Apostas¨ªa
Lo que me gusta del verano es que, con la modorra, se reduce la actividad social y uno se encuentra, de repente, con bastante tiempo para leer. Acabo de terminar, con algo de retraso, el ensayo que public¨® Umberto Eco sobre la fealdad (Historia de la fealdad, Lumen 2007) y, m¨¢s all¨¢ de los m¨¦ritos que pueda tener el texto, me ha llamado la atenci¨®n el que no ha quedado resaltado con suficiente fuerza algo que para m¨ª es una evidencia: que se puede considerar al conjunto del arte contempor¨¢neo, con muy pocas excepciones, como una apolog¨ªa de la fealdad.
Lo que supone el arte contempor¨¢neo es, b¨¢sicamente, una inversi¨®n radical de valores est¨¦ticos; un repetir, con las brujas de Macbeth, lo que es feo es bello, lo que es bello es feo (la frase tambi¨¦n se cita en el libro). Si alguien tiene alguna duda, no tiene m¨¢s que entrar en cualquier museo consagrado al arte contempor¨¢neo y hacerse esta pregunta: ?cu¨¢ntas de las obras aqu¨ª presentes puedo considerar realmente bellas?
Eso nos llevar¨ªa a un cuestionamiento sobre la propia noci¨®n de belleza que todos los defensores de lo contempor¨¢neo retorcer¨¢n hasta convertirla en su contrario. Pero no, no valen bellezas convulsas, ni tampoco bellezas diferentes. Por una vez me refiero sencillamente a ese ideal cl¨¢sico, forjado por valores como la armon¨ªa, la simetr¨ªa y la econom¨ªa de medios, que siempre ha guiado al buen gusto. Y la respuesta, si uno es sincero consigo mismo, ser¨¢ finalmente: muy pocas o pr¨¢cticamente ninguna.
Que esto guste m¨¢s o menos o sea mejor o peor es algo en lo que no entro. No pretendo hacer valoraciones, sino establecer una evidencia: que hoy en d¨ªa el sentido de la belleza est¨¢ pr¨¢cticamente ausente de la producci¨®n de la mayor¨ªa de los artistas.
Una vez aclarado esto, uno puede echar un vistazo a su alrededor y constatar que el panorama es absolutamente desolador. La transgresi¨®n, que puede ser una virtud cuando la norma impera, acaba siendo mera tonter¨ªa y mero sinsentido cuando se convierte en la norma. Y para constatar que es as¨ª, no hace falta irse muy lejos. Casi todos los artistas en cualquier coloquio repiten hoy en d¨ªa el credo posmoderno: que hay que alejarse de los c¨¢nones cl¨¢sicos; que el rol del creador es innovar y romper tab¨²es.
Pero, ?qu¨¦ queda por hacer de nuevo, que no se haya intentado ya mil veces? ?Y qu¨¦ tab¨²es quedan por romper que no hayan sido rotos? La respuesta, una vez m¨¢s, es que pr¨¢cticamente ninguno. Y yo, que por otra parte soy el primero en defender que el arte debe ser un territorio de libertad absoluta, me encuentro ¨²ltimamente hastiado y aburrido por esta imperante normativa art¨ªstica que nos impele a ser cuanto m¨¢s asquerosos y m¨¢s hirientes y transgresores mejor.
En definitiva, creo que ha llegado el momento de cambiar de rumbo. Yo no s¨¦ si lo podr¨¦ hacer, y seguramente la mayor parte de la gente que ha crecido conmigo en este caldo ideol¨®gico/est¨¦tico finisecular tampoco; y desde luego no animar¨¦ a quien tenga el odio metido en el cuerpo a no dar rienda suelta a sus pulsiones m¨¢s destructivas, si eso le ayuda como terapia (el arte, a fin de cuentas, tiene que estar al servicio en primer lugar de los artistas). Pero s¨ª animo a los creadores j¨®venes a tomar conciencia de la nueva situaci¨®n y a posicionarse, con pleno conocimiento de causa, en el panorama actual. Y sobre todo, en unos momentos como estos, a no repetir como papagayos las cada vez m¨¢s manidas premisas posmodernas.
Antes de escribir una Historia de la fealdad, Eco escribi¨® una Historia de la belleza. Y estoy convencido de que, al final de sus d¨ªas, hasta un posmoderno incorregible como ¨¦l, cuando mire atr¨¢s preferir¨¢ recordar todo lo que encontr¨® hermoso, y no todas las fealdades contempor¨¢neas.
Jos¨¦ ?ngel Ma?as (Madrid, 1971) publicar¨¢ en oto?o la novela Sospecha (Destino).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.