Fatiga de liderazgo
La semana pr¨®xima tendremos el debate sobre el estado de la naci¨®n. Todos intuimos que ser¨¢ una reiteraci¨®n de lo ya acostumbrado. El centro del mismo ser¨¢ el duelo entre Zapatero y Rajoy, algo m¨¢s que familiar y de lo que no cabe esperar grandes sorpresas. Los hemos visto enfrentarse en tantas ocasiones a lo largo de este curso parlamentario, que pocos pueden esperar encontrarse con alguna novedad. Quiz¨¢ se produzca en los contenidos; no en las formas.
Hay algo que s¨ª es nuevo, la can¨ªcula reinante, que no asociamos precisamente con la actividad parlamentaria. Tambi¨¦n el estado general de relajo vacacional y la descomunal distracci¨®n colectiva provocada por el Mundial. Es posible que nunca como en los pr¨®ximos d¨ªas de la semana entrante se produzca una mejor escenificaci¨®n del divorcio entre pol¨ªticos y ciudadan¨ªa. Mientras la clase pol¨ªtica se pone sus mejores galas para el ceremonial del enfrentamiento interpartidista, la gente corriente mirar¨¢ para otro lado. No por una falta de inter¨¦s sobrevenida, que tambi¨¦n, sino por la sobredosis de exposici¨®n medi¨¢tica de los protagonistas. Ahora que adem¨¢s amenazan con trabajar todo el verano se nos ponen los pelos de punta. Eso significa que no descansaremos de ellos ni en vacaciones. Que seguir¨¢n ah¨ª, con sus habituales invectivas, su mera presencia.
Es una de las pocas oportunidades de Zapatero para enderezar el rumbo
Es curioso esto de la pol¨ªtica en la sociedad medi¨¢tica. Para poder venderse, obliga a sus protagonistas a estar permanentemente en los medios si quieren ser alguien. Parad¨®jicamente, esta omnipresencia los acaba tambi¨¦n quemando. Tan malo es estar en la sombra como excesivamente expuesto. Y el problema de nuestros pol¨ªticos -no solo de los nuestros- es su continua presencia en nuestras vidas. Al final nos ocurre con ellos como con la calle en que vivimos, que de puro familiar ya ni siquiera la vemos.
Captar la atenci¨®n p¨²blica se convierte as¨ª en una verdadera obsesi¨®n, sobre todo porque saben bien que ya no nos entretienen. La habitual estrategia para hacerlo sol¨ªa ser la descalificaci¨®n mutua, la iron¨ªa, las declaraciones grandilocuentes. A estas alturas del curso hasta esto es in¨²til. Llegamos al verano estragados por la sobredosis y se echan mucho en falta las denostadas vacaciones parlamentarias. Ahora nos damos cuenta de que nosotros no descansamos del todo si ellos tampoco lo hacen.
Imagino que muchos de ustedes se sentir¨¢n con un ¨¢nimo similar al que acabo de describir. Sin embargo, les pedir¨ªa un poco de paciencia. Este debate sobre el estado de la naci¨®n puede introducir alguna sorpresa. Es una de las pocas oportunidades, junto con una crisis de Gobierno, que le quedan a Zapatero para tratar de enderezar el rumbo. Todos los debates sobre el estado de la naci¨®n han sido siempre el momento elegido por el presidente para sorprendernos. Me resisto a pensar, por tanto, que sea m¨¢s de lo mismo: el habitual debate tenso y crispado, que deja en el trasfondo los verdaderos problemas, los temas importantes. Por lo que ya sabemos, Zapatero intentar¨¢ conseguir apoyos para las reformas pendientes; en particular la reforma del mercado laboral y la de las pensiones y las que afectan al sistema financiero. El PP, por su parte, no podr¨¢ esconderse una vez m¨¢s. Si lo hace, habr¨¢ desperdiciado una ocasi¨®n de oro para manifestar que s¨ª tiene un plan; un criterio pol¨ªtico sobre c¨®mo ordenar y gestionar la crisis. O puede que s¨ª se esconda. Para saberlo me temo que tendremos que seguir el debate.
Otro punto interesante ser¨¢ observar la reacci¨®n de los partidos catalanes, y de otros partidos nacionalistas, a la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Ah¨ª quiz¨¢ podamos descubrir su grado de cohesi¨®n, la variedad de sus posiciones, as¨ª como su nivel de afectaci¨®n. Y, consecuentemente, la propia posici¨®n del Gobierno y el PP al respecto. Como se ve, nuestras dos grandes crisis del momento, la econ¨®mica y la catalana, centrar¨¢n la discusi¨®n. El curso pol¨ªtico se cerrar¨¢ as¨ª con una gran traca final en una caliginosa noche de verano. La gran noticia ser¨ªa que hubiera acuerdos o, al menos, el ¨¢nimo, por difuso que sea, para alcanzarlos. De no producirse es muy posible que nos vayamos a la cama reforzados en nuestro escepticismo sobre todo lo pol¨ªtico y sintiendo en el alma que no quede ya ning¨²n partido del Mundial. Pero que no decaiga la moral, piensen que la Roja nos ha dado, al menos, un atisbo de unidad. Y, lo m¨¢s importante, que el curso pol¨ªtico se habr¨¢ acabado.
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