas internacionales no son una novedad. Lo que ha cambiado es la tecnolog¨ªa, que impone al mundo una nueva velocidad", reflexiona Ignacio Urquizu, profesor de sociolog¨ªa de la Universidad Complutense. "Las instituciones deben adaptarse a esa nueva velocidad. Est¨¢ claro que el dise?o institucional es ineficiente. Sin embargo, yo creo, el problema esencial es la falta de liderazgo. El gran salto adelante de la UE est¨¢ indisolublemente vinculado a Jacques Delors; el carisma de John Kennedy cambi¨® a EE UU. La cuesti¨®n no es solo el dise?o constitucional, sino el liderazgo pol¨ªtico".
El rapid¨ªsimo cambio en la relaci¨®n de fuerzas internacionales -"m¨¢s r¨¢pido que nunca en la historia", observa Held- complica las cosas, porque dificulta los acuerdos internacionales que pueden dar efectividad a las pol¨ªticas gubernamentales.
Pese a todo, el cuadro tambi¨¦n tiene otras tintas. Muchos observadores subrayan que, entre titubeos y dificultades, se gestan movimientos revolucionarios. La UE ha instituido un fondo de estabilizaci¨®n com¨²n por un valor de 500.000 millones de euros, algo que no solo no estaba previsto en el Tratado de Lisboa, sino que, en cierto sentido, lo contradice. Nuevas competencias comunes parecen poder tomar cuerpo bajo el impulso de la crisis. La UE es, en s¨ª misma, el s¨ªmbolo de que una respuesta internacionalista a las crisis no es siempre una utop¨ªa. Puede volver a demostrarlo.
A la vez, a escala global, el ocaso del G-8 en favor del G-20 es un movimiento hist¨®rico. "La elevaci¨®n del G-20 a foro intergubernamental principal en el sector econ¨®mico-financiero tiene el gran m¨¦rito de involucrar en el puente de mando a los pa¨ªses emergentes, lo que ya era ineludible", observa Lombardi.
Andrew Hilton, director del Centre for the Study of Financial Innovation, se?ala que el G-20 ser¨¢ inexorablemente frenado por la profunda heterogeneidad -y, a menudo, conflictividad- de los intereses de sus miembros. Ello, sin embargo, no impide un paulatino proceso de convergencia de las regulaciones. "El 80% de la regulaci¨®n financiera de la City de Londres procede de Bruselas", dice Hilton. "No es cierto que haya 27 regulaciones financieras en la UE y otras 160 en el mundo", indica el analista. Los grandes bloques econ¨®micos acaban ejerciendo una pragm¨¢tica fuerza estandardizadora.
Aunque la estabilidad financiera monopoliza la atenci¨®n, el desaf¨ªo es sist¨¦mico. "Nos enfrentamos a una alternativa clara", dice Held. "Podemos reformar y desarrollar las instituciones de 1945. O dejar que caigan en ruinas".
La tarea de adaptaci¨®n parece tit¨¢nica y ut¨®pica. Lo es. ?Pero qui¨¦n habr¨ªa imaginado en 1939 que solo 40 a?os despu¨¦s los europeos elegir¨ªan por sufragio universal a sus representantes en un Parlamento transnacional dotado de poderes reales?
En 1944-45, el mundo reaccion¨® al espanto de la II Guerra Mundial con un extraordinario florecer de instituciones internacionales concebidas para prevenir reca¨ªdas. La ONU, el FMI, el precursor del Banco Mundial fueron creados, entre otros organismos, en aquel entonces; el n¨²cleo de lo que ser¨ªa la UE naci¨® poco despu¨¦s, sobre la base del mismo anhelo. Ese esfuerzo de arquitectura institucional reflej¨® nuevos equilibrios de poder y contribuy¨® decisivamente a que la segunda mitad del siglo XX fuese m¨¢s pac¨ªfica y pr¨®spera que la primera.
