Michelle Obama, palmera en el Sacromonte
La primera dama de EE UU asisti¨® a un espect¨¢culo flamenco en Granada
Si ayer era jueves esto era Granada. Como en las excursiones en las que hay mucho que ver y poco tiempo para verlo. Michelle Obama y su hija menor, Sasha, llegaron ayer a Granada a las 15.30, una hora seria en Andaluc¨ªa durante el mes de agosto. Con buen juicio, la primera parada fue una helader¨ªa, Los Italianos, toda una instituci¨®n en la ciudad. Media hora para descansar y para dar cuenta de los helados. Tres chocolates la madre; mel¨®n y frambuesa la hija.
"Amabil¨ªsimas y gentil¨ªsimas" fue el resumen que hizo Nuria, una empleada. Saludaron a todo el mundo y animaron a los presentes, t¨ªmidos hasta entonces, a que hicieran fotograf¨ªas con los m¨®viles si quer¨ªan.
Tan solo cruzar la Gran V¨ªa y ya estaban en la Capilla Real. La visita a la catedral granadina y al lugar en el que reposan los restos de los Reyes Cat¨®licos cop¨® la primera parte de la estancia en Granada. Una hora despu¨¦s, la comitiva, rodeada por fuertes medidas de seguridad y gran expectaci¨®n, se traslad¨® al Sacromonte. All¨ª les esperaba un espect¨¢culo flamenco en la cueva La Roc¨ªo. En Granada, por supuesto, no pod¨ªa faltar Federico Garc¨ªa Lorca, as¨ª que el bailaor Juan Andr¨¦s Maya y su familia representaron una zambra con un poema lorquiano que recit¨® Curro Albaic¨ªn. Seg¨²n explic¨® posteriormente el propio Maya, la primera dama de EE UU se anim¨® a emularle y toc¨® las palmas: "Palmea muy bien porque, como toda la gente de color, tiene mucho arte". De all¨ª se llev¨® dos regalos: un abanico de parte de los Maya y una mantilla espa?ola de parte de sus amigos. Michelle Obama prometi¨® pon¨¦rsela.
El siguiente cap¨ªtulo fue una cena en el Parador de San Francisco, antes del broche final. El momento m¨¢s esperado de la jornada granadina de Michelle Obama fue una visita a la Alhambra con dos recorridos: uno m¨¢s did¨¢ctico para su hija Sasha y las amigas que la acompa?an, y otro para la primera dama, que adem¨¢s de recorrer las principales estancias de los palacios nazar¨ªes tuvo una visita obligada: las habitaciones del escritor Washington Irving. Fueron siete horas en Granada. Y mucho para contar.
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