Anatema sobre Ronda
La ciudad de Ronda tiene varios monumentos a toreros y calles dedicadas a grandes poetas, algunos de ellos caracterizados por haber cantado a los primeros. En la ciudad de Ronda es omnipresente la evocaci¨®n de Rainer Maria Rilke y en una peque?a finca de los alrededores, perteneciente a un torero ya fallecido, reposan por propia voluntad las cenizas de Orson Welles. En Ronda naci¨® Francisco Giner de los R¨ªos y un colectivo que lleva el nombre del pedagogo ha celebrado la memoria de Miguel Hern¨¢ndez.
La reciente votaci¨®n del Parlamento de Catalu?a en favor de la abolici¨®n de las corridas de toros ha provocado un tremendo debate, en raz¨®n de que muchos han entendido que se repudiaba un s¨ªmbolo de la identidad espa?ola. Sin embargo, los promotores de la moci¨®n enfatizaron que el proyecto era mero corolario de una conciencia ecologista, que apunta a revitalizar el sentimiento de nuestra pertenencia a la naturaleza y de nuestra filiaci¨®n con el reino animal.
En Catalu?a ha fracasado el intento de explicar que la lidia no es complacencia en el sufrimiento
Subyace en este asunto un enorme interrogante cient¨ªfico y filos¨®fico. El conocimiento del alto grado de homolog¨ªa gen¨¦tica que se da entre otros animales y el ser humano puede dar lugar a una radical transformaci¨®n de lo que entendemos por comportamiento ¨¦tico. Este no consistir¨ªa ya en la exigencia de no instrumentalizar a los seres de raz¨®n y de lenguaje, sino en la exigencia de no instrumentalizar a los seres susceptibles de sufrimiento, en todo caso aquellos dotados de sistema nervioso central. Si esta nueva ¨¦tica llegara a imponerse, ser¨ªa imperativo abolir la tauromaquia, pero asimismo muchas otras pr¨¢cticas humanas. Cuando denunci¨¢ramos la vivisecci¨®n de mam¨ªferos superiores no ser¨ªa l¨ªcito a?adir la coletilla "sin anestesia". Y para hablar de maltrato de un perro bastar¨ªa con referirse a su confinamiento en un espacio que le impide realizar las potencialidades que su naturaleza conlleva. Esta nueva ¨¦tica tendr¨ªa sin duda la dificultad de la coherencia, pues llevada a sus extremos pondr¨ªa en entredicho las condiciones mismas de supervivencia de los humanos.
No comulgar con esta nueva forma de ¨¦tica, seguir considerando que la esencia de la eticidad reside en la m¨¢xima de tratar al ser humano como un fin y nunca como un medio o instrumento, en modo alguno implica que la complacencia en el sufrimiento de un animal pueda ser justificada. Se trata de un imperativo universal y el problema respecto a la tauromaquia es determinar si de verdad lo infringe. Los taurinos lo niegan y, sin embargo, han fracasado en la tentativa de convencer a los parlamentarios de Catalu?a de que su contemplaci¨®n del sacrificio del animal nada tiene que ver con una complacencia ante el sufrimiento del mismo, que el sacrificio ser¨ªa simplemente el precio por un rito de marcado peso simb¨®lico y art¨ªstico, precio no mayor que el de tantos otros que se dan en las culturas europeas o no europeas (es posible que haya alguna persona que haya ido a una plaza de toros a ver sufrir al animal, al hombre o a ambos, pero yo simplemente no he conocido a ninguna). A nadie han convencido argumentando que para el toro la lidia quiz¨¢s no suponga tanto sufrimiento como combate (que en absoluto rehuir¨ªa, lo cual ser¨ªa incomprensible si se busca la analog¨ªa con un ser torturado), tras una vida enteramente libre de m¨¢s de cuatro a?os, en condiciones id¨®neas para realizar su naturaleza espec¨ªfica.
Los taurinos recordaban en el Parlamento de Catalu?a que las decisiones pol¨ªticas en materia de costumbres y de ¨¦tica han de ser expresi¨®n de un sereno deliberar (que, en este caso, implicar¨ªa a et¨®logos, genetistas, fil¨®sofos, etc¨¦tera) y no preceder o sustituirse al mismo. Pero han fracasado en la tentativa y se procedi¨® al hecho irreversible de votar la abolici¨®n sin que este debate haya tenido lugar. Y ser¨¢ asimismo en ausencia de tal debate que -ya abierta la veda- se har¨¢n propuestas abolicionistas en otros lugares. Y as¨ª, aunque el problema ¨¦tico de la relaci¨®n con los animales afecte a muchos colectivos (consumidores de ciertos productos gastron¨®micos, pescadores, empresarios de la avicultura industrial o propietarios de animales dom¨¦sticos) para los que las propuestas ecol¨®gico-normativas se difieren permanentemente, el taurino como moderno Azazel ser¨¢ anatematizado en nombre de la causa ecologista.
En las horas que preced¨ªan a la votaci¨®n en el Parlamento un colega y amigo de la Universidad de Barcelona reiteraba el argumento de que la proximidad geogr¨¢fica y cultural de Catalu?a a Europa hac¨ªa inviable seguir con las corridas de toros. Al respecto un ¨²ltimo apunte:
En la evocada ciudad de Ronda solo se celebra una corrida al a?o, pero los toros son para la entera poblaci¨®n un s¨ªmbolo no ya de identidad, sino de su ancestral cultura.
Pues bien, de generalizarse el argumento seg¨²n el cual la tauromaquia deber¨ªa ser abolida por su intr¨ªnseca indigencia moral incompatible con los valores de nuestro entorno, ?suprimimos sus s¨ªmbolos?, ?derruimos sus monumentos?, ?la expulsamos de esa Europa que tantas veces se esgrime como as¨ªntota de nuestras aspiraciones de pueblo limpio, claro y que trabaja? ?Qu¨¦ hacemos, en suma, con esta vieja y -a ojos vista- civilizad¨ªsima ciudad de Ronda?
V¨ªctor G¨®mez Pin es catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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