Ascensor social: fuera de servicio
La movilidad entre clases se ha estancado en Espa?a desde los a?os sesenta - El origen familiar es a¨²n determinante y los cambios son de corto alcance
Sergio acaba de cumplir 32 a?os. Cada ma?ana coge la bicicleta para llegar a su trabajo en la Universidad Centroeuropea, en Budapest. Es investigador, uno de los pocos que trabaja en Europa en el campo de la pobreza energ¨¦tica. Largo camino desde que termin¨® la carrera de Ciencias Ambientales en la Universidad de Alcal¨¢. Pero m¨¢s largo a¨²n desde que su abuelo se marchara a trabajar en una f¨¢brica de Baviera de gastarbeiter -como llamaban los alemanes a los jornaleros extranjeros- y su padre comenzara de ayudante de fontanero a los 14 a?os, mientras viv¨ªa en el Pozo del T¨ªo Raimundo, un barrio madrile?o de chabolas que acogi¨® a muchos emigrantes que ven¨ªan a buscarse la vida desde toda Espa?a.
"El 'mileurismo' es un problema m¨¢s de clase que de edad", dice un investigador
"Espa?a es un pa¨ªs inm¨®vil, no crece la igualdad", explica un experto
Las mujeres est¨¢n doblemente condicionadas por origen y g¨¦nero
Sin fuertes pol¨ªticas distributivas, EE UU tiene una movilidad parecida a Europa
Facilitar el acceso a la universidad es clave para una mayor igualdad
Otra propuesta es reforzar a¨²n m¨¢s las pol¨ªticas de redistribuci¨®n fiscal
Una sociedad abierta es aquella sociedad ideal en la que los or¨ªgenes de los padres no determinan el destino de sus hijos. La historia de Sergio podr¨ªa ser un ejemplo del camino hacia este horizonte final. Pero la realidad es diferente. En Espa?a, las posibilidades de remontar de clase social son las mismas que durante la industrializaci¨®n de los sesenta, seg¨²n una reciente investigaci¨®n de los soci¨®logos Ildefonso Marqu¨¦s y Manuel Herrera, publicada en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas. Se trata del tercer gran estudio sobre la cuesti¨®n que se hace en el ¨¢mbito nacional y el primero que se centra en las generaciones que adquirieron su madurez laboral desde 1965 en adelante.
A pesar de los profundos cambios estructurales de las ¨²ltimas d¨¦cadas -paso de una sociedad agr¨ªcola a una industrial y luego a otra posindustrial- no hay un mayor grado de apertura: "Por supuesto que en la Espa?a de hoy en d¨ªa hay un mayor n¨²mero de directivos y funcionarios y menos campesinos y obreros que en la mitad del siglo XX. Pero, si en los ochenta hab¨ªa cuatro plazas de directivos, estas ven¨ªan ocupadas por tres hijos de las ¨¦lites y solo una por alguien de una clase m¨¢s baja. Ahora hay ocho plazas y la relaci¨®n es de seis a dos; en este sentido Espa?a es un pa¨ªs inm¨®vil, no ha aumentado la igualdad", explica Marqu¨¦s.
En las ant¨ªpodas de Sergio se encuentra Juli¨¢n, que tambi¨¦n tiene 32 a?os. Su padre dej¨® los abruptos barrancos de una zona agr¨ªcola de Tenerife para mudarse a La Laguna a buscar un futuro mejor. Ah¨ª termin¨® de asalariado en una empresa de seguros y viviendo en uno de los barrios obreros de la ciudad. Juli¨¢n, que acab¨® la secundaria, pasa ahora los d¨ªas intentando lidiar con la crisis y trabajando de forma precaria en la compraventa de repuestos de coche. Su situaci¨®n acad¨¦mica y laboral es muy similar a la de sus padres, como le ocurre al 32,9% de los espa?oles. "Si no tienes estudios universitarios no hay nada que hacer. Llevo trabajando desde los 16 a?os porque mis padres no pod¨ªan pagarme nada y 15 a?os despu¨¦s las perspectivas son iguales o peores", seg¨²n Juli¨¢n.
El porcentaje de adultos que a los 30 a?os -la edad que los soci¨®logos consideran el principio de la madurez laboral- pertenece a una clase social diferente a la de sus progenitores es del 67,1 %. Los movimientos entre clases s¨ª son frecuentes, pero no de largo recorrido y se producen en su mayor¨ªa entre clases lim¨ªtrofes.
