Mejor Pedrito que Pedro
Es peque?ito, parece fr¨¢gil, tiene el gesto simp¨¢tico, sin hacer ostentaci¨®n y gracias a un mentor con intuici¨®n privilegiada y sentido del riesgo ha ascendido sin necesidad de escalaf¨®n de los campos rugosos y los sueldos ¨ªnfimos de la Tercera Divisi¨®n a la titularidad en ese Barcelona deslumbrante y a abandonar la lacerante reserva en una selecci¨®n nacional que siempre tendr¨¢ un altar en el recuerdo colectivo. Hasta hace poco, su nombre profesional era algo tan condescendiente, familiar e infantil como Pedrito, pero el esplendor que le ha ca¨ªdo encima no consideraba serio el diminutivo y lo ha cambiado por el prosaico y austero Pedro.
Pedrito, ese chaval que cae bien a todo el mundo, tambi¨¦n ha disfrutado del don, el talento, el oportunismo o la suerte de marcar goles en los partidos que deciden t¨ªtulos, en los que solo existe el triunfo o el fracaso. Le faltaba uno decisivo en el escaparate m¨¢s suntuoso, en el Mundial, donde el gesto m¨¢s liviano de los gladiadores obtiene resonancia universal. Imagino que puede convertirse en algo obsesionante, en un sue?o tangible, acompa?ado de la certidumbre en que tu nombre va a quedar grabado en la historia. Se necesita mucho car¨¢cter, madurez, grandeza y sentido de la l¨®gica para hacer lo normal, o sea, desplazar inteligente y sensatamente el bal¨®n hacia el compa?ero que est¨¢ solo delante de la porter¨ªa y que ¨¦l protagonice el triunfo del equipo, de un f¨²tbol primoroso que no merece exponerse a un infarto por el ataque de egolatr¨ªa que ha sufrido alguien empe?ado en finalizar su proeza como lo hubiera hecho el inimitable Maradona.
Esta pel¨ªcula sobre c¨®mo el hambre de gloria puede nublar el cerebro, alcanza a¨²n m¨¢s dramatismo cuando observas que el compa?ero que ten¨ªa que culminar la jugada del enajenado era Torres, el ¨¢ngel deca¨ªdo y cuestionado, el hombre que m¨¢s necesitaba ese gol para recobrar la fe en s¨ª mismo. Pedro le pidi¨® perd¨®n. L¨¢stima que se autojusficara despu¨¦s con la pat¨¦tica mentira de que no le hab¨ªa visto. "Oh Bartleby, oh humanidad", escribi¨® Melville.
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