?frica: medio siglo de frustraci¨®n
El continente sigue postrado pol¨ªtica y econ¨®micamente: se consiguieron unas independencias sin soberan¨ªa. Hoy aumentan los Estados democr¨¢ticos y cesan algunos de los conflictos, aunque el progreso es lento
Hace ahora 50 a?os, 17 pa¨ªses del ?frica subsahariana, en su mayor¨ªa colonias francesas, obtuvieron su independencia. Aunque la eclosi¨®n soberanista empez¨® con la descolonizaci¨®n de Sud¨¢n (1956), Ghana (1957) y Guinea-Conakry (1958), y continu¨® imparable en los a?os siguientes, 1960 es considerado el a?o de ?frica. Ese a?o culminaron las ilusiones de libertad de los pueblos africanos, sometidos a la dominaci¨®n extranjera desde hac¨ªa 75 a?os, tras la Conferencia de Berl¨ªn de 1885, en la que las principales potencias europeas se repartieron caprichosamente el continente.
La oleada independentista ilusion¨® no solo a los propios africanos, sino tambi¨¦n a los idealistas del mundo entero, que vieron, con curiosidad y simpat¨ªa, aquel fen¨®meno sin precedentes como el inicio de una era en la que pueblos secularmente despreciados se levantaban orgullosos para proclamar su derecho a la libertad y a la recuperaci¨®n de su dignidad. Tanto unos como otros creyeron de buena fe que las independencias africanas ser¨ªan el motor del cambio hacia un orden internacional nuevo, y que la liberaci¨®n del yugo colonial traer¨ªa consigo el desarrollo econ¨®mico y social de los pa¨ªses del continente.
Los dictadores africanos solo han heredado del sistema colonial el gusto por la brutalidad
El neocolonialismo econ¨®mico occidental vaci¨® de contenido las independencias
Medio siglo despu¨¦s, aquella esperanza de libertad, dignificaci¨®n, desarrollo y unidad continental -los "Estados Unidos de ?frica" so?ados por Kwame Nkrumah, principal ide¨®logo del panafricanismo moderno y primer presidente de Ghana- se muestran como puras ilusiones. La situaci¨®n presente del continente ha llevado a la mayor¨ªa de los africanos a la frustraci¨®n, sentimiento compartido por casi todos los analistas y los simples ciudadanos de los pa¨ªses desarrollados.
Por ello es necesaria una reflexi¨®n, analizar las causas por las cuales ?frica sigue siendo un continente postrado, econ¨®mica y pol¨ªticamente dependiente, con los m¨¢s bajos ¨ªndices de desarrollo del planeta, con la mayor parte de sus 54 Estados gobernados por dictaduras clept¨®manas, que han reducido a la gran mayor¨ªa de sus 1.000 millones de habitantes a la indigencia internacional, a una pobreza extrema y a una esperanza media de vida de apenas 56 a?os.
Como en todos los grandes males padecidos por ?frica en los ¨²ltimos 500 a?os -la esclavitud y el colonialismo-, a esta situaci¨®n concurren causas internas y externas. Entre las primeras, la excesiva ambici¨®n y el ego¨ªsmo exacerbado de unas ¨¦lites locales a las que no les preocupa el bienestar de sus compatriotas, entregadas solo a la satisfacci¨®n de los propios instintos primarios. Sea por la apetencia de riquezas, por los goces del poder o por la degeneraci¨®n de las costumbres tradicionales, la realidad es que desaparecieron de los h¨¢bitos de la mayor¨ªa de los africanos valores como la solidaridad o la compasi¨®n; la fraternidad tribal se convirti¨® en tribalismo, en exclusi¨®n del otro; la probidad como fundamento de la autoridad es mero autoritarismo; el poder se ha convertido, a un tiempo, en dominaci¨®n y en medio para obtener prebendas y sinecuras, en beneficio exclusivo de uno mismo; ese poder es omn¨ªmodo, al quedar destruidos aquellos mecanismos que en las estructuras antiguas contribu¨ªan a su moderaci¨®n, al equilibrio entre el gobernante y los gobernados. Para ellos, la principal herencia del colonialismo fue ¨²nicamente la brutalidad de aquel sistema: los gobernantes africanos, sucesores de los gobernadores europeos, copian ¨²nicamente sus defectos en lugar de combinar los aspectos positivos de los usos ancestrales con los rasgos positivos del encuentro con otras civilizaciones; solo cultivan los aspectos m¨¢s perniciosos de ambas culturas, convertidas en meras caricaturas.
