Juegos del cerebro
Hace tiempo que se conoce el llamado "sesgo de confirmaci¨®n", es decir, la tendencia que tiene el cerebro humano a aceptar informaci¨®n que confirma lo que ya cree, independientemente de que sea verdad o no, y a rechazar aquello que lo pone en duda. Incluso en el pragm¨¢tico mundo de los negocios, el cerebro de los grandes inversores act¨²a compulsivamente como un s¨ª-se?or, que da la raz¨®n a lo que ya se pensaba, vayan diciendo los hechos lo que vayan diciendo, seg¨²n explic¨®, en mitad de la crisis financiera, The Wall Street Journal.
Las ¨²ltimas investigaciones sobre este fen¨®meno son terriblemente descorazonadoras, no solo para periodistas emperrados en facilitar a los ciudadanos datos ciertos que les permitan tomar decisiones correctas, sino para los especialistas en ciencia pol¨ªtica que cre¨ªan que la democracia se basaba en eso. La realidad, dicen los expertos, es que, abrumados por un flujo de informaci¨®n que no cesa, los ciudadanos eligen autom¨¢ticamente los datos quemejor se acomodan a lo que ya piensan y rechazan, sin la menor verg¨¹enza, el resto. Conmillones de datos falsos o no comprobados, pero que nos reafirman en nuestras creencias, al alcance de lamano, del o¨ªdo o del rat¨®n, con cantidad de "entretenimiento" pol¨ªtico que se nos mete en casa, parece cada d¨ªam¨¢s dif¨ªcil intentar dar la batalla contra el confirmation bias.
Hay que sacar los colores a quien da los primeros datos falsos sobre los que se van a basar las opiniones incorrectas
"Los datos ciertos no tienen el poder de cambiar nuestras mentes", explica uno de los mayores estudiosos del tema, Brendan Nyhan, en un art¨ªculo publicado esta semana en The Boston Globe. M¨¢s bien parece, confirma el periodista Joe Keohane, que las cosas funcionan al contrario: cuando personas desinformadas reciben los datos correctos, no solo no cambian de opini¨®n o modifican su creencia, sino que se aferran todav¨ªa m¨¢s a ella. Pas¨® durante la guerra del Golfo y la invasi¨®n de Irak en Estados Unidos, pero ocurre igualmente en todo el mundo.
La evidencia acumulada en los estudios realizados por Nyhan es abrumadora en el caso demilitantes de partidos pol¨ªticos. Peor a¨²n, la gentem¨¢s desinformada es la que tiene opiniones pol¨ªticasm¨¢s fuertes. Y cuantom¨¢s se preocupa esa persona por un asunto concreto,m¨¢s duro es el efecto "tiro por la culata" del dato cierto que le deber¨ªa llevar a corregir su posici¨®n.
Tampoco cabe confiar en la capacidad de reacci¨®n de la gente con pensamiento pol¨ªtico m¨¢s sofisticado, porque, como ya hab¨ªan asegurado otros dos especialistas, Charles Taber y Milton Lodge, en 2006, son precisamente ellos los que est¨¢n menos abiertos a nueva informaci¨®n. Seguramente, esas personas tienen opiniones correctas sobre m¨¢s cosas, pero, en el tanto por ciento en el que est¨¢n equivocados, parece que es imposible que acepten hechos que les obligar¨ªan a cambiar de opini¨®n, se les proporcione la informaci¨®n que se les proporcione.
?Qu¨¦ remedio hay para esta realidad tan poco reconfortante? Est¨¢ claro que no es posible pedir a los ciudadanos que se violenten a s¨ª mismos y que vigilen su cerebro, como si fueran entrenados intelectuales, para sortear esa inclinaci¨®n sesgada a no escuchar m¨¢s que lo que se quiere o¨ªr. Reconozcamos que eso es una pr¨¢ctica intelectual agotadora y que se da muy poco, incluso en la universidad.
La verdad es que los ciudadanos recibimos poca ayuda,muy pocos ejemplos en los que fijarnos. Quiz¨¢, como propone Brendan Nyhan, y como han empezado a hacer algunos periodistas en elmundo, hay que sacar los colores inmediatamente a quien difunde los primeros datos falsos sobre los que despu¨¦s se van a basar las opiniones incorrectas. "Eso que acaban de escuchar ustedes no es verdad porque (aqu¨ª se incluyen los datos ciertos)...". "Lo que acaba de decir el se?or X en la tribuna parlamentaria no es ni remotamente compatible con la realidad porque?". No parece f¨¢cil; pero, por lo menos, har¨ªa que los debates sobre el estado de la naci¨®n fueran m¨¢s entretenidos y ¨²tiles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.