Negociaci¨®n y cambio en Cuba
Las conversaciones entre el Gobierno cubano, la Iglesia cat¨®lica y la canciller¨ªa espa?ola han dado un resultado importante, que no deber¨ªa subestimarse: la promesa de liberaci¨®n de 52 opositores pac¨ªficos, arrestados en la primavera de 2003. Aunque hasta ahora solo ha salido menos de la mitad, en las pr¨®ximas semanas deber¨ªan quedar libres los 75 activistas de la ampliaci¨®n de derechos civiles y pol¨ªticos, injusta y "sumar¨ªsimamente" condenados a penas de hasta 28 a?os por delitos de expresi¨®n y asociaci¨®n. El valor de esa amnist¨ªa no debe rebajarse en medio del comprensible malestar de una oposici¨®n, una di¨¢spora y una comunidad internacional, para las que dichas excarcelaciones, acompa?adas de exilios, son insuficientes.
La liberaci¨®n de todos los opositores pac¨ªficos cubanos es un acto de justicia, pero es insuficiente
El r¨¦gimen negoci¨® por desesperaci¨®n, por inter¨¦s o por ambas cosas
La liberaci¨®n de los 75 es importante, adem¨¢s, porque deja al descubierto la injusticia de aquellos procesos y las leyes vigentes que los permitieron. Por mucho que Ra¨²l Castro y los publicistas del r¨¦gimen insistan en que aquellos opositores no fueron procesados por sus ideas sino por ser "agentes" de una potencia extranjera, que trabajaban por el "derrocamiento" del Gobierno insular, las propias actas de los juicios contra los mismos, varias de ellas disponibles en Internet, los desmienten. Ninguno de los disidentes formaba parte del aparato de inteligencia de Estados Unidos, ni enviaba informaci¨®n secreta sobre el Estado cubano, ni practicaba la subversi¨®n o cualquier modalidad de cambio violento en Cuba.
Los defensores acr¨ªticos del r¨¦gimen tambi¨¦n enfatizan que aquellos disidentes recib¨ªan dinero de Washington y uno de los agentes de la Seguridad Cubana infiltrado entre ellos afirma que llegaron a incaut¨¢rseles cerca de 100.000 d¨®lares, lo cual no consta en las actas disponibles. Imaginemos que cada uno de los 75 pose¨ªa 2.000 d¨®lares y ya la cifra sobrepasa la que alegan los oficiales de la contrainteligencia. La suma es rid¨ªcula como presupuesto de una banda de "mercenarios" y "terroristas" que, bajo las ¨®rdenes de la Casa Blanca, conspira para "destruir la Revoluci¨®n" y anexar Cuba a Estados Unidos.
La amnist¨ªa, generalmente entendida como gesto de buena voluntad para con la Iglesia o como b¨²squeda de un cambio en la pol¨ªtica europea y norteamericana hacia la isla, tiene un valor propio: el de poner en evidencia la estructura jur¨ªdica totalitaria del socialismo cubano. En libertad, los 52 opositores podr¨¢n rendir testimonio ante la opini¨®n p¨²blica internacional sobre los arbitrarios procesos a que fueron sometidos y sobre las condiciones en que debe sobrevivir un preso pol¨ªtico en las c¨¢rceles cubanas. Esa estructura, por la cual un ciudadano que pac¨ªficamente defiende otraidea de Gobierno puede ser juzgado y castigado como "enemigo de la patria", no es un mecanismo defensivo ni una respuesta a agresi¨®n alguna sino un sistema institucional racionalmente adoptado para concentrar y preservar el poder.
Pero aun si la amnist¨ªa es entendida como negociaci¨®n tampoco carece de valor. Durante medio siglo, los gobernantes cubanos han actuado como sujetos que no negocian porque nunca se equivocan o porque sus problemas son responsabilidad de otros. Poseedores de toda la verdad y toda la raz¨®n, esos l¨ªderes se han acostumbrado al ejercicio de un orgullo exuberante, en el que relacionarse con Cuba equivale a bendecir su sistema social o afirmar la bondad del r¨¦gimen. El hecho de que despu¨¦s de 50 a?os sigan tan preocupados por la legitimidad es buena prueba de la fr¨¢gil institucionalidad y del car¨¢cter totalitario del socialismo cubano.