La situaci¨®n en Espa?a se encuentra en el entorno de la media europea, seg¨²n la European Social Survey sobre el periodo 2002-2006. Mejor que Italia o Portugal. Pero a¨²n lejos de los pa¨ªses escandinavos o Gran Breta?a. En este ¨²ltimo pa¨ªs, por ejemplo, la posibilidad de que el hijo de un obrero poco cualificado llegue a ser directivo es mayor que la que tiene el hijo de un trabajador espa?ol. "En Espa?a se produce un ejemplo marcado de lo que Max Weber llama cierre de clase. Las ¨¦lites intentan mantener sus privilegios subiendo los requisitos para entrar en ellas", dice Marqu¨¦s.
"Por mucho que estudies, los hijos de pap¨¢ siempre lo tendr¨¢n m¨¢s f¨¢cil. Ellos son los que pueden hacer una formaci¨®n extra que les asegura un buen puesto. Para acceder a esto, nosotros tenemos que endeudarnos con un banco", afirma Carmen, madrile?a de 26 a?os. En 2008 acab¨® la carrera de Filolog¨ªa Inglesa y desde entonces hace todo tipo de trabajos precarios. Su situaci¨®n es un avance, si se piensa que sus padres empezaron a trabajar con 11 y 14 a?os y su abuela vivi¨® parte de su vida en una cueva murciana con sus ocho hijos.
Con mucho esfuerzo, su madre ha conseguido llegar a ser administrativa, pero Carmen siente que hay un tap¨®n social dif¨ªcil de sortear. "La educaci¨®n hace que la desigualdad no aumente, pero ella sola no puede disminuirla. Cuando hay una inflaci¨®n de t¨ªtulos universitarios, los representantes de las clases altas defienden su estatus mandando a sus hijos a MBAs [Master of Business Administration] o a estudiar al extranjero y los colocan gracias a su entorno social", se?ala Marqu¨¦s.
Carmen es la mileurista paradigm¨¢tica: joven universitaria que vive en una gran ciudad y cuyo salario mensual no supera los 1.000 euros. La pertenencia a una determinada clase social tambi¨¦n influye en la configuraci¨®n del mileurismo. "No es simplemente una cuesti¨®n de gente joven. Es sobre todo un problema de gente humilde", afirma Jos¨¦ Saturnino Mart¨ªnez, profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de La Laguna. Un estudio que present¨® recientemente demuestra que entre los j¨®venes de 25 y 35 a?os esta condici¨®n se da mucho menos en los universitarios tradicionales -varones hijos de universitarios- y m¨¢s en los nuevos universitarios -mujeres y j¨®venes de familias de bajo nivel de estudios-. En el primer caso, el porcentaje de mileuristas es del 26,1 %. En el de los varones hijos de no universitarios, del 42,3 %. En lo que se refiere a las mujeres, la diferencia es menor: 44,1% frente al 53,6%. "A las mujeres de or¨ªgenes populares, le pesan m¨¢s sus or¨ªgenes, pero para las de clases altas, les pesa m¨¢s el g¨¦nero", afirma Saturnino.
Para Julio Caraba?a, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid, el problema fundamental no es el entorno social sino el tipo de estudio que se elige: "Las carreras de Ingenier¨ªa y Medicina son frecuentadas m¨¢s por hijos de las clases altas. La familia determina m¨¢s el ingreso a la universidad, pero a la salida el t¨ªtulo de estudio vale m¨¢s que las diferencias de clase. Un m¨¦dico hijo de obreros tiene en ese momento las mismas perspectivas cara al mundo laboral".
El estancamiento de la movilidad social coincide sin embargo con el desarrollo del Estado de bienestar en Espa?a. Para Ildefonso Marqu¨¦s, la familia y ciertos mecanismos de la econom¨ªa de mercado determinan m¨¢s los movimientos entre clases que cualquier pol¨ªtica equilibradora: "El ¨²nico caso en el mundo occidental donde se ha producido una aut¨¦ntica movilidad ha sido Suecia, sobre todo entre los a?os treinta y setenta del siglo pasado, aunque ahora se ha estancado. Pero para ello se necesitaron varias d¨¦cadas de Gobierno socialdem¨®crata que permitieron a la cultura de lo p¨²blico hacer brecha en la sociedad. En Espa?a, esta mentalidad est¨¢ a¨²n muy poco madura y ha sido cuestionada desde sectores liberales desde su nacimiento".
No se pueden negar, sin embargo, los beneficios de muchas de las pol¨ªticas p¨²blicas que ha habido en Espa?a. Solo en el ¨¢mbito educativo, el n¨²mero de titulados universitarios entre 25 y 35 a?os ha pasado de 812.000 en 1991 a casi dos millones en 2008. Para Saturnino, no hay que reducir todo a una l¨®gica monetarista: "Aunque un t¨ªtulo universitario no se traduzca en una mayor riqueza, s¨ª garantiza el acceso a la educaci¨®n, a la cultura e, incluso, a mejor calidad de vida y salud".
