Disparando a bal¨®n parado
A Maradona le han hecho un traje a su medida y le viene grande. De lo que cabe deducir que ning¨²n amiguito del alma se lo ha regalado.
Ello lo exonera de cualquier vinculaci¨®n con el caso G¨¹rtel (palabra alemana que, casualmente, significa correa), pero no evita que se le caigan los pantalones y pueda quedarse con el culo al aire.
Argentina ha perdido ante un equipo superior en fuerza, rapidez y concepci¨®n del juego. Pero tambi¨¦n, y sobre todo, por el empecinamiento de su entrenador al obcecarse en buscar el reflejo de su propia imagen en el rect¨¢ngulo de c¨¦sped como Narciso en las aguas de la fuente en las que, como en un espejo, se enamor¨® de s¨ª mismo.
Nunca he visto la vanidad de un solo ego expandir con tan histri¨®nica prepotencia su sombra sobre los dem¨¢s. ?A qui¨¦n se le ocurre utilizar al mejor jugador del mundo de recogepelotas mientras sus tambi¨¦n eximios colegas corretean al buen tunt¨²n sin m¨¢s batuta ni criterio que el de alguien que ha hecho del universo su ombligo e imparte, eso s¨ª, gal¨¢cticos besos y bendiciones desde la banda, como si simulando que olvida qui¨¦n fue fingiera comportarse como si fuera uno m¨¢s? No s¨¦ qui¨¦n dijo: "La realidad de los fantasmas reside en su inexistencia".
Si Argentina quiere preservar su orgullo, no puede sentar por m¨¢s tiempo sus a?oranzas en el banquillo
Pero la flagrante irrealidad del fantasma de Maradona solo reside en su insistencia. La selecci¨®n argentina, si quiere preservar el orgullo que tan merecidamente ostenta, no puede sentar por m¨¢s tiempo sus a?oranzas en el banquillo. Ni sus nalgas.
En la cocina africana, Argentina y Brasil han probado el mismo mejunje de la balomp¨¦dica medicina europea. En distintas dosis. A Brasil le bastaron dos tragos del amargo extracto de tulip¨¢n holand¨¦s. Pero Argentina bebi¨®, hasta atragantarse, cuatro tragos de envenenada cerveza wagneriana. Por en¨¦sima vez, estoy de acuerdo con Del Bosque cuando, con loable ecuanimidad, aunque a rega?adientes, concede que, hasta ahora, Alemania es el mejor equipo del Mundial. Pero, con permiso de Uruguay, cuidado con Holanda, a?ado yo. Es el tapado del que nadie habla y, si la suerte no nos abandona, ser¨¢ nuestro previsible contrincante en la final, ya que mi amiga Thando (o Loreta, como ella prefiere que la llamen) cuenta que los brujos se han conjurado para que el tiempo retroceda y se detenga antes de que el penalti lanzado por el ghan¨¦s Gyan se estrelle en el travesa?o y, no habiendo concluido, por tanto, el partido ni culminado el disparo, los uruguayos permanecer¨¢n congelados hasta que los brujos, tan concienzudamente reunidos como nuestro sacrosanto Tribunal Constitucional, ratifiquen o rectifiquen lo ya acontecido. Mi amigo zul¨² Thulami Mokaena, que no cree en sus brujos ni en nuestro Tribunal Constitucional, advierte que la selecci¨®n uruguaya, aunque estuviera congelada, podr¨ªa volver a ganar a bal¨®n parado, como hizo con Ghana.
El mejor jugador a bal¨®n parado de todos los tiempos, afirmaba Helenio Herrera, ha sido Ladislao Kubala. Era, seg¨²n el m¨ªtico entrenador, infalible en los lanzamientos de penaltis y golpes francos. Su serenidad y precisi¨®n se ha echado de menos en este Mundial. Era capaz de imprimir tanta potencia al bal¨®n sin tomar carrerilla que avanzaba hasta estar encima de la pelota y se deten¨ªa sin llegar a tocarla, provocando que el portero se tirara antes de que ¨¦l chutara. Le bastaba entonces con colocar el bal¨®n en el lado opuesto a la estirada. Esta t¨¦cnica, llamada paradina, era muy controvertida y, en ocasiones, el ¨¢rbitro obligaba a repetir el penalti porque el portero siempre se mov¨ªa antes que el bal¨®n. Existen ciertas similitudes con el penalti a lo Panenka, que El Loco Abreu ejecut¨® en la tanda final del partido con Ghana, ya que se trata en ambos casos de una deliberada ralentizaci¨®n que requiere reunir, en la misma persona y en un ¨²nico instante, la perversa parsimonia de un juez del Constitucional, la imp¨²dica falacia de un pol¨ªtico en periodo electoral y la imperturbable sangre fr¨ªa de un asesino a sueldo.
Cualidades de las que el africano Gyan carec¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.