Dinamitar 32 a?os
Despu¨¦s de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a, Espa?a y Catalu?a est¨¢n peor.
Se ha desplazado el eje del debate pol¨ªtico de forma incuestionable; ha crecido la desconfianza de muchos sectores de la sociedad catalana hacia Espa?a; ha saltado por los aires el esp¨ªritu del pacto constitucional; se han radicalizado las posiciones anticatalanas en sectores de la sociedad y de la pol¨ªtica espa?olas; el pacto estatutario ha dejado de ser una referencia para muchos en Catalu?a.
La gran manifestaci¨®n del 10 de julio apunta a un hartazgo generalizado de la pol¨ªtica de desgaste a la que se ha sometido la sociedad y la gobernaci¨®n de Catalu?a y encamina sectores hacia la secesi¨®n.
El pacto estatutario ha dejado de ser una referencia para muchos en Catalu?a
?Existe todav¨ªa en la izquierda espa?ola una voluntad federal?
El gran culpable de esta situaci¨®n es el Partido Popular, aunque no debemos olvidar los dem¨¢s recursos contra el Estatuto que siguen vivos y aparcados. Sin ese recurso ahora no habr¨ªa sentencia y sin sentencia Espa?a y Catalu?a estar¨ªan mejor, respirar¨ªan mejor.
Con naturalidad, sin ninguna ruptura irreparable como han puesto de manifiesto los cuatro largu¨ªsimos a?os de agon¨ªa constitucional a la que ya casi nadie daba cr¨¦dito despu¨¦s que, de forma sucesiva, el Tribunal Constitucional viese mermados sus efectivos por recusaci¨®n, fallecimiento o mandatos vencidos.
Amparados en la Constituci¨®n, que no votaron, los sectores m¨¢s conservadores de la sociedad espa?ola han hecho a?icos un pacto que les molestaba. Han roto el pacto de 1978 que no pudieron romper entonces, orquestando ahora un ataque en toda la regla. A¨²n a riesgo de cargarse 32 a?os de vida constitucional fruct¨ªfera y la voluntad expl¨ªcita del Parlamento y del pueblo de Catalu?a, en un atentado de lesa patria.
En el siglo pasado uno de los problemas de la pol¨ªtica espa?ola fue el llamado "problema catal¨¢n". Los esfuerzos de la Transici¨®n se orientaron a resolver este y otros muchos problemas derivados de las heridas abiertas por la Guerra Civil y la Dictadura. As¨ª se hall¨® un pacto pol¨ªtico que defin¨ªa un horizonte de geometr¨ªa variable y de descentralizaci¨®n creciente en un proceso sin precedentes en la historia de Espa?a.
Los resultados son m¨¢s que evidentes y ser¨ªa parad¨®jico que la bondad del pacto estallara definitivamente por los aires v¨ªctima de su propio ¨¦xito. Las aspiraciones de m¨¢s autogobierno por parte de Catalu?a han sido observadas con mucho recelo y desprestigiadas, a menudo, como un af¨¢n de privilegios y desigualdades donde solo hab¨ªa la voluntad radical de expresar con claridad meridiana la propia identidad. Una identidad nacional que nadie sabr¨ªa negaren el terreno intelectual y acad¨¦mico, y que al parecer causa pavor en el contexto de una interpretaci¨®n constitucional restrictiva.
En el momento del pacto de 1978, la sociedad espa?ola y los sectores m¨¢s directamente implicados en las luchas democr¨¢ticas respetaban profundamente a Catalu?a. Quiz¨¢s tem¨ªan y respetaban. Rechazo la idea del temor. Me aferro al profundo respeto que las fuerzas democr¨¢ticas y progresistas, que las izquierdas, que la intelectualidad, expresaba en aquellos a?os hacia la sociedad catalana. Con ¨¢nimo constructivo se sell¨® un gran acuerdo que culminaba todas las audacias compartidas por Catalu?a y Espa?a en el proceso de la Transici¨®n.
Transcurridos 32 a?os, con dos Estatutos vigentes sucesivamente (1979 y 2006), la situaci¨®n ha cambiado radicalmente. Ya no se nos teme ni se nos respeta. No solo no se nos respeta sino que con cierta sistem¨¢tica se nos falta al respeto. Se niegan los hechos b¨¢sicos de la identidad catalana, se combate la idea de una Espa?a plural y se intenta desmentir el car¨¢cter plurinacional, pluricultural y pluriling¨¹¨ªstico de la sociedad espa?ola. Es m¨¢s, las resistencias, los obst¨¢culos, las cortapisas a los procesos acordados en el pacto estatutario de 2006 evidencian un abismo entre la voluntad pol¨ªtica expresada por las Cortes Generales y los Gobiernos y la predisposici¨®n real de las burocracias estatales.
El Estatuto mutilado por el Tribunal Constitucional ha sido erosionado en su aplicaci¨®n pr¨¢ctica. Tanto que cuando se han alcanzado resultados tangibles, el beneficio del ¨¦xito estaba ya totalmente amortizado por la carga del desgaste acumulado. La aplicaci¨®n a contrapelo del Estatuto puede haber tenido en muchas ocasiones efectos igualmente letales para su vigencia y reconocimiento.