Una de las cuestiones m¨¢s curiosas es que EE UU, donde el modelo de pol¨ªticas distributivas p¨²blicas europeas se mira con recelo, mantiene tasas de movilidad muy similares. "La tierra de las oportunidades no lo es m¨¢s que Europa", afirma Marqu¨¦s. Pero tambi¨¦n se puede ver de otra manera; la ¨¦tica de la autorrealizaci¨®n individual, la m¨ªstica de la eterna frontera estadounidense es tan imperfecta como el esp¨ªritu social que nutre el modelo europeo, pero cumple las mismas funciones.
Para el soci¨®logo Luis Moreno, profesor de investigaci¨®n del CSIC, lo que caracteriza al modelo estadounidense de movilidad social son los acusados itinerarios de "arriba-abajo". Es decir, los individuos con movilidad ascendente se dan m¨¢s que en el viejo continente, pero tambi¨¦n se empobrecen con m¨¢s rapidez cuando la movilidad es descendente. El modelo europeo ofrece una mayor seguridad contra los riesgos sociales a los ciudadanos con rentas bajas, situaci¨®n posibilitada por sus sistemas redistributivos de progresividad fiscal.
?C¨®mo facilitar la movilidad y aumentar la igualdad? Para Caraba?a la educaci¨®n sigue siendo el verdadero determinante: "Lo ¨²nico que hay que hacer es seguir apostando por ayudas al estudio y facilitar el acceso al mundo universitario". Para Saturnino, sin embargo, es necesario tambi¨¦n profundizar en las pol¨ªticas redistributivas: "No solo basta con una educaci¨®n p¨²blica, porque la escuela es un reflejo de las desigualdades que hay en la sociedad. Hay que ir m¨¢s all¨¢ y universalizar cuestiones claves en el ascenso social como el acceso a los idiomas". Tambi¨¦n es importante una pol¨ªtica distributiva equilibradora; seg¨²n datos del OCDE de 2007, el total de los impuestos sobre el PIB es del 48,9% en Dinamarca y del 20,5% en M¨¦xico. En Espa?a es del 37,2%. "La cuesti¨®n es si queremos ser daneses o mexicanos", zanja Saturnino.
Desde Budapest, Sergio no cree que su ¨¦xito profesional se deba exclusivamente a una cuesti¨®n de esfuerzo personal. Los procesos sociales y pol¨ªticos que ocurrieron en el Pozo de T¨ªo Raimundo cambiaron la vida de su familia: la llegada en los a?os cincuenta del cura Jos¨¦ Mar¨ªa Llanos , que luego fund¨® la Escuela Profesional 1? de Mayo, permiti¨® que mucha gente sin recursos pudiera estudiar. De ayudante de fontanero, su padre pas¨® a trabajar en una peque?a imprenta y consigui¨® sacarse all¨ª el graduado escolar. "Gracias a eso, mi padre no fue alba?il, sino trabajador cualificado y a largo plazo yo tambi¨¦n he salido beneficiado", relata Sergio. Para ¨¦l, lo que ocurri¨® en su barrio durante los a?os sesenta y setenta fue mucho m¨¢s all¨¢ de lo econ¨®mico: "La educaci¨®n siempre fue fundamental. Pero adem¨¢s, se form¨® un capital social y cultural para que la gente tuviera un aprecio por todo lo que va m¨¢s all¨¢ de lo material e inmediato".
"El padre Llanos lleg¨® al Pozo siendo franquista y queriendo adoctrinar a la clase obrera. Y se fue de este mundo cristiano y comunista", cuenta Carlos M¨¦ndez, director de la Escuela 1? de Mayo. Alrededor de mil personas acuden hoy a este m¨ªtico centro, entre ellas 500 chavales de entre 12 y 16 a?os que cursan la secundaria y otras 500 personas en cursos de formaci¨®n ocupacional para intentar salir del paro. M¨¦ndez es maestro industrial y dej¨® su puesto en la compa?¨ªa de tel¨¦fonos Ericsson para volver a trabajar por el barrio. Seg¨²n ¨¦l, la movilidad entre clases que se produjo aquellos a?os en El Pozo hay que enmarcarla dentro de un contexto de transformaci¨®n pol¨ªtica que impuls¨® otras aspiraciones sociales. Ellos tuvieron "la suerte, si se puede llamar as¨ª" de nacer en una dictadura y vivir el cambio hacia la democracia. Hoy quiz¨¢, esas garant¨ªas que da el Estado de bienestar adormecen ese af¨¢n de conquista: "La b¨²squeda de los intereses personales tiene mucho m¨¢s sentido cuando se expresa dentro de la lucha de los derechos colectivos".
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