Sucesores de Vok
Tarde o temprano, siempre acaba sucediendo algo. Algo que luego puedo contar. Soy un tipo tranquilo. Si no sucede nada, espero. Pero ese d¨ªa en Barcelona, en mi nuevo barrio, me pareci¨® que pasaban demasiadas cosas. La m¨¢s seria: alguien me segu¨ªa.
Vi al individuo salir de la librer¨ªa Bernat de la calle de Buenos Aires y apret¨¦ el paso. Este tipo de cosas no me hacen la menor gracia. Quince minutos antes, ya me hab¨ªa parecido que me espiaba desde su mesa en el Pipper's. Ahora ya estaba claro que ese joven buscaba algo de m¨ª. Camin¨¦ deprisa y termin¨¦ refugi¨¢ndome en el bar Warum, donde ped¨ª un buen whisky. Al poco rato entr¨® ¨¦l y, al verme, desvi¨® r¨¢pidamente la mirada. Era raro porque no ten¨ªa cara de polic¨ªa, ni de mat¨®n, m¨¢s bien parec¨ªa un t¨ªmido intelectual. Desde luego yo prefer¨ªa que fuera cualquier cosa antes que un polic¨ªa. Un gay, por ejemplo. Mucho m¨¢s f¨¢cil sac¨¢rmelo de encima.
Dos minutos despu¨¦s, le ve¨ªa avanzar hacia donde me encontraba. No hab¨ªa cometido delito alguno, pero prev¨ª para m¨ª como m¨ªnimo 15 a?os de c¨¢rcel.
-Perdone, ?es usted Vil¨¦m Vok? -pregunt¨®.
Respir¨¦ aliviado. Fue como si me hubieran indultado de todas mis fechor¨ªas.
-S¨ª, soy Vok.
-Eguren. Para servirle.
Me tendi¨® la mano. Era un rostro amistoso, amable. De lector afectuoso. Tan solo me sobraba de ¨¦l ese impresentable "para servirle".
-No estaba del todo seguro de que lo fuera -dijo sonriendo-. Ya sabe, desde que suplanta al verdadero Vok...
-?Suplanto! Ha tomado usted mis palabras demasiado al pie de la letra. Yo solo dije que, tras el colapso f¨ªsico de Vok de hace cuatro a?os, me siento su heredero, alguien que ha pasado a gestionar su obra.
-S¨ª, ya s¨¦.
-La gestiono, y de vez en cuando me dedico a ampliarla, aunque aportando a la obra de Vok una serenidad de la que ¨¦l antes carec¨ªa...
-A causa del alcohol, lo s¨¦, lo s¨¦. Oiga, solo quer¨ªa decirle que le escrib¨ª una carta la semana pasada, pero puede que no la recibiera.
-?La escribi¨® a Vok o a m¨ª? -ironic¨¦.
-A usted. Intuyendo que le cansa mucho pasarse los d¨ªas completando la obra de Vok, le propon¨ªa relevarle. Quiero que comprenda que puedo escribir en su lugar. Le cobrar¨ªa una miseria. Y de paso le librar¨ªa un poco m¨¢s de la herencia vokiana.
Eso dijo y despu¨¦s pas¨® a explicarme que le gustaba escribir, pero no firmar. Suplantar al suplantador de Vok le permitir¨ªa crear en la sombra, en total libertad.
-Adem¨¢s -me dijo-, usted es b¨¢sicamente un actor, un gran impostor, y no un escritor. Hay que ver lo bien que habla en p¨²blico. A diferencia de Vok, que hablando era tan patoso, usted es muy histri¨®nico.
-Bueno, es que hablar en p¨²blico es completamente distinto de escribir. Son dos actividades que no tienen nada que ver. Cada una requiere una f¨®rmula distinta y yo tengo una especial para hablar ante la gente.
-Pues si le escribiera los libros podr¨ªa concentrarse en su teatro de cada d¨ªa, en su excelente representaci¨®n del personaje de Vok. Asist¨ª a su ¨²ltima conferencia y estuvo genial. Me gust¨® o¨ªrle decir que procura evitar que sigan viendo en usted un tipo raro y busca ahora que todo el foco de atenci¨®n caiga sobre lo que escribe, que es lo que a fin de cuentas interesa... Me encant¨® eso. Pero pens¨¦: si de lo que escribe me ocupara yo, le quedar¨ªa mucho m¨¢s tiempo para perfeccionar su impostura.
Me pareci¨® que su propuesta era atractiva, porque pod¨ªa liberarme de un trabajo que me ten¨ªa encadenado. Encadenado, s¨ª. Porque es bien sabido que a un autor hay que saber mantenerle vivo en el mercado. Por eso yo me esforzaba en escribirle a Vok sus nuevas novelas, sus piezas serenas, sus libros de la etapa tranquila. Pero yo mismo lo he dicho: me esforzaba. Antes no me importaba escribir. Pero en los ¨²ltimos tiempos me resultaba duro ese trabajo, sobre todo porque para colmo ten¨ªa que esforzarme en tratar de superar al brillante Vok de la etapa ebria...
-En seis meses -me dijo Eguren- prometo escribirle una novela. ?Qu¨¦ le parece? Conozco a la perfecci¨®n su estilo de continuador sobrio de la obra de Vok. Bueno, sobrio es un decir, porque no veo que sea usted abstemio, amigo. Eso s¨ª que es una sorpresa.
Le invit¨¦ a una copa. Y a los pocos segundos, despu¨¦s de dos contundentes tragos, comenz¨® a decirme -con oratoria escandalosamente ret¨®rica- que se sent¨ªa feliz de ver que mi esp¨ªritu reposaba sereno y sonriente como en mis cielos de origen y tambi¨¦n muy contento de ver que una armon¨ªa divina sonaba (se oyera o no) a mi alrededor.
-Supongo -le dije- que no ignora que deber¨¢ alcanzar mi estado de serenidad para poder escribir en el nombre de Vok. Porque si algo no conviene nada es que aparezca un tercer Vok con signos de ebriedad.
-Entonces, ?va a permitirme que le sustituya? -dijo con repentina y sincera ilusi¨®n.
-En efecto, pase ma?ana por mi casa y llegaremos a un acuerdo.
Me abraz¨® emocionado y al poco rato se march¨®, le vi salir del bar como una bala.
Una hora despu¨¦s, le encontr¨¦ en otro antro del barrio. No advirti¨® mi presencia y pude acercarme para o¨ªr de qu¨¦ hablaba con otro joven de su edad. Ante mi asombro, estaba llegando a un acuerdo econ¨®mico con su amigo para que le escribiera la obra de Vok para la que ¨¦l -le dec¨ªa- no ten¨ªa tiempo ni talento.
-Yo puedo hacerlo muy bien -le estaba diciendo su amigo-. He le¨ªdo y estudiado al Vok sereno con la m¨¢xima atenci¨®n y no tiene secretos para m¨ª. Todo consiste en el sosiego de las pasiones y en saber vivir y morir con elegante resignaci¨®n, te lo digo yo.
Superada la natural sorpresa, decid¨ª que lo mejor ser¨ªa abrirle paso a aquel cuarto Vok, m¨¢s trabajador que el tercero.
Pero quedaba por averiguar si a la larga no me afectar¨ªa que la juventud se hubiera repartido tan despiadadamente mi herencia, el trabajo de toda una vida.
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