Tras la II Guerra Mundial, librada en nombre de la libertad frente al totalitarismo, los sistemas coloniales quedaron obsoletos, sin argumentos; as¨ª, el nacionalismo africano result¨® incontenible. Pero las ingentes riquezas africanas -mineras, forestales, agr¨ªcolas, pisc¨ªcolas...- eran imprescindibles para las industrias europeas y estadounidenses. Baste recordar que el uranio de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Gab¨®n y N¨ªger fue y es indispensable para las potencias nucleares. De manera que, en plena guerra fr¨ªa, Europa Occidental y Estados Unidos no pod¨ªan permitir que ?frica se independizara de verdad -con el riesgo de que cayera en la zona de influencia comunista-, y recurrieron al control estricto de las naciones emergentes.
En ese contexto debe situarse la inestabilidad permanente de los pa¨ªses africanos tras las independencias, y guerras como las de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (y el asesinato de Patrice Lumumba) y Nigeria (Biafra), as¨ª como el derrocamiento de Nkrumah y los continuos golpes de Estado en pa¨ªses como Ghana, Nigeria, Ben¨ªn, Togo, N¨ªger, Mal¨ª o Congo-Brazzaville. Existen numerosos datos sobre ello, y solo es necesario recordar testimonios como los de Jacques Foccard, consejero de Asuntos Africanos de todos los presidentes de la V Rep¨²blica Francesa hasta su jubilaci¨®n en la ¨¦poca de Fran?ois Mitterrand.
Transformado el colonialismo en "neocolonialismo", las independencias se vaciaron de contenido; por eso, muchos, africanos o no, piensan que ?frica obtuvo unas independencias sin soberan¨ªa. El neocolonialismo necesita de reg¨ªmenes fuertes -es decir, autocr¨¢ticos- y coloc¨® en el poder a d¨¦spotas como Mobutu Sese Seko en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo -rebautizada Zaire bajo su mandato-, paradigma de una ¨¦poca en la que fueron m¨¢s importantes las riquezas extra¨ªdas que los habitantes asesinados, los que mor¨ªan a causa de la miseria o los que languidec¨ªan por la ausencia de toda libertad. No import¨® que Mobutu acumulase una fortuna personal superior a los 5.000 millones de d¨®lares, ni que gobernara con su partido ¨²nico, ni sus extravagancias, ni su crueldad: solo se le exig¨ªa que mantuviese un control estricto sobre la poblaci¨®n y que garantizase una buena cuenta de resultados a las empresas que explotaban las ingentes riquezas de su pa¨ªs.
Al igual que el colonialismo, el neocolonialismo se basa en el determinismo racial, seg¨²n el cual los africanos son eternos menores de edad, incapaces de gobernarse por s¨ª mismos, de convivir en armon¨ªa, de organizarse en sociedad. Lo han expresado algunos pol¨ªticos europeos sin temor a caer en lo pol¨ªticamente incorrecto. De ah¨ª la tendencia a interpretar los fen¨®menos africanos como consecuencias del "tribalismo", o desde el paternalismo que suscita la compasi¨®n ante los ni?os fam¨¦licos o los inmigrantes ahogados en las costas europeas al intentar alcanzar el Ed¨¦n.
Incluso se alzan algunas voces para proclamar que la soluci¨®n de las miserias africanas estar¨ªa en una nueva colonizaci¨®n del continente, siempre bajo la supremac¨ªa blanca. Pero estas interpretaciones obvian lo fundamental: que, en este medio siglo de frustraciones, quedan muchas f¨®rmulas por ensayar. Por ejemplo, que ?frica sea dirigida por africanos sensibles a los intereses de sus naciones, que trabajen para dar contenido a los ideales de libertad y bienestar por los que sus mayores exigieron el autogobierno.
Aun as¨ª, ?frica evoluciona a un ritmo quiz¨¢ demasiado lento para muchos. Pero si miramos hacia atr¨¢s, hace 15 a?os apenas se contaban con los dedos de una mano los pa¨ªses que respetaban los derechos de sus ciudadanos y estaban comprometidos a lograr mayores niveles de bienestar; entonces, las guerras asolaban las cuatro esquinas del continente y la inestabilidad era cr¨®nica.
Hoy aumentan los pa¨ªses democr¨¢ticos en los que la alternancia es real, y han cesado buena parte de los conflictos. Queda mucho por hacer, y no ser¨¢ f¨¢cil hacerlo, pero existe una conciencia generalizada de que la dictadura no es el estado normal, que la democracia y el desarrollo son posibles. Eso es importante cara al futuro.
Donato Ndongo-Bidyogo es escritor y periodista guineano.
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