CADAQU?S EN EL 'TOP MANTA'
Honestamente, todo esto plantea dilemas. El original, la copia, el copyright, la obra de arte en la ¨¦poca de la reproductividad t¨¦cnica... En fin, el caso es que unos ciudadanos chinos, despu¨¦s de muchos permisos y visados del r¨¦gimen, se dejaron caer por Cadaqu¨¦s (Girona) el mes pasado con la idea de tomar medidas para reproducir la ?taca de Salvador Dal¨ª a escala 1/1 en Xiamen, un territorio costero de su pa¨ªs. Y aunque era la primera vez que visitaban el pueblo (lo debieron ver en Google), en septiembre pondr¨¢n ya la primera piedra de su particular y kitsch homenaje. La ciudad de veraneo se llamar¨¢ igual y tendr¨¢ capacidad para unas 15.000 personas. Sin complejos. Y el Ayuntamiento, que al principio, dice su alcalde, pensaba que "era un cuento chino", est¨¢ encantado.
Una visita al enclave ampurdan¨¦s, cuya r¨¦plica se construye actualmente en la costa de China
El problema es que estos se?ores quiz¨¢ ignoran que Cadaqu¨¦s, el lugar m¨¢s enroscado del Ampurd¨¢n, pueblo frontera con complejo de isla por el que han desfilado Duchamp, Hamilton, Picasso o ?luard, hace tiempo que emprendi¨® un proceso de copia de s¨ª mismo. Atrapado en un loop infinito, el lugar con m¨¢s galer¨ªas de arte por habitante del planeta recrea su esencia con cada vez m¨¢s insistencia y lejan¨ªa del original. Y aunque el sitio sigue siendo de los m¨¢s particulares del mundo, todo gira siempre alrededor de lo que fue un d¨ªa. Ese es el eco que, con suerte, copiar¨¢n los chinos.
Queda, eso s¨ª, un aire surrealista que lo adorna todo. El concepto souvenir ha alcanzado tales dimensiones que, hace unos meses, un grupo de estadounidenses que dirige un museo de Dal¨ª en Saint Petersburg, California, se llev¨® una enorme roca del cabo de Creus a su pa¨ªs. El pedrusco estaba en el antiguo Club Meditarran¨¦e, gigante resort de peque?as casitas abandonado durante a?os y expuesto al viento y al corrosivo salitre como si fuera aquella inquietante isla de La invenci¨®n de Morel de Bioy Casares. As¨ª que el Ayuntamiento pens¨® que, como la piedra ya era un adorno y no hab¨ªa que arrancarla, no ser¨ªa un problema regalarla a los americanos (ver foto del alcalde, Joan Borrell, sonriente el d¨ªa de la entrega en California). Dando un paseo por la zona, en la cala Cullar¨¦, se llega a la roca que sirvi¨® a Dal¨ª de inspiraci¨®n para pintar El gran masturbador. Y pese a que por el pueblo circula que tambi¨¦n se la han llevado, de momento sigue en su sitio.
Cerca de ah¨ª, al final de la carretera que conduce al fin del mundo, Chris Little gobierna su restaurante, antiguo cuartel de la Guardia Civil, como si fuera un barco. Corona de la punta m¨¢s oriental de la Pen¨ªnsula, donde el primer rayo de sol comienza a iluminar Espa?a cada ma?ana y donde el faro en el que rodaron Kirk Douglas y Yul Brynner hace lo propio con los barcos cada noche. En medio de un paisaje lunar donde los ¨¢rboles crecen doblados y las piedras parece que llevan balazos, Chris se ha encargado a su modo y durante 20 a?os de cuidar la zona. Gran tipo, pero con un car¨¢cter cosido al pecho por un viento de mil demonios que ayuda, suerte, a que nadie se pase de listo en el parque natural. Ahora, Medio Ambiente prepara un plan surrealista (basado en unos extra?os postulados de Dal¨ª) para cortar la carretera o, incluso, cerrar el lugar. En defensa de la naturaleza, dicen los que han permitido durante a?os que haya 137 casas irregulares en el Cabo de Creus.
Pero los chinos no est¨¢n interesados en eso, ni es probable que alguien se lo mostrara. En los 440.000 metros cuadrados de r¨¦plica que construir¨¢n habr¨¢ un centro comercial, un parque tem¨¢tico, alojamientos y una escuela. Adem¨¢s, han pedido medidas de la casa de Dal¨ª en Port Lligat para calzarla en el clon que planean a 13.000 kil¨®metros de distancia. Toda esta broma les costar¨¢ 450 millones de euros.
Pasearon por el pueblo durante su estancia, durmieron en el Rocamar y cenaron en Can Rafa. Preguntaron por las calles estrechas y las casitas blancas. Brindaron una y otra vez dejando sin aliento a sus anfitriones y se marcharon con la fotocopia bajo el brazo. "Es una satisfacci¨®n que quieran copiarte. No quieren hacer Sant Feliu de Gu¨ªxols, enti¨¦ndame, quieren hacer Cadaqu¨¦s. Y esto sube la autoestima. De momento ha sido publicidad para nosotros, entrevistas... Y si eso significa que los turistas de China vienen, pues no est¨¢ nada mal", se vanagloria el alcalde.
Pero luego est¨¢ ese asunto tan posmoderno de lo que incluye y lo que no el simulacro creado. Porque, aunque lo parezca, no es lo mismo Las Vegas que Par¨ªs o Venecia (a veces la copia resulta mucho m¨¢s divertida, la verdad). En el caso de Cadaqu¨¦s, la cosa se complica y puede que la copia china se fabrique ya a partir de otra copia. Algo que quiz¨¢ guste a los veraneantes barceloneses y trasladen ah¨ª su segunda residencia... En fin, un foll¨®n.
En todo caso, he aqu¨ª una breve lista de las cosas que no podr¨¢n reproducir los chinos, aunque el alcalde les regalara el copyright: el viento infernal, las rocas, la comida de Casa Anita, la fuerza de Toni para abrir el casino cada d¨ªa, los cambios de humor de Chris Little y su receta del curry, el doble rasero para medir el precio de las copas con los de Barcelona y los del pueblo, el pino solitario y las rocas planas de la Conca, el salto del Nani, las peleas a la salida de la Frontera, el primer rayo de sol del a?o y las sardanas en el faro o el eco infinito del ladrido de Norbu y sus dos mil hermanos. A ver c¨®mo se llevan eso. El resto, que se lo queden.
Una roca voladora
En septiembre de 2009, el pueblo de Cadaqu¨¦s regal¨® una gran roca al museo Dal¨ª de Saint Petersburg, en California. La tuvieron que limpiar, desinfectar, empaquetar y trasladar en avi¨®n al otro lado del mundo. La varita m¨¢gica de Dal¨ª ha transformado cada rinc¨®n de Cadaqu¨¦s en algo susceptible de convertirse en souvenir. Por suerte, la roca que sirvi¨® al artista para pintar El Gran Masturbador sigue en su sitio en una cala del parque natural.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.