Ensue?o Tropical
Ni hablar del tr¨®pico. Hace tres a?os estuvimos en el tr¨®pico. No bien llegados, la playa qued¨® tapizada de tortuguitas no m¨¢s grandes que un reloj deportivo de var¨®n. Algunas mov¨ªan apenas las patitas consiguiendo desplazarse alg¨²n cent¨ªmetro, pero la mayor¨ªa, crujientes y viscosas, estaban muertas, o habr¨ªan nacido prematuramente y flotaban, cada una, sobre su propio charco de gelatina verdosa. Huevos, no se ve¨ªan. Y cada ma?ana aparec¨ªan m¨¢s.
Nadie bajaba al mar. Algunas tardes de poco oleaje se acercaban botes de pescadores. Eran negros y peque?itos. Vest¨ªan pantal¨®n corto y calzaban altas botas de caucho, por eso se atrev¨ªan a atracar y caminar por la arena invitando a los curiosos a embarcarse en su bote para nadar en el arrecife.
Un d¨ªa subimos. El arrecife no era tal, sino una masa semisumergida de piedras y restos de hormig¨®n unidos por varillas de acero oxidado. Las olas mayores le pasan por encima, el mar descend¨ªa en picada desde la cosa y la corriente llevaba hacia el norte, de modo que el bote permanec¨ªa anclado en un extremo de ese islote y el remero de guardia pescaba a los que hab¨ªan perdido el pie y fracasado en sus intentos de nadar y, remando, lo devolv¨ªan a la costa. Carmen qued¨® fascinada por uno de los pescadores: el m¨¢s joven.
Volviendo, me dec¨ªa en espa?ol que era el hombre m¨¢s perfecto que hab¨ªa visto en el tr¨®pico. Ellos hablaban en una mezcla de franc¨¦s y africano en la que se reconoc¨ªan unas pocas palabras. Al bote lo llamaban "esquif" y a la playa "dubula". Su negro me pareci¨® horrible:
-Es un enano, le dije.
Ella estuvo tres d¨ªas insistiendo en que era el hombre mejor proporcionado que hab¨ªa visto en su vida. Yo recordaba su olor, un olor penetrante que emerg¨ªa del interior de sus botas y que desde el primer momento asimil¨¦ al tufo de las tortuguitas que se pudr¨ªan en la arena antes de resecarse totalmente.
Lo mejor fue el hotel: Un Squire de la cadena americana Goldstein & Frank que a¨²n no ha llegado a nuestros pa¨ªses. Como son de segunda fila, se esmeran por exagerar la calidad de su servicio hasta en los menores detalles. Lo mejor del hotel era la comida. No s¨¦ c¨®mo har¨ªan para surtirse de lo mejor del mundo en esa isla de tortugas podridas. Hab¨ªa vino chileno, carne uruguaya, frutas de Israel, aut¨¦ntico arroz goto japon¨¦s, verduras francesas, pescados y mariscos de Ecuador y tambi¨¦n unas sopas de tortuga elaboradas en el d¨ªa que jam¨¢s se nos ocurrir¨ªa probar. A nosotros nos dieron una de las habitaciones para reci¨¦n casados llamada Lovers Suite. Ten¨ªa balcones con vistas al mar, de teca. Algunas noches nos hac¨ªamos subir sushi con t¨¦ verde y Chardonay chileno helado y una degustaci¨®n de tartas: la reposter¨ªa de esa cadena es famosa por los premios recibidos. Todo aquello a Carmen la excitaba. A veces hac¨ªamos el amor y cuando se enardec¨ªa me imaginaba que estar¨ªa fantaseando con su negro tan bien proporcionado entonces me acoplaba a su ritmo y le gritaba "Unga... Burunga... Unga...", creo que nunca entendi¨® por qu¨¦.
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