F¨¢bula de las naranjas
Johan Cruyff naci¨® en una fruter¨ªa vecina al estadio del Ajax. Es l¨®gico que asociara el f¨²tbol con las naranjas: la selecci¨®n de los Pa¨ªses Bajos lleva el color de la Casa de Orange. Cruyff visti¨® esa camiseta con temple rebelde; llevaba en la espalda un ins¨®lito n¨²mero 14 y en los hombros las cenizas de su m¨¢s reciente cigarrillo.
En el Mundial de 1974, Holanda provoc¨® una revoluci¨®n. El equipo dirigido por Rinus Michels borr¨® las posiciones fijas, hizo que el bal¨®n circulara por todas partes y se dio el lujo de jugar con un portero cuya mayor virtud era regar el c¨¦sped.
Desde la Hungr¨ªa de 1954 ninguna otra selecci¨®n hab¨ªa brillado tanto como subcampeona. En 1978, la Naranja Mec¨¢nica volvi¨® a perder en la final. El pa¨ªs que le gan¨® terreno al mar se qued¨® a solo unos cent¨ªmetros de la gloria.
La Holanda de 1974 borr¨® las posiciones fijas e hizo que el bal¨®n circulara por todas partes
En un Mundial desprovisto de arte surge la oportunidad de un ¨²ltimo elogio de la locura
No es casual que Cruyff decidiera jugar a orillas del Mediterr¨¢neo, el lugar de donde vienen las naranjas. Marcel Bataillon dedic¨® una obra tit¨¢nica a mostrar el influjo de un holand¨¦s en el pensamiento espa?ol: Erasmo y Espa?a. Se necesitar¨ªa la misma erudici¨®n para describir la influencia de Cruyff como jugador del Bar?a y entrenador del dream team. La Mas¨ªa, escuela barcelonesa del f¨²tbol, ha impartido lecciones de imaginaci¨®n y libertad. Egresado de esa pedagog¨ªa, Pep Guardiola convirti¨® el arte en una forma de la eficacia y condujo al Barcelona a seis t¨ªtulos en un a?o.
La Espa?a de la Furia se transform¨® en la Espa?a del toque. La buena nueva tra¨ªda por un holand¨¦s desemboc¨® en un estilo propio: el rojo es un naranja entusiasmado.
Un a?o antes de la Revoluci¨®n francesa, Goethe estren¨® Egmont, que trata de la autodeterminaci¨®n de los pueblos y la tolerancia religiosa. Ah¨ª, los nobles holandeses se alzan contra la Espa?a inquisitorial de Felipe II. En 1568, Guillermo de Orange y Enrique de Egmont preconizan la libertad de discusi¨®n. Desde entonces, los Pa¨ªses Bajos han defendido la disidencia. Esto ha provocado tremendas pol¨¦micas en la Naranja Mec¨¢nica. Cruyff se neg¨® a ir al Mundial de 1978, Van Nistelrooy disput¨® con Van Basten, el portero Van der Sar no se entendi¨® con el entrenador Van Marwijk. En involuntario homenaje a Rembrandt, los discutidores holandeses han tenido claroscuros. Aun as¨ª, ganaron todos los partidos de su eliminatoria y han ganado todos los de este Mundial.
?Tienen fibra triunfal? Las batallas del siglo XVI est¨¢n en el himno holand¨¦s pero no han llegado a los tatuajes de los jugadores. Las finales perdidas en 1974 y 1978 son est¨ªmulos m¨¢s recientes. De manera a¨²n m¨¢s pr¨®xima, Van Bronckhorst y Van Bommel tienen cuentas pendientes con el Barcelona y Robben y Sneijder con el Real Madrid. "No hay en mi sangre una sola gota que me haga vivir a la espa?ola", exclama con orgullo el Egmont de Goethe. Para triunfar, Holanda necesita ahora vehemencia espa?ola.
En M¨¦xico, uno de los principales legados de la conquista son los patios donde brotan las naranjas. Carlos Fuentes escribi¨® un libro de relatos sobre el tema: el naranjo. Circunferencia solar, la naranja fue un s¨ªmbolo espa?ol de arraigo.
Dos pa¨ªses que han trasvasado culturas se enfrentan en la cancha. En un Mundial desprovisto de arte surge la oportunidad de un ¨²ltimo elogio de la locura. Paul ?luard anticip¨® la final de 2010 con po¨¦tica certeza: "El mundo es azul como una naranja". En las gradas, puede surgir otra divisa: "En medio de los dos, Cruyff como un Dios".
El ni?o que vend¨ªa naranjas y estuvo a punto de ser campe¨®n en 1974, triunfar¨¢ hoy con otros nombres.
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