La vikinga de Covarrubias
Vivir¨¢s en la ciudad de Sevilla, la m¨¢s luminosa y pl¨¢cida del mundo, le dijeron, en un palacio construido por los moros, con jardines por los que pasean criaturas prodigiosas como asnos listados y caballos con cuellos como torreones, con ¨¢rboles de los que brotan joyas y p¨¢jaros que estallan en llamas al ser tocados, con galer¨ªas y patios de arrayanes, fastuosos z¨®calos de m¨¢rmol flanqueados de naranjos y otros c¨ªtricos de agrios frutos, donde los d¨ªas giran sobre s¨ª mismos hasta el atardecer y s¨®lo se oye el susurro de las fuentes...".
Todo esto deb¨ªa de sonar muy bien para una joven princesa del Norte. Pero est¨¢ claro que si Kristina de Noruega hubiera sabido, al partir de T?nsberg, una c¨¢lida ma?ana de 1257, que cuatro a?os despu¨¦s iba a morir en esta ciudad de ensue?o, nunca habr¨ªa salido de su pa¨ªs. No le dejaron escoger, pero es que en pleno siglo XIII, ?qu¨¦ princesa ten¨ªa algo que decir acerca de su futuro?
La alianza de 1256 entre Castilla y Noruega es una prueba de c¨®mo la casa reinante castellana fue consciente de la importancia de aproximarse a otras dinast¨ªas para conseguir por la v¨ªa matrimonial otro apoyo m¨¢s en la carrera de Alfonso X el Sabio por el trono del Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico. Por su parte, el rey noruego Haakon IV, padre de Kristina, tambi¨¦n tuvo razones para aliarse con el monarca hispano: las dificultades en el comercio de su reino con la ciudad imperial de L¨¹beck, que le abastec¨ªa de trigo.
El viaje de la princesa desde su tierra natal hasta Valladolid est¨¢ descrito con bastante detalle en una saga islandesa y ha sido tratado por el historiador Vicente Almaz¨¢n. En el verano de 1257, do?a Kristina y un s¨¦quito de m¨¢s de cien hombres y muchas nobles damas abandonaron T?nsberg con el fin de que la princesa contrajese matrimonio en tierras castellanas. Alfonso X pretend¨ªa casarla con un hermano suyo, aunque no estaba decidido con cu¨¢l.La nave en la que viajaba la princesa iba cargada con una espl¨¦ndida dote de oro y plata quemada, pieles blancas y grises y otros art¨ªculos preciosos. Navegan hasta Yarmouth, en Inglaterra, y ah¨ª cruzan hasta Normand¨ªa, donde desembarcan, compran m¨¢s de setenta caballos y se dirigen a visitar al rey franc¨¦s.
Cuando el rey Luis IX se entera de que ten¨ªan previsto seguir por mar, les aconseja que no lo hagan por la ruta occidental de Gascu?a. Les explica que all¨ª hay piratas sarracenos que no dudar¨¢n en asaltar el barco, robar todo lo que encuentren, matar a los hombres y violar a las mujeres. Les insta a viajar por tierra firme a trav¨¦s de su reino, y les ofrece un gu¨ªa. El oto?o ha comenzado, las noches son fr¨ªas y aqu¨ª comienza la parte m¨¢s dura del viaje. Castillos, aldeas y monasterios van quedando atr¨¢s; a veces encuentran un oscuro umbral donde hospedarse, pero suelen dormir bajo las estrellas. El gu¨ªa les acompa?a todo el camino hasta la ciudad de Narbona y de ah¨ª pasan a Girona.
El recibimiento fue espectacular: "En cuanto el conde oy¨® que llegaba la princesa Kristina sali¨® a caballo hasta dos millas fuera de la ciudad, llevando a su lado a un obispo y 300 hombres...". Lo mismo ocurri¨® cuando el cortejo noruego se aproxim¨® a Barcelona. Jaime I de Arag¨®n le sali¨® al encuentro con tres obispos y un enorme s¨¦quito a tres millas de llegar, salud¨¢ndola con los mayores honores. All¨ª les dio hospedaje y toda clase de atenciones durante dos d¨ªas.
