Esas entidades ben¨¦ficas
Parece que, por fin, se consuma la destrucci¨®n de las Cajas de Ahorros en Espa?a. Digamos adi¨®s sin nostalgia a estos monstruos.
Digo "estos monstruos" refiri¨¦ndome a lo que hoy son las Cajas Generales de Ahorros, no a lo que fueron ni a lo que podr¨ªan haber llegado a ser.
Son entidades monstruosas porque una vez conquistadas, trituradas, deconstruidas, transformadas, desnaturalizadas, reorientadas y finalmente arruinadas por una legi¨®n de paladines de la ortodoxia econ¨®mico-financiera y la modernidad de la gesti¨®n de los servicios anta?o p¨²blicos han devenido irreconocibles, incontrolables y peligrosas, es decir, monstruosas. As¨ª que tal vez este ¨²ltimo acto, esta puntilla, tenga el valor moral de una eutanasia caritativa. Que descanse el monstruo en paz.
Hay que sacar las manos de los pol¨ªticos...?para meter las nuestras!. Por lo visto es profesionalizar
Para ese viaje, hubiera sido m¨¢s decente privatizarlas lisa y llanamente
Lo po¨¦tico del asunto es que el encargado de administrar este rej¨®n negro a las trastornadas y moribundas cajas sea, parad¨®jicamente, un Gobierno socialista.
Las Cajas de Ahorros no son algo tan dif¨ªcil de entender ni tan alambicado de definir. Basta un poco de buena voluntad y de sentido com¨²n. Basta, por ejemplo, leer el p¨¢rrafo que abre el art¨ªculo 2? del Decreto de 14 de Marzo de 1933 presentado por el entonces Ministro de Trabajo, el socialista Francisco Largo Caballero, al Consejo de Ministros de la Rep¨²blica Espa?ola presidido por Manuel Aza?a que dice as¨ª:
"Se entender¨¢ por Cajas Generales de Ahorro Popular, las Instituciones de Patronato oficial o privado, exentas de lucro mercantil, no dependientes de ninguna otra empresa, regidas por Juntas o Consejos de actuaci¨®n gratuita y dedicadas a la administraci¨®n de dep¨®sitos de ahorro de primer grado con el prop¨®sito de invertir los productos, si los tuvieran, despu¨¦s de descontados los gastos generales, en constituir reservas, sanear el activo, estimular a los imponentes y realizar obras sociales y ben¨¦ficas".
Lo entiende cualquiera. Los r¨ªos de tinta de jurista cefal¨®podo que en los ¨²ltimos a?os han corrido desde los m¨¢s diversos manantiales, desde el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, el Congreso, el Consejo de Ministros y seguramente, el Consejo de Estado o la Real Academia de Jurisprudencia, no han hecho m¨¢s que enrevesar lo simple.
La cuesti¨®n de la naturaleza jur¨ªdica de las cajas, por se?alar uno de los asuntos m¨¢s controvertidos, ha entretenido a una multitud bizantina de profesores, justo cuando el tema comenzaba a ser del todo irrelevante. ?De que sirve discutir la naturaleza de algo completamente desnaturalizado?
Porque se trata tan solo de guardar y remunerar en mejores condiciones que las del mercado el ahorro de los m¨¢s humildes, educando de paso a las clases populares en las virtudes de una sana administraci¨®n de sus rentas y patrimonio desde la libreta escolar hasta el montep¨ªo funerario; concederles cr¨¦ditos sin usura cuando lo necesiten y si despu¨¦s de una correcta administraci¨®n de los recursos quedara un resultante, destinarlo a una obra social. Ni m¨¢s, ni menos. Sencillo y benem¨¦rito.
?C¨®mo es posible que haya tortas entre los bancos para hacerse con unas instituciones cuyo fin no es otro que el de hacer el bien al pr¨®jimo?... ?Algo pasa!
Lo que pasa es que, m¨¢s all¨¢ de cualquier elucubraci¨®n doctrinal, lo que de verdad caracteriza a las Cajas es que se trata de monumentales patrimonios acumulados por las menguadas aportaciones de millones de trabajadores y por ello, patrimonios apetecibles sin due?o conocido (res nullius) o, peor a¨²n, patrimonios aparentemente p¨²blicos en manos de los apestosos pol¨ªticos.
?Hay que sacar las manos de los pol¨ªticos de las Cajas!... Claman con inusitada coincidencia desde los m¨¢s variados foros de opini¨®n. Hay que sacar sus sucias manos... ?para meter las nuestras! Eso, por lo visto, se llama "profesionalizar".
He aqu¨ª una bonita paradoja. Siempre hubi¨¦ramos pensado que solamente las Administraciones P¨²blicas en aras del inter¨¦s general o asociaciones filantr¨®picas de diversa etiolog¨ªa estar¨ªan dispuestas a consumir sus energ¨ªas en semejante labor social. Pues no. Resulta que ahora son las entidades financieras las que han decidido asumir abnegadamente ese reto, cueste lo que cueste... ?Los pobres est¨¢n de enhorabuena!
Bancos, gobernantes, oposici¨®n, intelectuales, acad¨¦micos, agencias de calificaci¨®n y dem¨¢s reguladores y pont¨ªfices del mercado est¨¢n de acuerdo. Ante tan un¨¢nime coalici¨®n cualquier discrepancia ser¨ªa soberbia. Al fin y al cabo lo que vivimos hoy no es sino el desenlace inevitable de lo hecho.
Desde el socialismo democr¨¢tico espa?ol, el mismo que llev¨® al Ministerio de Trabajo al estucador Francisco Largo Caballero, cuyo Estatuto de Cajas nos cargamos, hemos aplaudido la degeneraci¨®n de la Obra Social en esa cursilada denominada "Responsabilidad Social Corporativa" que cuela el patrocinio publicitario como acci¨®n ben¨¦fica y hemos asistido a la apropiaci¨®n de las cajas por ¨¦lites ligadas a los m¨¢s variados intereses que actuaban al margen de cualquier responsabilidad. Hemos utilizado las Cajas como palancas financieras de cochambrosos proyectos cuando no como tapaderas de acciones directamente prohibidas para la Administraci¨®n proclamando, para m¨¢s inri, que semejante desviaci¨®n de poder era una muestra de legalidad imaginativa. En el colmo del desatino hemos llegado a exigir la competencia entre cajas como principio de su actuaci¨®n... ?Es como si tuvieran que competir las Diputaciones entre s¨ª!
En definitiva, hemos abandonado nuestro an¨¢lisis para aplicar los razonamientos del capitalismo a instituciones que son, de suyo, ajenas a la l¨®gica capitalista.
Ahora sacaremos las "sucias manos" de los pol¨ªticos del control de las cajas (l¨¦anse, por favor, el art¨ªculo 6? de la Constituci¨®n Espa?ola) para que entren en ellas las delicadas manos de los bancos que se har¨¢n con su control sin necesidad de superar el 50% porque, frente a ellos, no habr¨¢ nadie.
Para ese viaje, hubiera sido m¨¢s decente privatizarlas lisa y llanamente y destinar los ingresos de su venta a alg¨²n fin social... o a paliar el d¨¦ficit.
Maria Teresa Fern¨¢ndez Garc¨ªa es Soci¨®loga.
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