Beryl Bainbridge, escritora brit¨¢nica de ¨¢cida iron¨ªa
Coloc¨® a Hitler de botones en el Liverpool de 1912
Beryl Bainbridge, autora de turbulentas novelas en las que se mezclan asesinato y comedia, muri¨® el 2 de julio a los 77 a?os en su casa de Londres. H¨¢bil creadora de personajes que malviven en atm¨®sferas claustrof¨®bicas, su escenario predilecto era Liverpool, el puerto decadente en el que naci¨® en 1934. Tras una infancia dif¨ªcil, pas¨® el resto de su vida escribiendo sobre familias rotas y violencias cotidianas. "Escribo para dar significado a mis primeros a?os", dijo a The New York Times en 1981, "si no fuese por la escritura, ser¨ªa una neur¨®tica peligrosa".
Bainbridge se dej¨® atrapar por las palabras cuando era solo una ni?a, buscando el lugar en el que esconderse de su padre, un marinero amargado reconvertido en comerciante y definitivamente derrotado por el crash de 1929. Empez¨® escribiendo diarios, cr¨®nicas emocionales de la posguerra en Liverpool que a?os despu¨¦s utilizar¨ªa para ambientar sus novelas. A los 14 a?os, su profesora le confisc¨® unas rimas obscenas con ilustraciones er¨®ticas. Fue acusada de corromper la moral de sus compa?eros y expulsada del colegio.
Pas¨® toda la vida escribiendo sobre familias rotas y violencias cotidianas
Presionada por sus padres, intent¨® ser actriz. Sal¨ªa en la tele, en la radio y en alguna obra de teatro, pero no era feliz. Escap¨® a Londres, donde se cas¨® con un artista. En 1958, embarazada de su primer hijo, ley¨® un art¨ªculo sobre dos chicas asesinadas por sus madres en Nueva Zelanda. As¨ª se gest¨® su debut literario, Harriet said, un violento thriller que escandaliz¨® a los editores. "Los protagonistas son criaturas repulsivas", fue el argumento de uno de ellos para tachar el manuscrito de impublicable.
"Nunca te recuperas de tu infancia", sol¨ªa insistir Bainbridge, que en cada una de sus p¨¢ginas volv¨ªa a Liverpool y al tirano de su padre. Divorciada, pas¨® los a?os sesenta trabajando en una planta embotelladora para mantener a sus tres hijos. Cuando la madre de su ex marido se present¨® en su casa con una pistola e intent¨® matarla, se lo tom¨® igual que sus personajes: con una ¨¢cida iron¨ªa que la mantuvo a salvo de la desesperaci¨®n. Pese a que sus personajes fueron criticados por ser tan insulsos como la vida misma, se gan¨® a un fiel grupo de lectores que apreciaban su toque macabro. Inclu¨ªa asesinatos en sus historias, a menudo tomados de la secci¨®n de sucesos de la prensa local, y el amor pasional que lleva a la muerte dominaba las tramas de sus libros.
Si en la primera parte de su carrera se la encasill¨® como la novelista de las vidas ordinarias de la clase media (La costurera, 1973), encontr¨® el ingrediente que le faltaba a su prosa con la introducci¨®n de acontecimientos hist¨®ricos. En El joven Adolfo (1978) imagin¨® el viaje de Hitler a Liverpool en 1912, donde habr¨ªa trabajado como botones de un hotel, desarrollando su afici¨®n por los uniformes. Ambient¨® Master Georgie (1998) en la guerra de Crimea y Every man for himself (1996) en el viaje del Titanic, adelant¨¢ndose un a?o a la pel¨ªcula de James Cameron. Una ins¨®lita aventura (1989), fue adaptado al cine, con Hugh Grant como protagonista. Actualmente trabajaba en una novela sobre el asesinato de Robert Kennedy.
Todo un personaje en la vida bohemia del barrio de Camden, comunista en su juventud y cat¨®lica en su madurez ("tambi¨¦n intent¨¦ ser jud¨ªa, pero no me quisieron..."), le gustaba escribir sobre la amenazante vida moderna y sus absurdos, con toques de humor incluso en los momentos m¨¢s l¨²gubres. Su h¨¢bitat siempre fueron las ciudades-dormitorio y los personajes de mil oportunidades perdidas. Cuando sus vidas terminaban en las p¨¢ginas de Bainbridge, al llegarles la hora, la sorpresa era tan grande que hasta la muerte parec¨ªa un chiste.
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