Tras los pasos del cabalista de Praga
En Praga naci¨®, producto de las palabras y del barro, el primer humanoide de la historia: el Golem. Mucho despu¨¦s de su muerte, su creador, el gran rabino Jud¨¢ Loew Ben Bezalel (1512-1609), sigue inspirando temor
En Praga, delante del viejo ayuntamiento jud¨ªo, se erige la imponente estatua del gran rabino Jud¨¢ Loew Ben Bezalel (1512-1609), conocido como MaHaRaL, el Cabalista.
La estatua tiene m¨¢s de un siglo. Nadie se atrevi¨® a destruirla, ni los nazis, ni los sovi¨¦ticos, ni siquiera los grafiteros de nuestros d¨ªas. Ah¨ª est¨¢, inmutable, protegida por su propia leyenda. Durante el proceso Sl¨¢nsk?, interpuesto en 1952 por el poder estalinista contra los esp¨ªas y los cosmopolitas -es decir, los antiguos dirigentes comunistas de origen jud¨ªo-, el Gobierno dispuso una guardia ante el monumento para protegerlo de posibles agresiones antisemitas. ?Por qu¨¦ esta excepci¨®n? Por miedo a una maldici¨®n. Aqu¨ª naci¨®, producto de las palabras y del barro, el primer humanoide de la historia: el Golem. Mucho despu¨¦s de su muerte, su creador sigue inspirando temor.
?Por qu¨¦ los nazis respetaron Praga? ?Por miedo a MaHaRaL y al Golem?
Heydrich quiso convertir el barrio praguense de Josefov en el "museo ex¨®tico de una raza extinta"
Los praguenses cuentan que, en 1941, Heydrich, reci¨¦n nombrado gobernador adjunto del Reich en Bohemia-Moravia, le propuso a su amigo Himmler utilizar la fuerza del Golem para ganar la guerra. Apasionado por el esoterismo, Hitler lo aprob¨®. Solo quedaba descodificar las f¨®rmulas cabal¨ªsticas que hab¨ªan hecho posible la aparici¨®n del prodigio, una noche del a?o 1600, ante una muchedumbre congregada al pie de la sinagoga Vieja-Nueva de Praga.
Por aquel entonces, Europa estaba en llamas: cat¨®licos y protestantes se hac¨ªan la guerra. Todo los separaba, excepto su odio hacia los jud¨ªos. Las persecuciones antisemitas se multiplicaban. Los jud¨ªos se dirigieron a su rabino en busca de protecci¨®n. Este dud¨® y luego hizo que le trajeran miles de cubos con arcilla procedente de la orilla del r¨ªo Moldava, que atraviesa la ciudad. El rabino model¨® con ella una enorme forma de contornos casi humanos y le insufl¨® la vida. Y as¨ª naci¨® el Golem, pura fuerza sin boca, pues el Verbo solamente les corresponde a los hombres. Esta especie de bomba at¨®mica intimid¨® a los antisemitas, pero pod¨ªa volverse contra sus creadores de la noche a la ma?ana.
El monstruo de arcilla garantiz¨® la seguridad de la ciudad jud¨ªa y restableci¨® la paz y el bienestar. Despu¨¦s, el Golem dej¨® de tener utilidad y se vio relegado a trabajos de construcci¨®n y tareas vulgares. Los ni?os se burlaban de ¨¦l. La gente lo insultaba. Un d¨ªa el Golem se rebel¨® y destruy¨® todo lo que encontr¨® a su paso. Alertado, su creador, el gran rabino Loew, tuvo que quitarle la vida a su obra: el Golem volvi¨® a ser barro. Los habitantes de la ciudad, presa de remordimientos, transportaron ese barro hasta el s¨®tano de la sinagoga Vieja-Nueva, la m¨¢s antigua de Europa.
Para devolverle la vida a ese mont¨®n de arcilla, el nazi Heydrich organiz¨® una unidad denominada "comando Golem". Su objetivo: encontrar a los ¨²ltimos oficiantes de la sinagoga y, si era necesario, torturarlos para obtener las f¨®rmulas necesarias para su resurrecci¨®n.
Seg¨²n los praguenses, el comando obtuvo la informaci¨®n que buscaba. Pero, como explica rab¨ª Haim, guardi¨¢n de la sinagoga, "al no poder descubrir la melod¨ªa que acompa?aba las palabras pronunciadas por el MaHaRaL", no consigui¨® realizar el sue?o de Hitler. Arno Parik, conservador del Museo Jud¨ªo de Praga, cita a David Gans, testigo del prodigio: "Nadie, salvo el MaHaRaL, fue lo bastante puro como para conocer este secreto de la C¨¢bala".
MaHaRaL, el gran rabino Loew, naci¨® en 1512 en Worms, a orillas del Rin. Lleg¨® a Praga a una edad avanzada y a petici¨®n de la comunidad jud¨ªa y del emperador romano germ¨¢nico Rodolfo II. All¨ª permaneci¨® como gran rabino hasta su muerte a los 97 a?os, en 1609. Cabalista reputado, Loew era tambi¨¦n un apasionado de la Filosof¨ªa y la Astronom¨ªa. En Praga entabl¨® amistad con Tycho Brahe y Johannes Kepler, los dos famosos astr¨®nomos que, al mismo tiempo que Galileo y siguiendo a Cop¨¦rnico, probaron que no solo la Tierra giraba alrededor del Sol, sino que una multitud de sistemas solares y planetas poblaban el cielo infinito. Para los cabalistas no fue una revelaci¨®n. El Zohar, o Libro del esplendor, obra emblem¨¢tica de la C¨¢bala, redactado, seg¨²n se cree, en la Espa?a del siglo XIII por Mois¨¦s de Le¨®n, ya hablaba de ello. Para los gentiles, en cambio, este descubrimiento fue fulminante. Desde la noche de los tiempos, los hombres estaban convencidos de que la Tierra era el centro del Universo. Entre Dios y los hombres, hab¨ªa una simple relaci¨®n vertical: el hombre estaba abajo; el Se?or, en los cielos. Pero si el espacio que hab¨ªa por encima de nuestras cabezas, ese espacio reservado a Dios, contaba realmente con una infinidad de astros y planetas, ?d¨®nde se encontraba Su morada? MaHaRaL responde: en el lenguaje. ?No nos ha sido dicho que en el principio era el Verbo?
