Innovaci¨®n y calidad de vida
Una vez constatado que mis enjundiosos an¨¢lisis sobre el desolador panorama econ¨®mico y pol¨ªtico (que no deportivo) de este pa¨ªs resultan totalmente irrelevantes para modificar el lamentable curso de los acontecimientos, he decidido concentrarme a partir de ahora ¨²nicamente en aquellos asuntos cotidianos que contribuyan a mejorar mi calidad de vida personal, dejando principios, utop¨ªas y empresas de mayor enjundia a quienes todav¨ªa deseen, in¨²tilmente, pasar a la Historia por la puerta de los h¨¦roes.
Algunos lectores pensar¨¢n que se trata de una postura algo ego¨ªsta y muy poco edificante, pero se equivocan. En realidad, actuando de este modo, colaboro activamente con una de las piezas clave de nuestro maltrecho sistema de innovaci¨®n: el Instituto de Biomec¨¢nica de Valencia (junto con la Asociaci¨®n Cuida), el cual ha tenido la acertada idea de organizar el primer foro sobre innovaci¨®n, econom¨ªa y calidad de vida, con la finalidad de demostrar que es posible utilizar aqu¨¦lla (la innovaci¨®n) para producir objetos y servicios dirigidos a las personas como tales, y no a esa entelequia, tan magm¨¢tica como impersonal, que conocemos como "los consumidores".
Parece una cuesti¨®n ret¨®rica porque, al fin y al cabo, todas las personas acaban yendo al mercado para intentar satisfacer sus necesidades, actuando entonces como consumidores. Pero solo lo parece, porque bastar¨ªa con que reflexion¨¢ramos sobre la enorme distancia que a menudo media entre nuestras verdaderas necesidades y la satisfacci¨®n de las mismas que promete el mercado (o la Administraci¨®n en el caso de los servicios p¨²blicos) para darnos cuenta de que el asunto tiene bastante calado.
Imaginemos, a modo de ejemplo, un mundo en el que los productos y servicios cumplieran exactamente la funci¨®n para la que fueron concebidos y adquiridos. Dispositivos abref¨¢cil que abran f¨¢cil, se?ales urbanas que se?alen, sillas dise?adas para sentarse, estanter¨ªas sin tornillos imposibles ni llaves Allen, zapatos del 42 que nunca se agoten, libros de instrucciones que se entiendan, tel¨¦fonos m¨®viles concebidos para llamar por tel¨¦fono, aparcamientos de dos plazas ?que tengan espacio para dos plazas!, un ¨²nico y sencillo mando a distancia para ver la televisi¨®n, activar el DVD y acceder a Internet, trenes que lleguen a la hora anunciada, supermercados en los que no haya que perder 15 minutos en la cola de salida, restaurantes acondicionados contra el ruido, sistemas de megafon¨ªa que permitan escuchar lo que se dice, parques infantiles ?dise?ados para los ni?os!, informativos de televisi¨®n que informen, o apartamentos "con vistas al mar" desde los que se vea el mar. Si tal mundo existiera ?qui¨¦n podr¨ªa negar entonces que nuestra calidad de vida como personas dar¨ªa un salto de gigante en la buena direcci¨®n, fuera cual fuera nuestra experiencia como consumidores?
No s¨¦ qu¨¦ conclusiones se sacar¨¢n cuando en noviembre acudamos todos al foro a debatir sobre el asunto; pero cr¨¦anme, por fin he encontrado algo por lo que realmente merece la pena luchar.
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