Europa empieza a escribirse a s¨ª misma
Cuando un espacio, una sociedad o un artefacto pol¨ªtico se convierten en objeto del inter¨¦s de los historiadores es porque se han asentado. Es un indicio de que exhiben un perfil propio, susceptible de atraer a los lectores. En realidad, no hace tanto tiempo que Europa como tal -no este o aquel aspecto parcial de su trayectoria- se ha convertido es material historiable. Seguramente quien inaugur¨® este saber fue la Escuela francesa de los Annales, y m¨¢s concretamente uno de sus monstruos, Fernand Braudel, con su La M¨¦diterran¨¦e et le monde m¨¦diterran¨¦en ¨¤ l'¨¦poque de Phillippe II (Armand Colin, Par¨ªs, 1949).
Este libro y esta escuela lo revolucionaron todo. Aportaron una doble novedad, por cuanto estrenaban la lupa sobre la infraestructura social, econ¨®mica y demogr¨¢fica (con cierta distancia de la estricta ortodoxia marxista), por encima del azaroso puntillismo rom¨¢ntico enhebrado sobre la mera sucesi¨®n de acontecimientos; y compactaban el objeto del estudio m¨¢s all¨¢ del Estado-naci¨®n.
Espa?a, Europa y el mundo de ultramar (1500- 1800).
John H. Elliott.
Traducci¨®n de Juan Carlos Bayo y Marta Balcells.
Taurus. Madrid, 2010.
384 p¨¢ginas. 22 euros.
La Europa dividida (1559-1598).
John H. Elliott.
Traducci¨®n de Rafael S¨¢nchez Mantero.
Cr¨ªtica. Barcelona, 2010.
440 p¨¢ginas. 11,95 euros.
Barbarie y civilizaci¨®n, una historia de la Europa de nuestro tiempo.
Bernard Wasserstein.
Traducci¨®n de Isabel Ferrer y Carlos Milla.
Ariel. Barcelona, 2010.
832 p¨¢ginas. 40 euros.
Europa. Las claves de su historia
Jos¨¦ Enrique Ruiz-Dom¨¨nec.
RBA. Barcelona, 2010.
384 p¨¢ginas. 29 euros.
No hace tanto tiempo que Europa como tal se ha convertido en material historiable
La siguiente generaci¨®n de historiadores, de cuna inglesa, a?adi¨® a esos nuevos instrumentos un inter¨¦s especial por los elementos de la historia cultural. Una de sus grandes figuras es John Elliott, a quien se debe el precioso Espa?a, Europa y el mundo de ultramar (1500-1800) (Taurus, 2010). Es un libro fascinante. Su apariencia modesta y su textura de patchwork, a base de peque?os ensayos y conferencias, enga?an. Porque contienen las conclusiones condensadas de una fruct¨ªfera carrera de m¨¢s de medio siglo de existencia.
Esa trayectoria es m¨¢s que elegante. Se inici¨® sobre una aventura finalmente perdedora (The revolt of catalans, a study in the decline of Spain, 1598-1640, Cambridge, 1963), que fascin¨® a bastantes universitarios espa?oles de los setenta. Se centr¨® en la figura de un perdedor, el conde-duque de Olivares, cuando se percat¨® de que su inter¨¦s primigenio, su rival Richelieu, ya estaba m¨¢s que biografiado: de ah¨ª sali¨®, entre otras obras, el magno retrato del valido de Felipe IV (El conde-duque de Olivares, Cr¨ªtica, 1990), una plutarquiana vida paralela (Richelieu y Olivares, Cr¨ªtica, 1984) y la ahora reeditada en bolsillo y actualizada La Europa dividida, 1559-1598 (Cr¨ªtica, 2010). Para culminar en la cr¨®nica comparada de los poder¨ªos espa?ol y brit¨¢nico durante m¨¢s de tres siglos, Imperios del mundo atl¨¢ntico, Espa?a y Gran Breta?a en Am¨¦rica, 1492- 1830 (Taurus, 2006).