Todo el mundo se acerc¨® entonces a la C¨¢bala. Su extra?a anticipaci¨®n de este descubrimiento esencial le vali¨® un inter¨¦s repentino y desenfrenado que desbord¨® los ambientes jud¨ªos.
Para m¨ª, nativo de Varsovia, hollar las calles en las que el Golem cobr¨® vida era una aventura extraordinaria. Uniendo mis pasos a los pasos del MaHaRaL cumpl¨ªa un sue?o de infancia, raro privilegio. Pronto descubr¨ª asombrado que el antiguo barrio de Praga permanec¨ªa intacto, que sus sinagogas, su ayuntamiento y sus cementerios segu¨ªan ah¨ª. Eso me dej¨® perplejo: mi ciudad, la ciudad jud¨ªa de Varsovia, desapareci¨® completamente.
?Por qu¨¦ los nazis respetaron Praga? ?Por miedo a MaHaRaL y al Golem? El mismo Goethe visit¨® la sinagoga Vieja-Nueva de Praga antes de escribir El aprendiz de brujo. El Golem de Gustav Meyrink (1915) fue uno de los primeros best seller de la literatura mundial. Por otra parte, la fascinaci¨®n que los jud¨ªos ejerc¨ªan sobre Heydrich era tal que hizo que la Comisi¨®n de Evaluaci¨®n Racial le extendiera un certificado que probaba su pureza de sangre: "Ni sangre de color ni sangre jud¨ªa". Siempre llevaba ese documento junto al coraz¨®n; tambi¨¦n aquel 4 de junio de 1942 en que la resistencia checa consigui¨® abatirlo. Sin embargo, antes hab¨ªa tenido tiempo para presentarle su proyecto a Hitler: convertir el barrio praguense de Josefov en el "museo ex¨®tico de una raza extinta".
Ya que era peligroso tocar la Praga jud¨ªa a causa del MaHaRaL, demiurgo del Golem, ?por qu¨¦ no convertirla en una especie de Jurassic Park en el que las generaciones futuras pudieran contemplar las huellas de un pueblo mal¨¦fico borrado para siempre de la faz de la Tierra? En el n¨²mero 1 de la calle Star¨¦ ?koly, en un hermoso edificio modernista de la antigua juder¨ªa de Praga, se encuentra el Museo Jud¨ªo. Su historiador, Arno Parik, me explica que "bajo control de los nazis, 40 empleados trabajaban 12 horas al d¨ªa para refundar un museo en lugar del nuestro -cerrado en 1939- que abrir¨ªa sus puertas el 3 de agosto de 1942. Para ello, catalogaron m¨¢s de 200.000 objetos".
En aquella ¨¦poca, cerca de 120.000 jud¨ªos viv¨ªan en Praga. Hoy, apenas son 1.700. Su barrio sigue como entonces, con sus "rincones oscuros, pasajes secretos, ventanas condenadas, patios sucios, cervecer¨ªas ruidosas y albergues siniestros", como lo describe Kafka. ?Salvado por el miedo que ejerc¨ªa y sigue ejerciendo el cabalista de Praga? Al amparo de la Sinagoga Klausen, la escuela del MaHaRaL, descubro el viejo cementerio jud¨ªo. Miles de tumbas. M¨¢s de 12.000. El tiempo ha producido m¨²ltiples fisuras en la imponente piedra bajo la que reposan el gran rabino Loew y su esposa Perl.
No me hubiera gustado abandonar Praga sin volver a ver al MaHaRaL. Pero, siguiendo la vieja m¨¢xima yiddish, "no preguntes nunca tu camino a alguien que lo conozca, pues podr¨ªas extraviarte", me pierdo. Le he dado la espalda por error a la estatua del gran rabino Loew y vuelvo a encontrarme ante la casa de Kafka, en el 2 B de la calle Ciheln¨¢. Aqu¨ª, nada parece haber cambiado. A excepci¨®n de un caf¨¦ en la planta baja -el Caf¨¦ Franz Fafka, claro est¨¢- y de una tienda en la que venden bol¨ªgrafos con la efigie del escritor y figurillas de terracota representando al Golem.
Una pareja de ancianos duda entre el bol¨ªgrafo y la estatuilla. Finalmente, compran 20 Golem de una vez; "son para regalar", explica el se?or del pelo blanco en un ingl¨¦s con fuertes resonancias germ¨¢nicas. Luego, volvi¨¦ndose hacia m¨ª con el peque?o Golem en la mano, a?ade: "Ser¨¢ mi amuleto". Yo me digo que tal vez no sea mala idea y tambi¨¦n compro algunos.
Marek Halter es pintor y novelista franc¨¦s de origen polaco. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.