La batalla de El Carme
Con un censo de m¨¢s de 300 garitos de ocio, el casco hist¨®rico de Valencia corre riesgo de colapsarse por la sobreexplotaci¨®n - Residentes y hosteleros se?alan al Ayuntamiento como el culpable
Ciutat Vella, cuatro de la madrugada de un mi¨¦rcoles cualquiera en Valencia. Un residente duerme con placidez; a las siete tiene que levantarse para el curro y perder sue?o es fatal. De pronto unos berridos inauditos le despiertan, vienen de la calle y llevan un rato; se asoma y contempla a una cuadrilla de ni?atos brit¨¢nicos, botellas de alcohol en ristre, gritando a pleno pulm¨®n su felicidad de estar en el pa¨ªs del pasote. El esc¨¢ndalo se prolonga durante casi diez minutos; el vecino est¨¢ acostumbrado, mejor resignado.
Pero lo que le quita el sue?o esa noche es ver at¨®nito a un coche patrulla parado en un chafl¨¢n de la calle y se deprime ante el hecho de que los polic¨ªas no hayan intervenido para silenciar a los alborotadores nocturnos, como si no fuera con ellos. La secuencia pertenece al laberinto de chapuzas del Ayuntamiento de Valencia. Y los agentes de la Local no tienen culpa alguna. Hay tres unidades diferentes para ocuparse del barrio; la polic¨ªa de barrio de d¨ªa; la unidad central pasa a tomar el control de noche y luego est¨¢n los grupos operativos que van donde haga falta, eso si llegan. Si uno llama de madrugada al 092 para denunciar un esc¨¢ndalo bajo su casa puede esperar sentado a que lleguen a tiempo. Las patrullas nocturnas son escasas y tienen problemas m¨¢s graves que atender, se supone. En realidad, en ocasiones malgastan su tiempo en servicios absurdos como levantar a un borracho del suelo y meterlo en un furg¨®n SAMU. Pero no hay patrullas que repriman el esc¨¢ndalo que se forma a la salida de los tugurios de copas. El botell¨®n megagamberro de plazas como El Carme o Vicente Iborra, desapareci¨® a base de mangueras de agua a presi¨®n, de momento. Pero es un parche. El descontrol de garitos y licencias nocturnas, caos de terrazas y esc¨¢ndalos de gamberros sigue igual. No se ve un plan por ning¨²n lado. El PP que dirige la ciudad mira a otra parte cuando se trata de Ciutat Vella.
"El problema no est¨¢ en los garitos y sus terrazas sino en lo que pasa despu¨¦s"
"Los vendedores de latas a un euro siguen haciendo su trabajo"
"La actividad hostelera ha funcionado como depredador"
"El Ayuntamiento practica una pol¨ªtica autista, no sabe, no contesta"
"El s¨¢bado hab¨ªa varios coches patrulla y un mont¨®n de polis en la plaza del Tossal; toda la calle de Cavallers llena de paquistan¨ªes vendiendo botes de cerveza de estrangis y ellos tan panchos, charlando", dice Carmela, residente de 30 a?os, que vive cerca de la plaza m¨¢s concurrida de la zona. "Aqu¨ª de noche viene gente de todo tipo, desde colgados a pijos y no hay conflictos. Lo que me molesta como vecina es el nulo control del Ayuntamiento en el barrio. El problema no est¨¢ en los garitos y sus terrazas sino en lo que pasa despu¨¦s".
Lo que acontece despu¨¦s es que una vez cerrados los lucrativos negocios del alcohol, la masa noct¨¢mbula puede seguir bebiendo y comiendo hasta el alba. De eso se encargan no s¨®lo los pobres inmigrantes indost¨¢nicos que venden lo que ellos tienen prohibido, una lata de cerveza a un euro sino tambi¨¦n sus colegas de los kebab que con licencia de comidas no cierran hasta muy tarde.
Presas del p¨¢nico por la mengua de caja que supondr¨¢ la reci¨¦n anunciada declaraci¨®n de zona ac¨²sticamente saturada (ZAS) para Ciutat Vella, los botiguers de las tabernas convocaron una rueda de prensa en el pub Sant Jaume, (anta?o pintoresca farmacia) para defenderse y proclamar que ellos no son responsables del ruido sino la falta de control municipal nocturno de ciertas ilegalidades como la venta de alcohol por la calle.
Campa, due?o del Cafet¨ªn, garito con 24 a?os de existencia, sintetiza su opini¨®n sobre el asunto: "Los hosteleros no tenemos la culpa del ruido, cuando las terrazas est¨¢n llenas no se oyen, sucede que al cerrar la gente se desmadra por las calles y es incontrolable. El problema es que los kebab no est¨¢n regulados. Piden licencia de negocios de comida para llevar. Creo que hay un vac¨ªo legal y, claro, permanecen abiertos hasta las cuatro de la ma?ana. Los vendedores de latas a un euro siguen haciendo su trabajo y no parece que la persecuci¨®n policial les afecte. Ahora llevan bolsas de pl¨¢stico pues antes les confiscaban las latas y las mochilas".
Para los m¨¢s avisados del problema el ruido ha sido consustancial a El Carme, desde los tiempos de Campsa 13 y Barro, legendarios garitos de la calle de Ripalda que inauguraron la reconversi¨®n del barrio antiguo de zona menestral y arruinada por la riada del 59 a flamante mascar¨®n de proa de la modernidad y el desfase a la valenciana. Casi una marca registrada como la horchata. M¨¢s all¨¢ del folclore la ¨²nica realidad es que el asunto se le ha ido al Ayuntamiento del PP de las manos.
