El principio del fin
Toda Europa hab¨ªa sido un hervidero de supersticiones y crueldades; de censuras, quemas de herejes y represiones, y de torturas p¨²blicas de animales humanos y no humanos, incluidos el lanzamiento de gatos desde las torres de las iglesias, las peleas de perros y de gallos y de perros contra osos, y los encierros, acuchillamientos y corridas de toros. Frente a tanta sordidez y violencia, la Ilustraci¨®n trajo a Europa la apertura de las mentes y la suavizaci¨®n de las costumbres. Las tradiciones m¨¢s sanguinarias fueron abolidas en casi todas partes. Sin embargo, en Espa?a apenas hubo Ilustraci¨®n y Fernando VII cort¨® de cuajo sus d¨¦biles brotes, restaurando la Inquisici¨®n y la tauromaquia, entre otros horrores. Espa?a se convirti¨® en una excepci¨®n y anomal¨ªa, la famosa Espa?a negra, caricaturizada por Goya, una anacr¨®nica bolsa de crueldad y cutrer¨ªo alejada de cualquier ciencia y compasi¨®n.
Llevamos casi dos siglos tratando de quitarnos de encima esa siniestra tradici¨®n de la Espa?a negra. Desde la supresi¨®n definitiva de la Inquisici¨®n en 1834 hasta la reci¨¦n aprobada abolici¨®n de la tauromaquia en Catalu?a (a partir de 2012), pasando por la introducci¨®n de la democracia en Espa?a tras la muerte de Franco y la lucha contra el maltrato a las mujeres, hemos ido lavando nuestra cara cultural y acerc¨¢ndonos al nivel intelectual, pol¨ªtico y moral del resto de Europa. Uno de los ¨²ltimos cap¨ªtulos pendientes es acabar con la crueldad hacia los animales no humanos, presuntamente justificada por la idea anticient¨ªfica de que el ser humano no es un animal, sino un hijo de Dios, separado por un abismo del resto de las criaturas y colocado en el mundo para explotarlas y hacerlas sufrir.
La consistencia no es un valor apreciado por los pol¨ªticos. En la Comunidad canaria ya no hay corridas de toros ni peleas de perros desde 1991, pero sigue habiendo peleas de gallos, tan crueles como las corridas. Ahora, el Parlamento de Catalu?a ha decidido prohibir por crueles las corridas de toros, pero no los correbous (encierros) ni los toros embolados, igualmente crueles, con la excusa de que son tradicionales. Mariano Rajoy dice estar alarmado, pues si se empieza prohibiendo la tauromaquia, podr¨ªa acabarse prohibiendo la caza. Ojal¨¢. La tauromaquia no es la ¨²nica salvajada. Matar animales por diversi¨®n es algo ¨¦ticamente indefendible, pero el progreso no se consigue de golpe, sino paso a paso.
Nadie ha planteado el debate sobre la tauromaquia en Catalu?a como una separaci¨®n de Espa?a. Los l¨ªderes del PP (y algunos del PSOE) est¨¢n mal informados y confunden sus fantasmas mentales con la realidad. De entre los muchos expertos que comparecimos ante la comisi¨®n pertinente del Parlamento de Catalu?a a favor de la abolici¨®n de las corridas de toros, ni uno solo emple¨® argumentos nacionalistas o identitarios. Curiosamente, fueron los taurinos los ¨²nicos que agitaron ese espantajo, subrayando la tradici¨®n taurom¨¢quica catalana e incluso sacando a los toreros en la plaza Monumental de Barcelona con la barretina por montera y la se?era por capote.
Aprobando la abolici¨®n de las corridas de toros en un proceso de impecable factura democr¨¢tica, el Parlamento catal¨¢n ha atendido a las razones y valores universales por encima de los tribales y tradicionales (excepto por la peque?a incoherencia con los correbous). La discusi¨®n previa en la comisi¨®n ha sido de una inusitada racionalidad y seriedad y ha puesto el list¨®n muy alto. El Parlamento de Catalu?a ha prestado un gran servicio a Catalu?a, a Espa?a y a la noble causa del triunfo de la compasi¨®n en el mundo. Este paso es el principio del fin de la tauromaquia, cuya decadencia y desprestigio contribuir¨¢ a acelerar.
Jes¨²s Moster¨ªn es fil¨®sofo y profesor de Investigaci¨®n en el CSIC.
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