Pues bien, Espa?a, Europa y el mundo de ultramar nos ofrece la quintaesencia de todos esos (y algunos otros) magn¨ªficos estudios. Sostiene Elliott que el discurrir de la Europa moderna y contempor¨¢nea demuestra el fracaso de todo intento de unidad continental "basada en el dominio de un Imperio universal o una Iglesia universal", e igualmente "pone en tela de juicio las interpretaciones al uso de la historia europea, concebida desde el punto de vista de un avance inexorable hacia un sistema de Estados-naci¨®n soberanos", pues "la mayor parte de los Estados" fueron "Estados compuestos, los cuales ten¨ªan m¨¢s de un pa¨ªs bajo el dominio de un solo soberano". Ni dictaduras, pues, ni enso?aciones jacobinas.
Por ejemplo, en el caso espa?ol, Castilla, que era el Estado-n¨²cleo, fue "incapaz de imponer una soluci¨®n integradora permanente". El Estado unitario del Rey Sol fue la excepci¨®n, no la norma, pues "las monarqu¨ªas compuestas mostraron una notable capacidad de resistencia y supervivencia", ya que "ofrec¨ªan m¨²ltiples oportunidades adem¨¢s de m¨²ltiples limitaciones". A partir de esta tesis central, el resto de ensayos ilustra algunos aspectos concretos: c¨®mo los ingleses aprendieron de los errores de los espa?oles; c¨®mo el norte de Europa fue absorbiendo y sustituyendo la hegemon¨ªa del ¨¢rea mediterr¨¢nea; c¨®mo los diferentes modos de colonizar generaron distintas poblaciones blancas o mestizas, y ofrecieron o no oportunidades a los pueblos ind¨ªgenas; c¨®mo, en fin, la verticalidad borb¨®nica, opuesta a la horizontalidad de los Austrias, prefigur¨® la ruptura con la metr¨®poli de los espa?oles de Ultramar.
Junto a los historiadores de la Edad Moderna como Elliott, los del siglo XX, probablemente por exigencia de los planes de estudio, son los que m¨¢s se han acercado a una historia total de Europa, no fragmentada por naciones o ¨¢reas. Barbarie y civilizaci¨®n, una historia de la Europa de nuestro tiempo (Ariel, 2010), de Bernard Wasserstein, es un buen ejemplo de texto ¨²til, funcional, pulcro, algo m¨¢s que un manual, pero un manual al cabo. Eso s¨ª, no oculta a veces un cierto deje displicente, como en su trato a la revuelta de Mayo del 68, o una forzada equidistancia, como la empleada al sintetizar la guerra civil espa?ola. Pero describe ordenadamente los cuatro grandes imperios existentes al iniciarse en 1914 el siglo XX, relata imaginativamente la Gran Guerra como un tercer conflicto balc¨¢nico en el que estallan los equilibrios de poder, destripa con acierto la convulsa d¨¦cada de los treinta, y navega bien hasta las crisis petroleras y la democratizaci¨®n de la Europa mediterr¨¢nea, primero, y de la oriental, despu¨¦s. Pespuntea las grandes l¨ªneas-fuerza de cada periodo con h¨¢biles incursiones ilustrativas en las formas de vida, de consumo y de cultura, de las lavadoras a los espect¨¢culos de masas: Alemania contaba "con 2.000 salas de cine en 1914", y en Par¨ªs, a principios de siglo, "hab¨ªa en torno a 30.000 caf¨¦s".
Pero el relato carece de la agilidad, la audacia sintetizadora y la belleza de escritura de un cl¨¢sico que le precede en ambici¨®n y t¨ªtulo: Civilizaci¨®n y barbarie en la Europa del Siglo XX (Planeta, 1997), del maestro Gabriel Jackson. Y tambi¨¦n de la pasi¨®n, capacidad dram¨¢tica de retrato y pulsi¨®n fusionista, por ejemplo, entre la Europa occidental y la del Este, que exhibi¨® Tony Judt (Postwar, a history of Europe since 1945, Penguin Press, 2005. Taurus, 2006), un texto arrebatador que mereci¨® el Premio del Libro Europeo. El lector no encontrar¨¢ nada equiparable a la extraordinaria, v¨ªvida, descripci¨®n que traza Judt de los pa¨ªses europeos humeantes y derruidos, y de sus supervivientes desbordados y descompuestos en 1945, nada de la trepidante historia paralela entre el derrumbe del imperio sovi¨¦tico y la consolidaci¨®n de la bienestante Europa occidental. Pero a cambio, Wasserstein narra con mejor detalle, enfoca con m¨¢s amplio encuadre y pone m¨¢s adecuadamente en valor todo el proceso que en los a?os cincuenta conduce a establecer el mejor invento pol¨ªtico del continente en toda su historia, las comunidades, hoy Uni¨®n Europea. Mientras que Judt lo minimizaba a la anglosajona manera, considerando, por ejemplo, que el Tratado de Roma era poco m¨¢s que "una declaraci¨®n de buenas intenciones".