"Cuando se inici¨® la especulaci¨®n, tolerada con desverg¨¹enza por la autoridad municipal de uno y otro color, comenzaron los problemas. Compraban pisos a cuatro duros, los arreglaban y los vend¨ªan por millones. El caso es que hay personas que han comprado un piso a precio de lujo y luego caen en la cuenta de que ¨¦ste no es un barrio residencial sino que est¨¢ enfocado al ocio y el bareteo", explica Carmela.
Y ah¨ª parece estar el quid de la cuesti¨®n. Muchos de esos residentes, hartos del foll¨®n, se unieron en Amics del Carme, asociaci¨®n c¨ªvica de resistencia creada sobre las ruinas de la hist¨®rica Asociaci¨®n de Vecinos que cre¨® el PCPV en los a?os 70 y que entre otras cosas impidi¨® que se prolongara la avenida del Oeste hasta el r¨ªo, que as¨ª lo ten¨ªa proyectado el urbanismo de la dictadura. Amics del Carme denuncia sin descanso los desfases y persigue sin cesar a concejales y polic¨ªas para que pongan orden como manda la ley.
Ocho de la tarde en un bajo del n¨²mero 52 de la calle Alta. En la min¨²scula sede de Amics del Carme est¨¢n reunidos Toni Casola, portavoz de la entidad, varios socios m¨¢s y dos agentes de la polic¨ªa local de El Carme. Uno de ellos es oficial jefe. Es el encuentro habitual de los lunes, pero esta vez la cosa se pone fea. Un vecino m¨¢s que enfadado hist¨¦rico, le dice perrer¨ªas al jefe de la polic¨ªa mientras este mira al suelo. La escena es ins¨®lita pero evidencia el clima de desencuentros que existe en el barrio. Toni Casola, incansable activista vecinal, es tajante: "El titular de tu reportaje no es "vecinos versus hosteleros", es vecinos y hosteleros versus Ayuntamiento de Rita Barber¨¢".
Se ha disculpado por la escena con los polic¨ªas, dice que no es siempre as¨ª pero que un socio estaba picado por las molestias de una pantalla en la calle, el pasado Mundial.
"Desde la riada del oto?o del a?o 1959 el barrio de El Carme no ha levantado cabeza. Ha sufrido un proceso de degradaci¨®n, ha perdido su tejido social. La actividad hostelera ha funcionado como depredador. Se han producido surrealismos como el de que por una ferreter¨ªa han pagado una millonada y el Ayuntamiento ha sido incapaz de organizar esto. El fracaso de la gesti¨®n del casco hist¨®rico se lo reparten el PP y el PSOE. Son los vecinos los que se han gastado los cuartos rehabilitando".
Casola alerta de la sobreexplotaci¨®n del casco hist¨®rico que est¨¢ produciendo su colapso. Cosa curiosa es saber que el arzobispado posee muchos solares y edificios debido a que recibe con frecuencia las herencias de abuelitas sin testar.
"Hay una moratoria sobre nuevos locales y es posible que finalmente consigamos la ZAS, pero la situaci¨®n es surrealista: para averiguar las normas administrativas tenemos que ir a los jueces; el Ayuntamiento practica una pol¨ªtica autista, no sabe, no contesta".
Los Amics del Carme tienen un ¨¢rea de actuaci¨®n que no se limita al barrio de la morer¨ªa, implican la calle de Cavallers y parte de La Xerea, as¨ª como Corretger¨ªa, Collado y alrededores. Los que tienen problemas de garitos bajo sus casas. Casola se sorprende a diario con movidas extra?as y contradictorias. "Cierra un horno en Cavallers y luego en ese mismo local no se permite un bar por cercan¨ªa con otro. A los tres meses el Ayuntamiento y el del bar se ponen de acuerdo y ya tenemos un nuevo garito. Para nosotros eso huele a un chalaneo con el departamento de actividades diversas que dirige Vicente Igual. Y a nosotros no nos informan de nada. El oscurantismo sobre el barrio es tal que para saber las licencias de las terrazas que existen por doquier hemos tenido que ir a pleitos".
En la reuni¨®n de los vecinos con los polic¨ªas de la calle Alta la discusi¨®n sube de tono. Hace un calor de mil demonios y Jos¨¦ Ram¨®n le est¨¢ diciendo lo que no est¨¢ escrito al jefe policial. Que si prometisteis que controlar¨ªais y no lo hicisteis. No hay acuerdo, incluso los lenguajes son diferentes. Uno de los polic¨ªas de barrio presente, apreciado por el sentido com¨²n de sus patrullas, habla de la normativa con calma, tratando de contrarrestar la histeria del vecino. "En una denuncia por contaminaci¨®n ac¨²stica tiene que citarse al receptor y al emisor, usted ya lo sabe...".
El caso es que un puntual problema de dos semanas atr¨¢s ha bloqueado el di¨¢logo entre polic¨ªas, vecinos y periodista, como una met¨¢fora perfecta del problema del barrio. En la Asociaci¨®n vecinal tienen una lista de locales: 324, tugurio m¨¢s garito menos. Son muchos. O un cambio radical o el colapso.
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