John Stuart Mill contra el BCE
Uno de los secretos vergonzosos de la econom¨ªa es el de que no existe una "teor¨ªa econ¨®mica". No existe, sencillamente, un conjunto de principios fundamentales en los que basar c¨¢lculos que iluminen los resultados econ¨®micos del mundo real. Debemos tener presente esa limitaci¨®n del conocimiento econ¨®mico cuando se est¨¢ impulsando al m¨¢ximo la austeridad fiscal en todo el mundo.
A diferencia de los economistas, los bi¨®logos, por ejemplo, saben que todas las c¨¦lulas funcionan conforme a instrucciones para la s¨ªntesis de las prote¨ªnas codificadas en su ADN. Los qu¨ªmicos comienzan con los principios de Heisenberg y Pauli, m¨¢s la tridimensionalidad del espacio, y nos hablan de configuraciones de electrones. Los f¨ªsicos comienzan con las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.
El BCE est¨¢ preocupado por que la continua pol¨ªtica fiscal expansionista d¨¦ un resultado opuesto al deseado
Los economistas no tienen nada parecido. Los "principios econ¨®micos" que respaldan sus teor¨ªas son un fraude: no verdades fundamentales, sino meros mandos que se giran y se ajustan para que del an¨¢lisis resulten las conclusiones "adecuadas".
Las conclusiones "adecuadas" dependen de cu¨¢l de los dos tipos de economista se sea. Uno de ellos elige, por razones no econ¨®micas ni cient¨ªficas, una posici¨®n pol¨ªtica y un conjunto de aliados pol¨ªticos y gira y ajusta sus tesis hasta que de ellas se desprenden conclusiones que se ajustan a su posici¨®n y gustan a sus aliados. El otro tipo toma los restos de la historia, los echa en la olla, aviva el fuego y los cuece, con la esperanza de que los huesos emitan ense?anzas e indiquen principios con los que guiar a los votantes, bur¨®cratas y pol¨ªticos de nuestra civilizaci¨®n, mientras avanzan lentamente hacia la utop¨ªa.
No es de extra?ar que solo el segundo tipo de economistas tenga -creo yo- algo ¨²til que decir. As¨ª pues, ?qu¨¦ ense?anzas puede brindarnos la historia sobre nuestra dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica actual?
En 1829, John Stuart Mill dio el fundamental salto intelectual al idear c¨®mo luchar contra las "saturaciones generales". Mill vio que el exceso de demanda de alg¨²n conjunto de activos en los mercados financieros se reflejaba en un exceso de oferta de bienes y servicios en los mercados de productos, lo que, a su vez, creaba un exceso de oferta de trabajadores en los mercados laborales.
La consecuencia resultaba clara. Si se aliviaba el exceso de demanda de activos financieros, se curaba tambi¨¦n el exceso de oferta de bienes y servicios (el d¨¦ficit de demanda agregada) y el exceso de oferta de mano de obra (desempleo en masa).
Ahora bien, hay muchas formas de aliviar el exceso de demanda de activos financieros. Cuando el exceso de demanda corresponde a activos l¨ªquidos utilizados como medios de pago -de "dinero"-, la respuesta natural es hacer que el banco central compre bonos estatales por efectivo, con lo que aumentan las reservas monetarias y se vuelve a equilibrar la oferta con la demanda. Llamamos a eso "pol¨ªtica monetaria".
Cuando el exceso de demanda corresponde a activos a largo plazo -bonos que sirven de veh¨ªculos para ahorros que trasladan el poder adquisitivo del presente al futuro-, la respuesta natural es doble: inducir a las empresas a que tomen prestado m¨¢s y creen m¨¢s capacidad y alentar al Gobierno a endeudarse y gastar, con lo que se vuelve a equilibrar la oferta de bonos con la demanda. Llamamos a la primera de esas operaciones "restablecer la confianza", y a la segunda, "pol¨ªtica fiscal".
Cuando el exceso de demanda corresponde a activos de la mayor calidad -sitios en los que se puede depositar la riqueza y estar seguro de que seguir¨¢ en ellos cuando volvamos-, la respuesta natural es la de hacer que Gobiernos solventes garanticen algunos activos privados y compren otros y los canjeen por sus obligaciones propias, con lo que disminuye la oferta de activos de riesgo y aumenta la de activos seguros. Llamamos a eso "pol¨ªtica bancaria".
Naturalmente, ninguna pol¨ªtica del mundo real encaja exactamente con esos tipos ideales. Ahora mismo, el Banco Central Europeo est¨¢ preocupado por que la continua pol¨ªtica fiscal expansionista d¨¦ un resultado opuesto al deseado. Si, sostiene, hacer que los Gobiernos gasten m¨¢s dinero y sigan contrayendo grandes d¨¦ficits aumentar¨¢ la oferta de bonos, con lo que aliviar¨¢ el exceso de demanda de activos a largo plazo, pero si las emisiones de deuda de un Estado exceden su capacidad de endeudamiento, toda su deuda estar¨¢ en peligro. Habr¨¢ aliviado una escasez de activos a largo plazo creando una escasez de activos de la mayor calidad, por lo que se encontrar¨¢ en una posici¨®n peor que antes.
El BCE sostiene que las econom¨ªas fundamentales del Norte mundial -Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Jap¨®n- se encuentran ahora en un momento en que necesitan una r¨¢pida reducci¨®n fiscal y austeridad, porque la confianza de los mercados financieros en la calidad de su deuda ha quedado afectada y puede desplomarse en cualquier momento. Y las autoridades lo van haciendo: a finales de julio, Peter Orszag, director de la Oficina de Gesti¨®n y Presupuesto de Estados Unidos, dijo que la pr¨®xima consolidaci¨®n fiscal a lo largo de los tres pr¨®ximos a?os ser¨¢ la mayor reducci¨®n de gasto del pa¨ªs en 60 a?os.
Sin embargo, cuando observo la econom¨ªa mundial, veo un panorama muy diferente, en el que la confianza de los mercados en la calidad de las obligaciones estatales de las econom¨ªas fundamentales del Norte mundial de ninguna manera est¨¢ al borde del desplome. Veo una producci¨®n inferior en un 10% a su capacidad y veo tasas de desempleo que se acercan al 10%. Lo que es m¨¢s importante para la pol¨ªtica econ¨®mica a corto plazo es que veo un mundo en el que los inversores tienen una confianza enorme en la deuda estatal de las econom¨ªas fundamentales: para muchos, el ¨²nico puerto seguro en esta tormenta.
En estas circunstancias, podemos estar seguros de lo que Mill habr¨ªa recomendado.
J. Bradford DeLong, ex secretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Econ¨®micas. Copyright: Project Syndicate, 2010. www.project-syndicate.org. Traducido del ingl¨¦s por Carlos Manzano.
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