El tercer gran libro europeo del semestre, m¨¢s que fascinante como el de Elliott, o funcional como el de Wasserstein, es un texto seductor y muy, muy ambicioso, al proponernos un viaje por m¨¢s de trece siglos. Se titula Europa, las claves de su historia (RBA, 2010), y lo firma un medievalista que escribe ¨¢gil como un periodista, el profesor granadino-barcelon¨¦s Jos¨¦ Enrique Ruiz-Dom¨¨nec. Arrancando con Stefan Zweig, Ruiz-Dom¨¨nec condensa el legado europeo en sus ra¨ªces cristianas, una cultura y un espacio comunes, el esp¨ªritu cient¨ªfico, la separaci¨®n de lo secular y lo religioso, la evoluci¨®n de las formas de gobierno y un brev¨ªsimo cat¨¢logo de mitos. "Europa fue el resultado de un encuentro de civilizaciones, la rom¨¢nica y la germ¨¢nica", que fragu¨® en el siglo VII, resume. Confrontada exponencialmente con los turcos desde el XI, "creci¨® en la tensi¨®n entre la guerra y el comercio", amagando su inter¨¦s econ¨®mico "por el control de las materias primas" en forma de cruzadas contra el islam. Fragu¨® el humanismo en el bullir de las ciudades y la ciudadan¨ªa, ese proyecto de "convertir la ciudad en el espacio id¨®neo del ser humano", en contraste con el autoritarismo de los monarcas absolutos. Para su lectura muy cr¨ªtica de la Revoluci¨®n Francesa, el autor se gu¨ªa por el revisionista Fran?ois Furet contra el cl¨¢sico Albert Soboul. Transita con menos incomodidad por los cambios de 1830, 1848 y la Gran Guerra. Y su relato de la crisis de los treinta exhibe sucinto pero certero aparato econ¨®mico: lo m¨¢s importante de la Gran Depresi¨®n fue "su efecto en la mente de los hombres, la p¨¦rdida de confianza en el dinero, la industria y las redes comerciales: el p¨¢nico constituy¨® la realidad a base de confusi¨®n". Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, palpitan bien en sus p¨¢ginas las v¨ªas divergentes a cada lado del tel¨®n de acero: "Mientras el Plan Marshall llen¨® las arcas" de los occidentales, "las reparaciones de guerra exigidas" por Mosc¨² a sus sat¨¦lites "arruinaron a esos pa¨ªses y dificultaron cualquier sentimiento a favor de los sovi¨¦ticos". Al cabo, la UE se revel¨® como un producto de la "rebeli¨®n de las ¨¦lites" surgido "en un estado de debilidad, no de fuerza", que "realiz¨® el milagro de negar la soberan¨ªa nacional en beneficio de una causa superior, suprimiendo fronteras". Y la unificaci¨®n de Europa permiti¨® reescribir su historia a la par que se retrazaban sus mapas.
El relato de Ruiz-Dom¨¨nec presta la (infrecuente) debida atenci¨®n a lo perif¨¦rico (los Balcanes, Rusia, Turqu¨ªa) y sobre todo al devenir cultural, del culto trovadoresco a la dama, a la ¨®pera de Mozart (pues "la m¨²sica es el ¨²nico arte realmente europeo"), pasando por el teatro de Shakespeare, aunque menos por Cervantes. Y si deja sentir una densa simpat¨ªa por los pensadores de la Ilustraci¨®n (el Voltaire que interpreta el terremoto de Lisboa en 1756 como una cat¨¢strofe natural y no un castigo divino a los pecados de los portugueses), tambi¨¦n exuda un indisimulado recelo hacia los revolucionarios: al decisivo abate Siey¨¨s (?Qu¨¦ es el Tercer Estado?) apenas le dedica una cita ocasional.
Lo que aqu¨ª no se publica
Aqu¨ª apenas se prodiga el ensayo-manifiesto, generalmente breve, contundente y de autor franc¨¦s, aunque ahora los anglosajones tambi¨¦n est¨¦n tomando la delantera en esas labores.
