El papel cr¨ªtico de los consumidores mestizos
Vivo la rivalidad Apple/Google de manera personal¨ªsima, como hijo de unos padres cuyos pa¨ªses de origen estuvieran en guerra. De ah¨ª la necesidad de comenzar aclarando mis inclinaciones, mis afinidades en conflicto.
Compr¨¦ mi primer Mac en 1984, desert¨¦ de la marca en los insoportables tiempos del OS 8.5, y volv¨ª a la manzana cuando Microsoft anunci¨® que interrumpir¨ªa el servicio de Windows XP. Hoy, adem¨¢s del ordenador, tengo iPod, iPhone e iPad. A excepci¨®n del Kindle (que discretamente sustituyo por mi iPad para leer los libros de Amazon), todos mis aparatos son Apple.
Me cruc¨¦ con Larry Page, fundador de Google, en 1998 y, aunque lo pens¨¦, no tuve la clarividencia de pedirle trabajo. Uno de mis orgullos es el haber publicado temprano mis primeras notas sobre aquel motor de b¨²squeda, y desde entonces utilizo sus servicios: Gmail, Reader, Google News y los mapas (no les perdono la supresi¨®n del Notebook).
Es probable que no vacile en pasarme a Chrome apenas cuente con los plug-ins que uso en Firefox. Pero me encanta criticar a ambos, podr¨ªa decir que hasta me gusta odiarlos. No lo considero ni defecto ni debilidad, m¨¢s bien ejemplo de la actitud participativa y cr¨ªtica que debemos mantener frente a tales mastodontes tecnol¨®gicos.
?Qu¨¦ significa, pues, la rivalidad entre estos dos ex aliados? Lo fueron contra Microsoft cuando Microsoft a¨²n contaba, y hoy compiten por los mismos mercados (publicidad, telefon¨ªa m¨®vil, y pronto m¨²sica y libros, entre otros) porque as¨ª son los negocios. Hecho que no necesariamente los vuelve "enemigos", y hasta podr¨ªamos conceder cierta parad¨®jica credibilidad a una frase de Eric Schmidt, mandam¨¢s de Google, pronunciada en ocasi¨®n de la nueva versi¨®n del sistema operativo Android. M¨¢s que disputar con su rival, dijo, "estamos tratando de hacer algo distinto a Apple y la buena noticia es que Apple nos est¨¢ facilitando la tarea".
La l¨®gica es sencilla y radica en el coraz¨®n de las diferencias: Google propone un sistema abierto (controla la elaboraci¨®n del sistema operativo (SO), pero cada cual puede modificar sus aplicaciones), mientras Apple propone su propio sistema y el total control: SO, aplicaciones y aparatos.
Steve Jobs, mandam¨¢s de Apple, lo reconoce, a su manera, cuando trata de justificarse: "La gente que quiere pornograf¨ªa puede comprar un tel¨¦fono Android". Ofrece protecci¨®n a cambio de restringir libertades.
La diferencia conlleva los peligros que cada una de las dos empresas representa. La apertura de Google permite que est¨¦ en todos los campos, omnipresencia que se traduce en poder avasallador y, por lo tanto, problem¨¢tico.
El notable crecimiento de Apple, por su parte, descansa en la protecci¨®n que ofrece en sus espacios controlados. El riesgo, para el ecosistema, es que mata las posibilidades de innovaci¨®n no previstas, como lo se?ala Jonathan Zittrain en su libro El futuro de Internet.
Rivales, s¨ª, pero en la red hay sitio para espacios abiertos y cerrados, y las dos empresas saben cual quieren.
Para nosotros, los consumidores, es fundamental que ambas puedan seguir evolucionando sin que ninguna amenace con ahogar el mercado. En este terreno surge el problema con Facebook, un ni?o gigante de ambiciones descomunales. Quiere, como Google, estar en todas partes (y podr¨ªa imponerse) y, como Apple, altera una caracter¨ªstica clave de la riqueza de Internet, en este caso su ausencia de centralidad. Facebook quiere centralizar los datos. Ser¨ªa muy grave.
No se trata de tomar partido sino de desarollar una visi¨®n m¨¢s cr¨ªtica de estos rivales, ejercico dif¨ªcil pero m¨¢s saludable -para todos- que la identificaci¨®n de corte religiosa tan com¨²n entre los fan¨¢ticos de una u otra marca. ?Quienes mejor, para promoverla, que nosotros, consumidores mestizos de sus servicios?
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