La querencia del maestro
Tolst¨®i no solo fue uno de los m¨¢s grandes novelistas de todos los tiempos, sino tambi¨¦n un m¨ªstico, un patriarca de la moral, un pacifista mesi¨¢nico que inspir¨® a Gandhi y los 'kibutz'
Desde que le¨ª por primera vez Guerra y Paz, de Lev Tolst¨®i, todo un volumen de La Pl¨¦iade, en el verano de 1960, en Perros-Guirec, un pueblecito de Breta?a, so?aba con visitar alguna vez Yasnaya Polyana. Me he demorado medio siglo en materializar aquel sue?o, pero val¨ªa la pena porque la finca y la casa donde Tolst¨®i naci¨®, pas¨® la mayor parte de su vida, escribi¨® sus dos obras maestras -Guerra y Paz y Anna Kar¨¦nina- y donde fue enterrado, se hallan mani¨¢ticamente preservadas, seg¨²n una robusta tradici¨®n de este pa¨ªs donde los escritores insumisos, mientras est¨¢n vivos y escribiendo, suelen ser censurados, acosados, encarcelados y a veces asesinados, pero cuando mueren se convierten en objetos de un culto religioso.
Sufr¨ªa de verdad por los privilegios de que gozaban ¨¦l y toda la clase aristocr¨¢tica
Es un hermoso lugar, a unos 200 kil¨®metros al sur de Mosc¨², en los alrededores de Tula, lleno de estanques, con avenidas de abedules, ¨¢lamos, robles y manzanos, que cortan los sembr¨ªos cuadriculados, y, en este d¨ªa soleado y c¨¢lido, se divisan aqu¨ª y all¨¢ grupos de estudiantes de una escuela de Bellas Artes que pintan paisajes del natural. Se?alando los establos, la gu¨ªa nos precisa que cuando Tolst¨®i vivi¨® aqu¨ª la finca contaba con 30 caballos -el due?o de casa era un avezado jinete- y el n¨²mero se conserva tal cual. Tambi¨¦n los ¨¢rboles frutales plantados en su tiempo, as¨ª como las jardineras, y que todo el mobiliario y los objetos de la casa principal pertenecieron a la familia. Durante la Segunda Guerra Mundial se salvaron de milagro, pues el Ej¨¦rcito de Hitler ocup¨® la vivienda, pero la encontr¨® vac¨ªa porque los campesinos ocultaron todo lo que hab¨ªa en ella y lo devolvieron luego de la derrota de los invasores.
Desde afuera, la casa tiene un semblante imponente, con sus balcones de barandas labradas y sus maderas pintadas de blanco, pero en el interior todo es sencillo, m¨¢s bien r¨²stico, y algo apretado, pues aqu¨ª vivieron, adem¨¢s de Lev y Sof¨ªa, su esposa, los ocho hijos que sobrevivieron de los 13 que concibi¨® la pareja, adem¨¢s del m¨¦dico de la familia, el secretario y una nube de mayordomos y sirvientas. El cuartito en el que Lev se confin¨® cuando decidi¨® renunciar al sexo es min¨²sculo y espartano, la celda de un monje.
El escritorio es peque?o y emocionante, con sus plumas, tinteros, secantes, fotograf¨ªas familiares, y los dos libros que Tolst¨®i estaba leyendo a sus 82 a?os, el mismo d¨ªa que se fug¨® de la brava Sof¨ªa para ir a morir a la min¨²scula aldea de Astapovo: los Ensayos de Montaigne y los Pensamientos de Pascal. Los estantes que pululan por todos los rincones de la casa tienen libros en cinco idiomas -se dice que le¨ªa 14-, pero entre los extranjeros prevalece el franc¨¦s. Vi varios de Victor Hugo, de quien Tolst¨®i elogi¨® Los Miserables con un entusiasmo inusual en ¨¦l, pero, en cambio no divis¨¦ ninguna comedia de Shakespeare a quien intent¨® fulminar con una diatriba tan disparatada como ins¨®lita.
En los ¨²ltimos meses de su vida, este octogenario hab¨ªa comenzado tambi¨¦n a estudiar chino, prueba irrefutable de la juventud de su esp¨ªritu y de esos lampos de locura que jalonaron siempre su genialidad. Para entonces hac¨ªa a?os que hab¨ªa dejado de ser s¨®lo uno de los m¨¢s grandes novelistas de todos los tiempos, para convertirse en un profeta, un m¨ªstico, un inventor de religiones, un patriarca de la moral, un te¨®rico de la educaci¨®n y un fantasioso ide¨®logo que propon¨ªa el pacifismo, el trabajo manual y agr¨ªcola, el ascetismo y un cristianismo primitivo, libertario y sui generis como remedio a los males de la humanidad. A esta casa le lleg¨® la noticia de que la Iglesia Ortodoxa lo hab¨ªa excomulgado, algo que en vez de perjudicarlo lo hizo m¨¢s popular, por lo menos fuera de Rusia. Las cosas que dec¨ªa reverberaban por todo el planeta y por lo menos en cuatro de los cinco continentes surgieron, ya en vida de ¨¦l, esas comunidades agrarias de j¨®venes tolstoianos -muchos artistas y poetas entre ellos- que abandonaban las ciudades, renunciaban al esp¨ªritu de lucro e iban a regenerarse moralmente comparti¨¦ndolo todo y trabajando la tierra con sus manos. Que estas colonias anarco-pacifistas no duraran mucho tiempo no impidi¨® que el pacifismo mesi¨¢nico de Tolst¨®i dejara una marca en la historia: Mahatma Gandhi fue uno de sus m¨¢s ilustres disc¨ªpulos, al igual que Martin Luther King, y el sionismo se inspir¨® en muchas ideas de Tolst¨®i, sobre todo en la concepci¨®n del kibutz.