El Gobierno de Ra¨²l Castro retom¨® las conversaciones migratorias con Estados Unidos -en las que se negocian m¨¢s temas que los migratorios- y, a trav¨¦s de la mediaci¨®n de la Iglesia, acaba de negociar con el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, con la Uni¨®n Europea y, evidentemente, tambi¨¦n con Washington, que flexibilizar¨¢ los viajes de ciudadanos norteamericanos a Cuba.
El r¨¦gimen ha negociado por desesperaci¨®n, por inter¨¦s o por ambas cosas, sin renegar de dicha negociaci¨®n ni acompa?arla de los habituales derroches de intransigencia. La ciudadan¨ªa insular no ha sido debidamente informada del proceso negociador y como compensaci¨®n ideol¨®gica ha recibido las reapariciones de un apocal¨ªptico Fidel Castro.
Lo que est¨¢ dispuesto a ofrecer ese Gobierno en su negociaci¨®n es poco si se piensa en el c¨²mulo de problemas econ¨®micos, pol¨ªticos y sociales de Cuba. S¨®lo la liberaci¨®n de los 52 y, tal vez, de algunos presos pol¨ªticos m¨¢s. Nada relacionado con sus propias promesas de "cambios estructurales y de concepto" y con las expectativas de reformas que posee la mayor¨ªa de los cubanos.
Sin embargo, la oferta de liberar a todos los presos pol¨ªticos que no hayan participado en actos violentos, reiterada por el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarc¨®n, no deber¨ªa despreciarse. La liberaci¨®n de todos los opositores pac¨ªficos encarcelados no es el primer paso hacia la transici¨®n democr¨¢tica, pero es un acto de justicia.
Como vimos en las ¨²ltimas sesiones de la Asamblea Nacional, el inmovilismo cubano se manifiesta como miedo a ciertas palabras. Desde los noventa, las ¨¦lites del poder estigmatizaron el t¨¦rmino "transici¨®n" porque, a partir de las experiencias de Europa del Este y Am¨¦rica Latina, hab¨ªa sido incorporado al lenguaje de Washington. Ahora pasa lo mismo con la palabra "reforma". El ministro de Econom¨ªa, Marino Murillo, lo dijo con la mayor claridad: "No se puede hablar de reformas". En todo caso, de "actualizaciones" o "ajustes" en la econom¨ªa de Estado que Ra¨²l Castro, tratando de enmendar la ambivalencia de sus primeros a?os de Gobierno, presenta como los "cambios estructurales y de concepto" prometidos y que no van m¨¢s all¨¢ del permiso al autoempleo o trabajo por cuenta propia.
Pero "cambio estructural", bajo cualquier paradigma te¨®rico, significa transformaci¨®n de una estructura y la estructura econ¨®mica -por no hablar de la pol¨ªtica- del sistema cubano descansa sobre el control estatal. Si no habr¨¢ modificaciones en ese principio, por qu¨¦ hablar entonces de "cambios estructurales". Es evidente que con aquella f¨®rmula ret¨®rica Ra¨²l Castro intent¨® crear una expectativa de reformas, que le permitiera desembocar en la actual negociaci¨®n, sin comprometerse a la realizaci¨®n de reforma alguna. Por eso ahora dice que "cambio estructural" quiere decir lo contrario: mantener intacta la estructura econ¨®mica del sistema.
Los interlocutores de Ra¨²l Castro en la Iglesia, en Espa?a, en Europa y en Estados Unidos, que desean una transici¨®n democr¨¢tica, deber¨ªan acotar sus expectativas sin dejar de negociar. Una negociaci¨®n en curso puede ser la mejor v¨ªa para rebasar la limitada oferta de La Habana, siempre y cuando no se avale el inmovilismo. La c¨²pula dirigente parece decidida a mantenerse inmutable hasta la muerte de Fidel, pero habr¨¢ que ver si la ciudadan¨ªa de la isla y la di¨¢spora, los opositores y los propios reformistas dentro del sistema lo permiten.
Rafael Rojas es historiador cubano y vive exiliado en M¨¦xico. Ha ganado el primer Premio de Ensayo Isabel Polanco con Rep¨²blicas de aire.
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