El Calvo com¨ªa fruta africana
El pueblo que debe su fama al cultivo de melones cr¨ªa la mayor parte de su producci¨®n en Brasil o Senegal por la escasez de terrenos agr¨ªcolas
Una hora y pico a bordo de un viejo autob¨²s da para echar un par de cabezadas. La estampita de la Virgen que lleva el conductor en el parabrisas invita a relajarse en el asiento. "?Ya hemos llegado!", alerta el ch¨®fer de repente. Al bajar en la avenida principal, a¨²n con la modorra, podr¨ªa decirse que este es un pueblo cualquiera, pero basta con que se vea a un hombre macilento bajar la ventanilla de su coche y reba?ar de un tajo las semillas de un mel¨®n, para darse cuenta de que no. Justo enfrente un anciano echa la siesta en la puerta de su casa, donde ha levantado un chiringuito en el que vende, por supuesto, melones. Y un poco m¨¢s arriba se divisa un edificio di¨¢fano, con apariencia de haber sido dise?ado por un n¨®rdico, coronado por un gran cartel donde se lee "Museo del Mel¨®n". No hay duda, estas calles abrasadas por el sol pertenecen a Villaconejos.
Hay un museo dedicado al fruto que ha hecho famosa la localidad
Un punto de peregrinaje son las ruinas de la casa de un delincuente
El museo est¨¢ cerrado a cal y canto. Tiene que aparecer con las llaves la teniente de alcalde Julia Fern¨¢ndez para que sus puertas se abran. Los pasillos huelen a nuevos, seguramente por el poco uso ("no hay personal fijo, se abre cuando alg¨²n visitante lo pide", explica la concejala) y en el suelo del s¨®tano se apilan partituras e instrumentos de la banda municipal, que ensaya aqu¨ª. Con azadas, carretas, pesos y fotos de ¨¦poca, se explica que el pueblo lleva m¨¢s de 300 a?os cultivando el fruto que le ha dado fama. Lo m¨¢s curioso es que Villaconejos apenas tiene t¨¦rmino municipal, no hay grandes terrenos y desde hace cientos de a?os (explica tambi¨¦n la exposici¨®n) los labradores alquilan tierras en otros lugares donde hacen la siembra. Un buen porcentaje de los melones del pueblo se cultivan ahora en tierras remotas como Brasil o Senegal.
De nuevo en la calle se escuchan voces provenientes de un bar. Un grupo de hombres con la camisa abierta, cuerpos morenos tostados en el campo, jalean a Alberto Contador en su ascensi¨®n por los Pirineos franceses. Al acabar la etapa, cambian de canal y vitorean con igual entusiasmo al actor Errol Flynn, al que piden en su papel de Robin de los Bosques que bese con m¨¢s entusiasmo a Lady Marian.
Dejando a un lado la televisi¨®n, este es el mejor lugar para hacer un alto en el camino y tomar una jarra de cerveza por 2,5 euros con tapa incluida (mel¨®n con jam¨®n, claro). De paso se aprende de los parroquianos cu¨¢l es la mejor forma de cortar el mel¨®n y que no hay que dejar de ver el barranco de Villacabras, de extensa vegetaci¨®n y por el que discurre un arroyo de agua mineralizada que no se ha secado en d¨¦cadas. Es el sitio perfecto para los senderistas, que pueden explorar por la misma zona la Cueva del Fraile, un lugar misterioso usado hace cientos de a?os por la Orden de los Carmelitas Descalzos, que sirvi¨® tambi¨¦n como refugio durante la Guerra Civil.
En la entrada de Villaconejos, cerca de una gasolinera, viv¨ªa hace cuatro a?os El Calvo, un tipo siniestro que atemoriz¨® a los habitantes del pueblo con robos y agresiones hasta que, tom¨¢ndose la justicia por su mano, un grupo de vecinos quem¨® la casa en la que resid¨ªa con su familia. Ahora El Calvo est¨¢ entre rejas al verse implicado en el asesinato de un joyero, pero nadie se ha olvidado de ¨¦l. "De vez en cuando viene gente y pregunta por la casa calcinada y hay que explicarle la historia. La gente queda fascinada", cuenta un lugare?o asombrado porque las ruinas de El Calvo se hayan convertido en lugar de peregrinaje.
Llama la atenci¨®n, cerca de all¨ª, un matrimonio sentado a la puerta de su casa. Las ventanas de la vivienda est¨¢n soldadas y la puerta est¨¢ franqueada por un gran port¨®n de hierro. En el interior no entra ni una gota de luz. "Nos rob¨® dos veces ese tipejo y cogimos miedo", aseguran el hombre y la mujer, que cuidan esta tarde de su nieta. Otro vecino, de chaleco y jact¨¢ndose de ser vendedor de melones, relata que alguna vez se le acerc¨® El Calvo a comprarle y ¨¦l no quiso venderle los mejores que ten¨ªa, que se conocen como mochuelos, los que se cultivan ¨ªntegramente en Villaconejos. "Le enganchaba uno de los africanos, que no saben igual, ya sabes, viajan en barco 14 o 15 d¨ªas y eso se nota. El infeliz se iba tan contento con ¨¦l debajo del brazo", cuenta a carcajadas.
?D¨®nde se encuentra un mel¨®n mochuelo, tan dif¨ªcil de catar? "En la fruter¨ªa Carlos, en el mercado de Puente de Vallecas. Pero hay que estar despierto, es dif¨ªcil de conseguir", sugieren en la cooperativa. Por la avenida principal aparece de nuevo el viejo autob¨²s alumbrando la calle con sus faros. No hay tiempo que perder.
Apuntes de viaje
- A Villaconejos (unos 3.200 habitantes) se llega en el autob¨²s 415, que se coge en plaza El¨ªptica. El trayecto cuesta 3,35 euros.
- La temporada del mel¨®n est¨¢ a punto de empezar, lo que ha hecho que el paro descienda en el pueblo casi un 10%.
- Sus fiestas patronales se celebran este fin de semana.
- No hay que dejar de ver la iglesia San Nicol¨¢s de Bari, de estilo renacentista, ni las ermitas de Santa Ana, de 1578, y San Isidro.
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