Prohibir realidades no soluciona nada
A lo largo de casi un siglo, las pretensiones de muchos catalanes de lograr un mejor acomodo y reconocimiento dentro de Espa?a han sufrido una serie de frustraciones y ¨¦xitos que quiz¨¢s hoy, tras el reciente fallo del Tribunal Constitucional (TC), pueden ser ¨²tiles recordar y analizar. En 1918-1919 naufrag¨® en las Cortes Espa?olas un primer proyecto de Estatuto de Autonom¨ªa para Catalu?a impulsado b¨¢sicamente por la Lliga Regionalista. Ello signific¨® el fracaso de la v¨ªa regeneracionista propiciada por Francesc Camb¨®, la que deseaba reformar y modernizar el Estado y resituar el concepto de naci¨®n espa?ola. Ante esa frustraci¨®n, el diario madrile?o El Sol anunci¨® su temor de que a los partidarios de convertir Catalu?a en "el Piamonte de Espa?a" les seguir¨ªan los que prefer¨ªan que fuese "una Irlanda".
El TC niega la pluralidad. Ya ni es constitucional definir a Espa?a como "naci¨®n de naciones"
El 14 de abril de 1931, un "irland¨¦s", Francesc Maci¨¤, proclam¨® unilateralmente la Rep¨²blica Catalana en el marco de la ruptura pol¨ªtica con la Monarqu¨ªa espa?ola. Sin embargo, y desde la posici¨®n de fuerza que le otorgaban los hechos consumados, Maci¨¤ se avino a rehacer el pacto hisp¨¢nico si el nuevo r¨¦gimen espa?ol ten¨ªa un car¨¢cter confederal o federal. A?o y medio despu¨¦s, el proyecto de Estatuto catal¨¢n aprobado masivamente en un plebiscito en agosto de 1931, era rebajado notablemente por las Cortes Republicanas y reducido a un r¨¦gimen auton¨®mico regional dentro de un "Estado integral", en absoluto federal. Maci¨¤ y los suyos, por pragmatismo y pensando sobre todo en la necesidad de estabilizar el r¨¦gimen republicano, aceptaron la soluci¨®n.
Tras casi 40 a?os de dictadura centralista y nacionalista espa?ola, un nuevo proceso de cambio pol¨ªtico, fruto de un pacto y no de una ruptura como el republicano, culmin¨® en una Constituci¨®n que convert¨ªa a Espa?a en un Estado ampliamente descentralizado, aunque no federal. De este modo, el nuevo r¨¦gimen auton¨®mico catal¨¢n, el Estatuto de 1979, apenas se diferenciar¨ªa de los otros, dado que la Constituci¨®n convert¨ªa la autonom¨ªa en obligatoria para todas las regiones espa?olas. Ahora bien, dado que el pacto pol¨ªtico era el fruto de las circunstancias de la Transici¨®n, la Constituci¨®n fue interpretada por muchos como el punto de partida que marcaba el fin de la dictadura y el inicio de un proceso democr¨¢tico que posibilitar¨ªa futuras reformas e incluso desarrollar y concretar la ambigua soluci¨®n dada a las nacionalidades y regiones. Otros, en cambio, interpretaron la Constituci¨®n como el punto de llegada, el marco final y m¨¢ximo de las atribuciones auton¨®micas. Estos ¨²ltimos lograron incluir en el texto constitucional la "indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola", es decir, que no hab¨ªa lugar para los que no se identificasen con esa naci¨®n ¨²nica y obligatoria.
En 2006, animados por el talante del presidente Rodr¨ªguez Zapatero, con sus declaraciones favorables al reconocimiento de la "Espa?a plural", y tras m¨¢s de 30 a?os de contradictoria "v¨ªa auton¨®mica", la mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos catalanes -representando m¨¢s del 80% de los votos- elaboraron un nuevo Estatuto con la pretensi¨®n de forzar al m¨¢ximo el texto constitucional y plantearse el reconocimiento de la naci¨®n catalana dentro de Espa?a. El texto fue a grandes rasgos aceptado y votado por las Cortes Espa?olas y ratificado en refer¨¦ndum por la mayor¨ªa de los catalanes. Sin embargo, tras cuatro a?os de discusiones, el TC se ha ratificado en una lectura restrictiva de los aspectos ideol¨®gicamente m¨¢s nacionalistas del Estatuto. Su fallo significa la victoria de la visi¨®n de la Constituci¨®n como el punto final, como se han apresurado a proclamar con no poca satisfacci¨®n bastantes dirigentes populares y socialistas. En cambio, en Catalu?a, aumenta la percepci¨®n de estar ante la en¨¦sima derrota de la voluntad de intervenir e influir en la pol¨ªtica espa?ola, de buscar soluciones de concordia y de progreso com¨²n. Predomina una extra?a sensaci¨®n de perplejidad pol¨ªtica ya que ni se puede incidir en lo que es compartido -una lectura m¨¢s amplia de la Constituci¨®n- ni tampoco se les permiten ordenar y definir lo que es propio -el Estatuto-.
As¨ª que, fracasada la vieja "v¨ªa piamontesa", agotada la "auton¨®mica" y rechazada la "federalizante", quiz¨¢s vuelva a resurgir con fuerza la irlandesa, ya que dudo que haya en Espa?a un "talante" gubernamental dispuesto a posibilitar la civilizada "v¨ªa escocesa". Pienso, por tanto, que nos esperan a?os de tensiones dado que de poco sirve prohibir las realidades identitarias existentes. Realmente, ?puede el TC hacer un dictamen pol¨ªtico que niega el reconocimiento legal de la pluralidad de identidades existente hoy en Espa?a? Resulta, as¨ª, que ahora ya ni la compleja definici¨®n de Espa?a como "naci¨®n de naciones" es constitucional. ?Es tan dif¨ªcil aceptar que la mayor¨ªa de los catalanes consideran que su naci¨®n es Catalu?a sin que por ello nieguen la existencia de la naci¨®n de los espa?oles? V¨ªctor Balaguer se lamentaba hace siglo y medio de que para muchos de los espa?oles "no hay m¨¢s naci¨®n que Castilla, ni m¨¢s glorias nacionales que las glorias castellanas". ?Por qu¨¦ la Constituci¨®n no puede reconocer un hecho social y pol¨ªtico objetivo como es que muchos ciudadanos se sienten nacionalmente catalanes, vascos o gallegos? ?Deberemos esperar medio siglo m¨¢s para que los planteamientos fundamentalistas den paso a los realistas?
Borja de Riquer Permanyer es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona (UAB).
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