Pero el inmenso prestigio que lleg¨® a alcanzar en el mundo entero no hubiera sido posible si, detr¨¢s de sus audaces, pintorescas y a veces temerarias teor¨ªas, no hubieran existido las novelas que escribi¨®, sobre todo ese prodigio que es Guerra y Paz. ?C¨®mo lo hizo? Aqu¨ª, a Yasnaya Polyana, vienen investigadores del mundo entero a tratar de averiguarlo, escudri?ando sus borradores, notas, res¨²menes de lecturas y de testimonios que fueron la materia prima de esa cicl¨®pea empresa, acaso la m¨¢s ambiciosa que haya emprendido jam¨¢s un escritor. Pero aunque de esos escrutinios salgan a veces ensayos l¨²cidos e interpretaciones profundas, es seguro que ninguno de ellos llegar¨¢ jam¨¢s a explicar entera y cabalmente el misterio que es siempre una obra maestra absoluta.
Yo la he le¨ªdo tres veces, en franc¨¦s, en ingl¨¦s y en espa?ol, y cada vez he sentido ese malestar impregnado de maravillamiento y envidia que produce una obra de arte que parece haber roto los l¨ªmites, ido m¨¢s all¨¢ de lo posible al com¨²n de los mortales, al recrear un mundo tan diverso y vertiginoso como el real, pero mucho m¨¢s n¨ªtido, coherente, comprensible y perfecto, con sus casi 600 personajes tan bien diferenciados, sus epopeyas y sus miserias, su aptitud para elevarse sobre sus limitaciones y defectos y alcanzar el hero¨ªsmo, la sabidur¨ªa y la santidad, o hundirse en la vileza, en la mediocridad del mont¨®n y llegar ya siendo nadie a la nada. En ninguno de sus ensayos describi¨® mejor Tolst¨®i la condici¨®n humana, lo que somos y lo que no somos, que en esta novela, que emprendi¨® sin pretensiones filos¨®ficas, sociol¨®gicas ni religiosas, en la que, como escribi¨® en el ep¨ªlogo del libro, se propuso s¨®lo contar una historia militar. Guerra y Paz tambi¨¦n es eso, desde luego, una cr¨®nica de la resistencia del pueblo ruso a la invasi¨®n de las tropas napole¨®nicas, que se lee con la atenci¨®n absorbente que merece una buena novela de aventuras. Pero es al mismo tiempo tantas otras cosas que cualquier definici¨®n resulta pobre comparada con esa mir¨ªada de experiencias y situaciones que hay en ella: lo militar, lo religioso, lo pol¨ªtico, lo art¨ªstico, el amor, el odio, la generosidad, la amistad, los demonios de la irracionalidad y los instintos m¨¢s oscuros, el candor, la pureza, la soledad. El calificativo que m¨¢s le conviene es: total. Nada le falta, nada le sobra para darnos esa impresi¨®n fant¨¢stica del aleph borgiano: todo est¨¢ all¨ª. Una novela que ha materializado el anhelo imposible de todo novelista: recrear un mundo a su imagen y semejanza, en su totalidad.
Probablemente Tolst¨®i nunca fue consciente de su logro. Estaba siempre demasiado entregado a sus proyectos revolucionarios, la escuela para los hijos de los siervos donde ensay¨® m¨¦todos educativos de su invenci¨®n y cuyo local a¨²n se conserva, o la manera de refrenar la concupiscencia y los apetitos materiales a los que sucumbi¨® tantas veces, siempre con atroces remordimientos y prop¨®sitos de enmienda, o en su empe?o de hacer de la religi¨®n algo que desechara toda forma de prejuicio, oscurantismo y superstici¨®n y congeniara con la naturaleza humana. Aunque pod¨ªa ser arrogante y soberbio en el plano intelectual, y exig¨ªa de sus amigos y disc¨ªpulos la incondicionalidad, carec¨ªa de las mediocres vanidades de muchos de sus colegas, y no le importaban la fama, los reconocimientos ni el poder. Sufr¨ªa de verdad por los privilegios de que ¨¦l y toda la clase aristocr¨¢tica gozaban y se compadec¨ªa hasta las l¨¢grimas por la condici¨®n de los humildes y de todas las v¨ªctimas de la pobreza, la explotaci¨®n y la injusticia. Que los remedios que imaginara para poner fin a la desigualdad y al abuso fueran ingenuos y a menudo irreales no disminuye el valor moral de sus esfuerzos, en su vida diaria, por privarse de todo lujo, imponerse costumbres asc¨¦ticas y multiplicar las iniciativas a fin de acercarse espiritualmente a los desheredados.
Lo m¨¢s hermoso de Yasnaya Polyana es la tumba de Tolst¨®i. Est¨¢ en medio del bosque y no hay en ella inscripci¨®n alguna: un peque?o mont¨ªculo cubierto por la hierba y rodeado de alt¨ªsimos ¨¢rboles cuya verdura, en este impetuoso d¨ªa de verano, resiste la embestida del sol. El aire susurra entre las hojas y las ramas y hay en el lugar una paz y un sosiego que Lev Tolst¨®i no conoci¨® jam¨¢s en toda su existencia.
Al salir de la finca-museo, el visitante puede almorzar en un peque?o restaurante del poblado de Yasnaya Polyana que ofrece platos guisados seg¨²n las recetas de Sof¨ªa Tolst¨®i. Valientemente, yo pido uno de ellos, al tanteo. Resulta ser un guiso espeso y oloroso de papas, cebollas, setas y pedazos de carne muy nerviosa que rasca el paladar. ?Todo sea por el genio!
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2010.? Mario Vargas Llosa, 2010.
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