HUMILDAD
Nunca es tarde para una cura de humildad. Pero esta es demasiado brutal. Ustedes no me conocen, ni falta que les hace, pero uno se dedica a un oficio particular: consiste en meter el dedo en el ojo de la gente. Nada que ver con la medicina. Se trata de periodismo. Y esa gente son los pol¨ªticos. Nosotros nos dedicamos a contar sobre todo lo que hacen mal, que es mucho y variado. Para lo dem¨¢s ellos tienen otros mecanismos, propaganda y esas cosas. Por eso, porque tocamos las narices, para este oficio las curas de humildad no es que sean necesarias, es que est¨¢n prescritas.
Claro que si ese tratamiento incluye descubrir a los 36 a?os que no sabes hacer la o con un canuto, la cosa se complica. Me quedan unas pocas horas, d¨ªas como mucho, para ser padre primerizo, y por si fuera poco estreno esta columnita. Y s¨ª, las palabras p¨¢nico y humildad ocupan buena parte de mi cabeza estos d¨ªas. No crean, la sensaci¨®n de ignorancia supina no es ajena a ning¨²n periodista, porque casi siempre estamos con alguien, la fuente, que sabe mucho m¨¢s que nosotros del asunto a tratar. Eso enriquece, pero a veces machaca la autoestima.
Para nosotros, los periodistas pol¨ªticos, las cosas son algo distintas. Nuestras fuentes est¨¢n casi en igualdad de condiciones. M¨ªnimas, se entiende. Hace poco, en esos confesionarios que son los pasillos del Congreso, un diputado contaba que a veces, cuando se ponen a hacer las enmiendas de leyes importantes, les entra el p¨¢nico. Como los periodistas, los pol¨ªticos saltan de tema en tema en funci¨®n de la actualidad. A veces, confesaba el diputado, se dan cuenta de que en realidad no tienen ni idea de algo, as¨ª que? improvisan. "Estamos ah¨ª, rodeados de propuestas t¨¦cnicas muy elaboradas, y nos miramos con ganas de salir huyendo".
En pol¨ªtica nadie se f¨ªa de nadie. Alrededor de cada partido hay mucha gente elaborando informes, pero las decisiones las toman unos pocos, muy pocos. Por suerte, al final hay muchos filtros, como pasa en los peri¨®dicos, y las cosas salen razonablemente bien. Por eso se tarda tanto en sacar las leyes, y por eso los periodistas vuelven a casa de madrugada. Es por los filtros, no sean malpensados, que pensar mal es nuestro oficio. Y no es perfecto, pero es casi tan imprescindible como la pol¨ªtica, siempre que uno est¨¦ dispuesto a comerse de vez en cuando un humble pie —"pastel de la humildad"— como el que Miriam Gonz¨¢lez, pol¨¦mica consejera de Acciona y esposa de Nick Clegg, ha recetado a The Times por culpar a Sara Carbonero de la primera y ¨²nica derrota de Espa?a en el Mundial. El m¨ªo ya est¨¢ en el horno.
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