No se prodiga, sobre todo (salvo el de textura acad¨¦mica), el ensayo de actualidad sobre Europa, palabra ante la cual bastantes editores y otros tantos lectores deben huir, despavoridos.
Hay excepciones, aunque pocas y ya empiezan a ser a?ejas. Por ejemplo, la estupenda y desacomplejada obrita de Mark Leonard Por qu¨¦ Europa liderar¨¢ el siglo XXI (Taurus, 2005) en la que el joven brit¨¢nico desmontaba algunos tab¨²s sobre la comparaci¨®n de las econom¨ªas de la UE y de Estados Unidos. Por ejemplo, el de que estos apalizan a los europeos en productividad por hora.
Leonard propon¨ªa para Europa la meta de "crear una uni¨®n de uniones que congregue a todas" las organizaciones regionales. As¨ª el siglo XXI ser¨ªa europeo no porque Europa "vaya a gobernar el mundo a la manera imperial, sino porque el estilo europeo de hacer las cosas habr¨¢ sido adoptado en el mundo", sosten¨ªa. Este texto optimista merece una revisi¨®n.
Como el del clintoniano Jeremy Rifkin (de ambici¨®n m¨¢s amplia que el del brit¨¢nico) El sue?o europeo (Paid¨®s, 2004), como contraposici¨®n al american dream. Rifkin argumentaba, de forma concomitante, que Europa es el ¨¢rea mejor posicionada, a caballo entre el extremo individualismo norteamericano y el individualismo extremo de Asia, para liderar el camino hacia una nueva era.
Libros de tesis y / o de combate como estos, pocos en nuestras lenguas hisp¨¢nicas, ni siquiera traducidos, salvo error, omisi¨®n o despiste del cr¨ªtico. Y los hay estupendos (?a ver si se animan!). Un texto al que se ama enseguida, por irreverente e impertinente, es el de Phillipe Ri¨¨s, L'Europe malade de la d¨¦mocratie (Grasset, 2008), en el que, contra la tradici¨®n instaurada por Margaret Thatcher, no se atribuyen todos los males del continente a la abrumadora burocracia de Bruselas, sino m¨¢s bien a los Gobiernos, que encuentran en las instituciones comunitarias el adecuado chivo expiatorio para sus mezquindades nacionalistas.
Lo bueno (y extra?o) de Ri¨¨s es que siendo franc¨¦s acepta el liberalismo econ¨®mico (aunque complet¨¢ndolo). Lo que le ayuda a desmontar la falsa percepci¨®n de que el euro encareci¨® la vida: una percepci¨®n "ligada a la frecuencia de las compras". Y le acredita especialmente para dirigir todos sus afilados dardos contra la "escandalosa" Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n, una delicia, acompa?ada de dardos mayores contra las Farm Bills o leyes agr¨ªcolas proteccionistas de Estados Unidos.
Otro reconfortante panfleto es el del jud¨ªo universal ?lie Barnavi, L'Europe frigide (Andr¨¦ Versaille ¨¦diteur, 2008). A Barnavi no le importa ejercer de heterodoxo. Sea buscando d¨®nde est¨¢n los errores o los ¨¦xitos de la ¨²ltima ampliaci¨®n. O rompiendo los esquemas de lo pol¨ªticamente dominante sobre las ra¨ªces cristianas de Europa, que relativiza respecto a los valores de la Ilustraci¨®n: "Ya no hay franceses, alemanes, espa?oles o incluso ingleses, aunque se diga lo contrario; no hay m¨¢s que europeos", proclama con Rousseau.
Y luego est¨¢n los escritos de la presidenta del Movimiento Europeo en Francia, Sylvie Goulard. Como Le coq et la perle, 50 ans d'Europe (Seuil, 2007), que trata de combinar el europe¨ªsmo militante con la obediencia francesa a la hora de trazar un fresco sobre el medio siglo de la Uni¨®n.
O el m¨¢s reciente L'Europe pour les nuls (?ditions First, 2009), algo as¨ª como "Europa para in¨²tiles", el ¨²ltimo Premio del Libro Europeo, esa convocatoria tambi¨¦n debida a Jacques Delors. Este es un libro distinto, de escritura desenfadada y af¨¢n pedag¨®gico sobre el funcionamiento del club de los 27, para el p¨²blico aludido en el t¨ªtulo.
Hay muchos m¨¢s, pero oh paradoja con la pol¨ªtica, los que declinan son los de factura euroesc¨¦ptica.
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