Verdad y mentira en la novela hist¨®rica
La atm¨®sfera de profunda verdad que se respira en las p¨¢ginas de La semilla de la ira, la novela que Consuelo Trivi?o Anzola public¨® hace dos a?os sobre la vida y la ¨¦poca de Jos¨¦ Mar¨ªa Vargas Vila, me ha llevado a retomar mi viejo pleito con la novela hist¨®rica: ?qu¨¦ es lo que hace que las obras de este subg¨¦nero nos resulten verdaderas o falsas? Porque me parece que no depende s¨®lo de la experiencia y el talento literarios, o de que el escritor se ci?a o no a la verdad hist¨®rica, pues la novela no compite con la verdad de la Historia o de la ciencia. Pocas veces me suele atrapar pues este tipo de novelas, especialmente las que se fabrican en nuestro tiempo, pero cuando me han convencido, he quedado subyugado por el poder de convicci¨®n del relato, como me ha ocurrido recientemente con La semilla de la ira y antes con Yo, Claudio, Los idus de marzo, Memorias de Adriano, Yo, el supremo, El general en su laberinto, y, por supuesto, la m¨¢s grande de todas, Guerra y paz.
Desde luego, la verosimilitud es el logro imprescindible para que toda novela pueda convencernos de su verdad, y ha de encarnarse en un tono, un estilo, un punto de vista y un determinado manejo del tiempo. Pero para que creamos en la verdad intr¨ªnseca de la novela hist¨®rica, que en resumidas cuentas es la visi¨®n y la emoci¨®n del escritor, tiene que haber algo fundamental y previo a todo tecnicismo, a toda literatura, y es la paciencia y la capacidad del autor para convertir la Historia y sus personajes en vivencia propia, en experiencia autobiogr¨¢fica, en memoria y olvido, como quer¨ªa Rilke. S¨®lo entonces desde ese yo, que ha asumido vicariamente otro ser, otra ¨¦poca y otra cultura, y s¨®lo desde ah¨ª, es desde donde surge el aura de lo verdadero en toda novela hist¨®rica aut¨¦ntica. Por el contrario, y aunque el rigor hist¨®rico y la maestr¨ªa literaria asistan al escritor, la obra puede sonarnos falsa o, cuando menos, llenarnos de dudas. De modo que as¨ª como no hay novela de verdad sin poes¨ªa, se puede afirmar que no hay novela hist¨®rica verdadera sin experiencia autobiogr¨¢fica, sin asunci¨®n ¨ªntima del personaje, de su ¨¦poca y de su cultura, como ocurre en la vida misma. Es lo que hicieron durante d¨¦cadas Tolst¨®i, Graves, Wilder, Yourcenar, Roa Bastos y Garc¨ªa M¨¢rquez para poder forjar sus obras paradigm¨¢ticas. Y es lo mismo que ha hecho recientemente Consuelo Trivi?o Anzola con La semilla de la ira.
Estudiosa y apasionada del modernismo, la escritora colombiana estuvo durante m¨¢s de veinte a?os impregn¨¢ndose de la vida, la obra y la ¨¦poca de su compatriota Jos¨¦ Mar¨ªa Vargas Vila, ese "luminoso pastor de tempestades", como lo llam¨® su amigo Rub¨¦n Dar¨ªo. Primero hizo la tesis doctoral sobre su ingente obra, luego se fue a Cuba a desempolvar sus diarios y m¨¢s tarde public¨® una selecci¨®n en Colombia. Entre charlas, clases y pr¨®logos sigui¨® satur¨¢ndose del personaje, su obra y su ¨¦poca modernista, hasta que un d¨ªa se hart¨® y lo olvid¨®. O eso cre¨ªa ella, pues el olvido no es m¨¢s que otra forma de la memoria, acaso la m¨¢s decantada y profunda. Y as¨ª surgi¨® a?os despu¨¦s el primer cap¨ªtulo de La semilla de la ira y luego los siguientes, hasta conformar un mundo tan aut¨®nomo, seductor y verdadero, que con el tiempo estas memorias del Divino Iracundo, vividas vicariamente por Consuelo Trivi?o Anzola, quedar¨¢n tal vez como la mejor novela de Vargas Vila y una de las obras mejor escritas y narradas de la literatura colombiana y latinoamericana.
La semilla de la ira. Consuelo Trivi?o Anzola. Seix Barral. Bogot¨¢, 2008. Dasso Sald¨ªvar (Colombia, Antioquia, 1951) es autor del libro Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. El viaje a la semilla (Folio, 2006)
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