Estrategias
Por cierto que la saga dice que el galante rey aragon¨¦s qued¨® prendado de la belleza de la joven princesa y que lleg¨® a proponerle matrimonio. Estaba claro que los intereses noruegos no iban por el influyente conquistador Jaime I, sino por el objetivo primordial de la alianza, la vinculaci¨®n con el emperador de Occidente, que les podr¨ªa favorecer en el control sobre L¨¹beck y el cereal del B¨¢ltico.
De Catalu?a, la princesa se dirige a Castilla. En Soria es recibida el 22 de diciembre por el obispo de la ciudad y por el infante don Luis. Por esas tierras yermas, cuajadas de flores blancas y peque?as colinas, siguen cabalgando hasta llegar a Burgos. Es v¨ªspera de Nochebuena y se hospedan en el hermos¨ªsimo monasterio de las Huelgas (le explican que se llama as¨ª por ser el lugar de descanso, que en castellano se dice "huelga", de los abuelos de Alfonso X). All¨ª les recibe do?a Berenguela, abadesa del convento y hermana del rey.
Por aquella ¨¦poca, este bello monasterio, que hoy alberga un important¨ªsimo museo de telas medievales, era cabeza y matriz de todos los conventos femeninos cistercienses, as¨ª como pante¨®n, residencia y escenario de los actos sociales m¨¢s sobresalientes de la familia real. En la ciudad de Burgos oyeron misa, y la princesa Kristina tuvo a bien regalar un c¨¢liz de oro del ajuar que tra¨ªa para la nueva catedral que se estaba construyendo (la primera piedra se puso en 1221), de la que dijo ser la mayor maravilla hecha por el hombre que jam¨¢s hab¨ªan visto sus ojos. Por su parte, la hermana del rey le hace entrega de "una silla de montar para dama, as¨ª como un dosel igual al que ella usaba como abadesa del monasterio".
Alfonso X, que se encontraba en Valladolid celebrando nuevas Cortes, va al encuentro de la princesa Kristina hasta Palencia y el 4 de enero de 1258 la acompa?a a Valladolid, donde es recibida con grandes muestras de afecto por todo el pueblo, la nobleza y el clero. A las Cortes sol¨ªan asistir los miembros de la familia (esposa, hermanos e hijos del rey), de tal manera que Alfonso tuvo la oportunidad de presentar a sus hermanos casaderos (Fadrique, Sancho y Felipe) a la joven princesa. Siguiendo el consejo de sus acompa?antes, Kristina escogi¨® a don Felipe, arzobispo electo de Sevilla sin vocaci¨®n eclesi¨¢stica, pero buen cazador de osos y jabal¨ªes. El Mi¨¦rcoles de Ceniza (6 de febrero) se celebraron los esponsales en Valladolid, y el matrimonio, el 31 de marzo, domingo despu¨¦s de Pascua.
Higos dulces
Despu¨¦s de los desposorios, la pareja de casados se traslad¨® a Sevilla, ciudad en la que se hab¨ªa instalado la corte tras la reconquista por Fernando III en 1248. Era por entonces una hermosa ciudad mora de caser¨ªo apretado y larga raigambre hist¨®rica, codiciada por su clima benigno, los higos dulces del monte Ibal Al Rahma y especialmente por sus mujeres de boca grande y ojos negros.
Por lo poco que sabemos, fue un matrimonio feliz, pero breve. Kristina muri¨® cuatro a?os despu¨¦s sin dejar descendencia, algunos dicen que de meningitis (en su sarc¨®fago se encontr¨® una receta para tratar el mal de o¨ªdo con "xugo de ajo"), y otros, que de melancol¨ªa, al no haber podido adaptarse a unas costumbres, un clima y unas gentes tan distintos a los suyos. Fue enterrada en un sarc¨®fago muy sencillo en el claustro de la colegiata de Covarrubias (¨²ltima parada de este viaje), de la que hab¨ªa sido abad su esposo, y donde a¨²n hoy siguen llegando devotos a rendirle homenaje.
? Cristina S¨¢nchez-Andrade es escritora. Su ¨²ltima novela, Los escarpines de Kristina de Noruega (Roca), gira alrededor de este tema.
GU?A
Informaci¨®n
Museo de la Colegiata de Covarrubias (947 40 63 11). Abre de 10.30 a 14.00 y de 16.00 a 19.00. Martes, cerrado. Precio de la entrada, 2 euros.
Oficina de turismo de Covarrubias (947 40 64 61).
Fundaci¨®n Kristina de Noruega
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