Caracola Pop
Cuentan los mejores guitarristas de los sesenta que cuando Jimmy Hendrix se present¨® sobre un escenario europeo, despu¨¦s de ver su t¨¦cnica y la variedad de sus dotes, todos pensaron que iban a tener que espabilarse mucho porque el nivel de exigencia iba a subir desmesuradamente. Entre los escritores j¨®venes que actualmente usan el espa?ol como herramienta de trabajo, es posible que algo parecido vaya a suceder cuando progresivamente vayan conociendo el libro de Pola Oloixarac Las teor¨ªas salvajes, recientemente editado en nuestro pa¨ªs (Alpha Decay). Libros como este son libros-prueba, libros que no admiten opciones tibias. Suponen un salto t¨¦cnico en el panorama joven, y hablo de escritura joven dando por buena la definici¨®n de Montaigne. El libro podr¨¢ gustar o no, ser admirado o rechazado, comprendido o malinterpretado, pero en cualquier caso queda fuera de duda la capacidad de la autora a la hora de dominar los registros, su pericia para combinarlos, su facilidad para el contraste y, en general, una variedad de t¨¦cnicas narrativas de excelente p¨¢gina. Da la sensaci¨®n como si Pola hiciera los solos con las seis cuerdas y los dem¨¢s escritores j¨®venes los hicieran solo con una. Se lo pone muy dif¨ªcil a los debutantes de estereotipo narrativo como el hipido feminista autocompasivo, el buenismo terribilista de barrio o el telegrafismo de angustias de juguete para usuario de Internet. Los escritores del tipo de Pola (cuyo apellido al rev¨¦s suena como un italianizado Caracciolo) no pueden conformarse con t¨®picos monocordes porque son voraces; absorben todo. En sus p¨¢ginas vemos aparecer desde el hoyuelo estil¨ªstico de la a?eja Jane Austen hasta la malignidad de un Vila-Matas, la franqueza de un Hunter S. Thomson e incluso versiones pop de las innovaciones de W. G. Sebald sobre la p¨¢gina impresa. Enfoques similares podr¨¢n encontrar los m¨¢s avisados en otros escritores j¨®venes como Manuel Vilas. A veces pienso que la mayor brecha de comunicaci¨®n entre los diferentes pa¨ªses que usamos el espa?ol se debe precisamente a causa de nuestro com¨²n idioma. A los espa?oles nos cuesta hacernos a la idea de que los argentinos llamen cola a la regi¨®n gl¨²tea sin sentirse fatal al beber una pepsi. El enigma del verbo coger ya es broma vieja. ?Por qu¨¦ usan una palabra tan com¨²n y polis¨¦mica para el trato carnal? Los espa?oles, como andamos todo el d¨ªa cogiendo cosas (incluso medios de locomoci¨®n), no es extra?o que terminemos perge?ando libros que parecen embarazados por un troleb¨²s. En el libro de Pola se coge mucho, y eso me alegra porque permite repetir esa palabra muchas veces en las cr¨ªticas sin ser considerado chabacano. Como libro contagiado de pop intelectual (fabuloso ox¨ªmoron), Las teor¨ªas salvajes tiene una extra?a m¨²sica, a medio camino entre The Residents, Tav Falco y The Tigerlillys. La vocaci¨®n literaria de Pola est¨¢ fuera de toda duda porque, con la grupa y el tipazo que gasta, podr¨ªa perfectamente ganarse la vida de una forma espl¨¦ndida sin necesidad de dedicarse a la escritura. Pero lo definitivo, lo fundamental, es que su libro nace de toda la cultura de masas que ha acompa?ado la m¨²sica popular en el ¨²ltimo medio siglo. Y eso supone un paso adelante en la idea (tan cara a cualquiera que tenga visi¨®n de futuro) de que esas herramientas pueden estar al servicio del verdadero arte.
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