Algo similar podr¨ªa ser necesario de nuevo. Proyectos e ideas reformadoras abundan. Held, por ejemplo, propone la constituci¨®n de un Consejo de Seguridad para Asuntos Sociales y Econ¨®micos y apoya la iniciativa para la instituci¨®n de una Asamblea Parlamentaria de la ONU. Lombardi insiste en la necesidad de reformar las instituciones existentes para que reflejen los nuevos equilibrios de poder, y de elevar sus credenciales democr¨¢ticas aumentando la capacidad de escrutinio de sus actuaciones (la accountability).
Los proyectos abundan, en instituciones, think tanks, facultades. Las semillas de muchas ideas est¨¢n siendo sembradas. ?Tendr¨¢ que ser una vez m¨¢s la violencia la que imponga su florecer?
Tras la utop¨ªa de un Parlamento de la ONU
La reforma de las Naciones Unidas es un asunto que deambula desde hace a?os en las canciller¨ªas de las principales potencias y es un posible eje de mejora de la gobernanza global. La resistencia de las capitales beneficiadas por el statu quo post 1945 ha hecho que hasta ahora ning¨²n proyecto haya salido adelante. Sin embargo, ese inmovilismo tiene forzosamente los a?os contados. Por ejemplo, si ya ahora parece muy discutible que Francia y Reino Unido tengan poder de veto en el Consejo de Seguridad y pa¨ªses como India o Brasil no, pronto esa realidad ser¨¢ simplemente insostenible. Pronto algo tendr¨¢ que cambiar. "La historia ofrece de repente ventanas de oportunidades. Hay que estar listos para aprovecharlas", dice Andreas Bummel.
Bummel es jefe del Secretariado de la Campa?a para una Asamblea Parlamentaria de la ONU. La iniciativa promueve la constituci¨®n de un ¨®rgano parlamentario, adicional a los cuerpos de la ONU ya existentes, que en un principio podr¨ªa tener funciones meramente consultivas. Sus deliberaciones tendr¨ªan al comienzo solo una autoridad moral. Con el tiempo, podr¨ªa obtener poder vinculante. La idea de fondo es que semejante ¨®rgano tendr¨ªa una mayor legitimidad democr¨¢tica que las actuales instituciones, reflejar¨ªa mejor los equilibrios mundiales al no tener que responder a la l¨®gica "un pa¨ªs, un voto" o a la l¨®gica del poder de veto. Con el tiempo, podr¨ªa constituir un extraordinario elemento de presi¨®n moral sobre los Gobiernos, sobre todo en asuntos sociales y econ¨®micos.
"Nosotros somos realistas, sabemos que de momento la idea es dif¨ªcilmente realizable. Sin embargo, creemos que hay que insistir, desarrollar el proyecto, ponerlo sobre las mesas, porque la historia de repente ofrece oportunidades", explica Bummel, en conversaci¨®n telef¨®nica desde Alemania. La campa?a cuenta con el apoyo de unos 700 destacados parlamentarios de todo el mundo, de unas 240 ONGs, seis premios Nobel y numerosas personalidades. Entre ellas, por ejemplo, G¨¹nter Grass, Butros Butros-Ghali o V¨¢clav Havel.
"Nos inspiramos mucho en la trayectoria del Parlamento Europeo", prosigue Bummel. "Al igual que la Euroc¨¢mara, la Asamblea Parlamentaria de la ONU podr¨ªa tener al principio solo funciones consultivas y estar compuesta por delegados de los Parlamentos nacionales. Con el tiempo, podr¨ªa obtener poder de codecisi¨®n y ser formado por representantes elegidos directamente".
Ahora parece imposible, pero tambi¨¦n un Parlamento Europeo como el actual lo habr¨ªa parecido en 1939. El mismo Consejo de Seguridad, con sus resoluciones vinculantes, habr¨ªa probablemente parecido a muchos una quimera antes de la II Guerra Mundial.
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