Felices lecturas
Me hice adicta a la lectura a finales de los a?os cincuenta, en la misma ¨¦poca en que por la calle y en los tranv¨ªas pod¨ªan leerse letreros que indicaban, bajo multa de c¨¦ntimos de peseta: prohibido fijar carteles, prohibido escupir, prohibida la palabra soez... En aquella sociedad, en aquella familia, autoritaria y represora, la ¨²nica forma posible de evadirse de la c¨¢rcel virtual eran los libros.
Para poder leer con sosiego y escapar a los quehaceres que la vida dom¨¦stica nos impon¨ªa no s¨®lo a m¨ª sino tambi¨¦n a mis tres hermanas menores, me encerraba en el ba?o durante ratos interminables.
Leyendo me perd¨ªa en otra dimensi¨®n que nada ten¨ªa que ver con los azulejos verde p¨¢lido que me rodeaban. As¨ª que, cuando mi madre ven¨ªa a aporrear la puerta y a reclamar mi colaboraci¨®n, yo, con dificultad, atravesaba capas y capas de conciencia hasta regresar a los golpes indignados. Y con el trasero enrojecido y aires de dignidad ofendida, sal¨ªa del ba?o para ponerme a quitar el polvo prometi¨¦ndome que, de mayor, jam¨¢s perder¨ªa el tiempo en ese tipo de actividad mientras quedasen en la Tierra libros por leer.
En aquella sociedad autoritaria y represora, la ¨²nica forma posible de evadirse de la c¨¢rcel virtual eran los libros
Tal vez por eso me hice escritora: para poder leer horas sin que nadie pudiese recrimin¨¢rmelo, puesto que mi oficio "exige" mucha lectura. Y, claro est¨¢, comparto la mirada fascinada del fot¨®grafo Andr¨¦ Kert¨¦sz sobre el ¨ªntimo placer de la lectura, que se manifiesta en un autob¨²s, en una azotea o en un portal en el que se han acumulado montones de hojas de peri¨®dicos. Yo misma nunca pude sustraerme al impulso de agacharme sobre una doble p¨¢gina de diario puesta en el suelo reci¨¦n fregado para leer unos titulares tal vez ya del d¨ªa anterior.
Si ustedes sienten esa misma pasi¨®n, probablemente dedicar¨¢n muchas horas de las vacaciones a leer, por lo que no me resisto a recomendarles unos cuantos t¨ªtulos. Aqu¨ª van:
Els jugadors de whist de Vicen? Pag¨¨s (Emp¨²ries), que en oto?o se publicar¨¢ en castellano (JuntandoPalabras). Una novela melanc¨®licamente divertida que expresa el malestar de un tipo desencantado con Figueras como paisaje de fondo.
Las vidas de Lenush de Catherine Cusset (El Aleph). Un libro de lectura pl¨¢cida y atractiva, en el que nos ponemos en la piel de Lenush, que vive en la Rumania de Ceaucescu y que, finalmente, consigue su sue?o: crear una familia y trabajar en un pa¨ªs libre. La novela est¨¢ tambi¨¦n transitada por la dif¨ªcil relaci¨®n entre la mujer y su nuera francesa.
Hacia el amanecer de Michael Greenberg (Seix-Barral). Un libro duro pero magn¨ªfico de un escritor que cuenta el trastorno mental, agudo y repentino, de su hija, que acaba siendo diagnosticada como bipolar.
Cuatro hermanas de Jetta Carleton (Libros del Asteroide). En una granja en el midwest americano a principios de los a?os cincuenta cada verano se re¨²nen el padre, la madre y tres de las cuatro hijas. Cada personaje va desgranando los recuerdos que les unen mientras lentamente va aflorando un secreto familiar.
Puro Fuego. Confesiones de una banda de chicas de Joyce Carol Oates (Punto de lectura). Maddy rememora los hechos que tuvieron lugar entre 1951 y 1953 en la humilde barriada en la que viv¨ªa y en los que tom¨® parte junto a las chicas de la banda, Fox Fire, cuyo objetivo era defenderse de los predadores sexuales.
Antes de morirme de Jenny Downham (Salamandra). Una novela vitalista a pesar de que el tema central es la muerte, escrita con un humor rompedor.
Contes russos de Francesc Ser¨¦s (Quaderns Crema), ignoro si ver¨¢ la luz en castellano pero me atrevo a imaginar que s¨ª. De la mano de una ficticia traductora conocemos a cinco supuestos autores rusos, con cuyos relatos basados en vivencias personales y an¨®nimas repasamos la historia de Rusia (posguerra, comunismo, guerra fr¨ªa, Perestroika).
Mejillones para cenar de Birgit Vanderbeke (La Galera). Una esposa, su hija y su hijo esperan al padre para cenar. Una cr¨ªtica hilarante al car¨¢cter coercitivo de la familia patriarcal.
?Ah! Y cont¨¢gienles las ganas de leer a su prole, si la tienen. Felices vacaciones.
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