El aroma de un poblado minero
De aldea casi desierta de Sierra Morena en invierno a para¨ªso estival
Luis Ba?os y Alicia de la Fuente han aprovechado el frescor de las primeras horas del d¨ªa para darse su habitual paseo matutino por los alrededores de El Centenillo, entre las ruinas de las antiguas minas de plomo y los pinos, encinas o quej¨ªos que se abren paso entre los m¨²ltiples senderos que penetran al interior de la Sierra Morena jiennense. Mientras, en la plaza central que preside una estatua en homenaje a los mineros que dejaron su vida en estos pagos, empiezan a formarse las primeras tertulias entre los vecinos m¨¢s madrugadores.
El inicio de las fiestas populares centra los debates, porque gracias a esos festejos la pedan¨ªa alcanza estos d¨ªas su m¨¢ximo bullicio, un ambiente que recuerda al que vivi¨® desde que un grupo de empresarios ingleses empez¨® a explotar sus famosas minas en el ¨²ltimo tercio del siglo XIX y que se prolong¨® hasta el declive de estas explotaciones a mediados de los a?os sesenta del pasado siglo. "Aquellos tiempos eran mejores", comenta con nostalgia Pepita, una anciana que fue la maestra del pueblo en los a?os de m¨¢ximo apogeo y que ahora observa, desolada, el deterioro del antiguo casino donde tantos bailes comparti¨® con sus paisanos y con los ingleses, que aportaron riqueza y celebridad a este enclave casi m¨¢gico.
La traza urbana de la aldea es herencia de los ingleses que explotaron sus minas
Su campo de f¨²tbol est¨¢ considerado el m¨¢s antiguo de Espa?a
La huella de la presencia inglesa durante m¨¢s de un siglo no se ha evaporado de El Centenillo. Su traza urbana responde a una tipolog¨ªa muy peculiar de los poblados mineros del sureste de Inglaterra, con edificios de una sola planta, adosados en bater¨ªa y antecedidos por un peque?o patio-terraza. "Se fueron los ingleses y los franceses de la compa?¨ªa Pe?arroya, cerraron las minas y empezaron a vender las casas de los antiguos empleados a 1.000 pesetas el hueco (la habitaci¨®n)", recuerda Miguel Jim¨¦nez, otro octogenario que trabaj¨® en los talleres de las minas.
Pero en los ¨²ltimos a?os El Centenillo ha emergido de nuevo de sus cenizas, hasta el punto de que todas sus viviendas se han rehabilitado por vecinos y forasteros, unos buscando encontrarse con sus or¨ªgenes y otros por el idilio que mantienen con el que consideran un aut¨¦ntico para¨ªso. Entre las primeras est¨¢n Luisa, Lola y Maril¨®, que se vieron obligadas a dejar la aldea hace muchos a?os y ahora vuelven a las fiestas. "Es un pueblo con sensaciones diferentes a cualquier otro", dice, emocionada, Luisa, la hija del antiguo jefe de polvor¨ªn de las minas.
El poblado es hoy un refugio para centenares de veraneantes. Tanto es as¨ª que su poblaci¨®n, que en invierno apenas llega al medio centenar de personas, supera ampliamente el millar de residentes en verano.
El turismo rural y la actividad cineg¨¦tica son hoy los principales argumentos econ¨®micos de este refugio para los amantes de la naturaleza. Como Luis y Alicia, una pareja joven de Linares que se han comprado una casa para que sus hijos disfruten, al menos en verano y fines de semana, de la infancia que ellos vivieron en plena naturaleza. "Queremos que desarrollen la imaginaci¨®n de otra manera y que jueguen en la calle, algo ya en desuso en los pueblos, y que se olviden de consolas y ordenadores", comentan desde un mirador privilegiado de la aldea y se?alando al campo de f¨²tbol, considerado el m¨¢s antiguo de Espa?a con sus gradas de pizarra construidas por los ingleses.
El trabajo que desde hace a?os desempe?a la Asociaci¨®n de Amigos del Centenillo tiene mucho que ver con el auge que ha vuelto a adquirir este poblado, al que se accede tomando una estrecha carretera de sierra en el municipio de La Carolina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.