Y, sin embargo, los resultados est¨¢n ah¨ª, pueden llegar m¨¢s y nadie podr¨ªa discutir que nunca antes en la historia de Catalu?a se hab¨ªa dispuesto de cotas equivalentes de autogobierno.
Para algunos explorar esta v¨ªa es perder el tiempo. Muchos han decidido que el Estatuto estaba muerto. Sectores de la sociedad catalana se orientan hacia el independentismo. Y CiU apunta a una orientaci¨®n soberanista con sordina, liquida el Estatuto como v¨ªa operativa y se apunta a dos abstracciones directas: el derecho a decidir y el concierto econ¨®mico. Abstracciones porque siendo muy concretas, su aplicaci¨®n pr¨¢ctica deviene una mera abstracci¨®n si no se perfila una ruta precisa hacia objetivos concretos.
En este contexto, el PSC busca en solitario recomponer los pactos constitucional y estatutario. Lo hace desde la afirmaci¨®n clara de no ser un partido independentista. No solo eso, sino que percibimos en la l¨®gica del independentismo alguno de los riesgos que caracterizaron en el pasado nuestra peripecia colectiva y la marcaron con el signo del fracaso.
Es leg¨ªtimo que algunos piensen que ha llegado la hora de la verdad y que en la Europa del siglo XXI caben nuevas f¨®rmulas m¨¢s all¨¢ de un federalismo que algunos practican, muchos predican y probablemente pocos quieren. El PSC insiste en abrirse camino desde la centralidad pol¨ªtica en esta v¨ªa federalizante que refuerza el pacto constitucional y estatutario.
?Existe todav¨ªa en la izquierda espa?ola voluntad federal? ?Estamos perdiendo el tiempo los que creemos que todav¨ªa hoy la v¨ªa abierta y flexible ensayada en 1978 y pendiente de actualizar es el camino m¨¢s efectivo y pr¨¢ctico para orientar el futuro? ?Con qu¨¦ convicci¨®n defender¨¢n el Estatuto los que lo votaron y lo hicieron posible? ?Son posibles posiciones equivalentes en el Parlamento catal¨¢n y en las Cortes generales?
Las dudas e interrogantes que se plantea la sociedad catalana de cara a los pr¨®ximos comicios son de una entidad sobresaliente. Hoy y desde el debate monogr¨¢fico sobre la sentencia, que se produjo en julio en el Parlamento de Catalu?a, las posiciones de los partidos se han hecho evidentes. Todos han cre¨ªdo erigirse en int¨¦rpretes de nuevas voluntades mayoritarias expresadas en la calle. La mayor¨ªa han expuesto los fines que persiguen aunque muy pocos se atreven a definir los medios con que plantean alcanzarlos.
Casi nadie piensa en las tensiones a las que se somete desde todos los frentes al conjunto de la sociedad catalana. Casi nadie en Espa?a se plantea los riesgos que se asumen y la carga de profundidad para la convivencia de los pueblos de Espa?a que ha supuesto la sentencia.
Los que a¨²n creemos que existe un itinerario compartido buscamos razones para convencernos que no nos hemos equivocado, necesitamos certezas tangibles que acerquen el imaginario colectivo catal¨¢n a un plausible horizonte federal. Porqu¨¦ Catalu?a est¨¢ cansada de pedir y esperar "generosidad federal" y ha dejado claro ya que los t¨¦rminos del pacto son pol¨ªticos y no admiten conceptos subjetivos como la generosidad y s¨ª solo los t¨¦rminos de la "lealtad" al pacto.
Los tiempos sociales y los tiempos pol¨ªticos pueden haber perdido el comp¨¢s como apuntaba recientemente Manuel Castells. De consumarse el divorcio, el conflicto est¨¢ servido. De ah¨ª que muchos est¨¦n ya construyendo sus discursos al margen de Espa?a, dibujando un horizonte ut¨®pico que, aunque a menudo vac¨ªo de argumentos, suscita entusiasmos.
De vez en cuando contemplo, con cierta ternura, la magn¨ªfica fotograf¨ªa que Adolfo Su¨¢rez Illana hizo de su padre y del Rey. Ambos compartieron un gesto de coraje pol¨ªtico sin precedentes. Ambos consumaron en la Transici¨®n un primer reconocimiento preconstitucional de la singularidad institucional y pol¨ªtica de Catalu?a, y restablecieron la Generalitat con el retorno del president en el exilio, Josep Tarradellas. ?Existe hoy coraje pol¨ªtico para mantener el tono y el sentido de aquella decisi¨®n hist¨®rica y sin precedentes?
Estamos ante una nueva encrucijada, en un momento sensible y delicado de nuestra vida pol¨ªtica. Es en estas circunstancias cuando se calibran los liderazgos aut¨¦nticos que vencen la adversidad y construyen futuro.
Para los que dudan conviene recordar que el propio president Jos¨¦ Montilla ha dejado meridianamente claro que en su elecci¨®n antepone Catalu?a a cualquier otra adscripci¨®n.
Joaquim Nadal i Farreras es consejero de Pol¨ªtica Territorial y Obras P¨²blicas de la Generalitat de Catalu?a.
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