?Qui¨¦n tirar¨¢ de la econom¨ªa y el empleo?
Urge fomentar la competitividad de las empresas capaces de exportar y de crear trabajo estable. Para ello, hay que hacer reformas estructurales y coordinar la moderaci¨®n salarial con la reducci¨®n de precios
Hay una pregunta que con angustia se hacen todos los que han perdido el empleo, los que buscan su primer trabajo y aquellos que, aunque tienen empleo, viven con el temor a perderlo: ?de qu¨¦ viviremos ahora que los excesos de la econom¨ªa del ladrillo, de la obra p¨²blica y de otras actividades que solo eran viables cuando el dinero era barato han dejado de tirar del empleo?
Una tentaci¨®n f¨¢cil para las autoridades es seleccionar discrecionalmente nuevos sectores (por ejemplo, las energ¨ªas renovables), que mediante fuertes ayudas tiren del empleo. Ser¨ªa un error. No hay que buscar sectores sustitutivos del inmobiliario, hay que fomentar la competitividad de todas las actividades que tienen capacidad para vender bienes y servicios en los mercados globales. De ah¨ª vendr¨¢ la demanda de empleo estable que necesitamos.
No deber¨ªamos aceptar el desempleo masivo como la "nueva normalidad" que nos ha tra¨ªdo la crisis
La espa?ola es la econom¨ªa de la OCDE que mejor mantiene su cuota en mercados globales
Pero antes, perm¨ªtanme una consideraci¨®n sobre la urgencia de encontrar un atajo para crear empleo. No deber¨ªamos aceptar el desempleo masivo como la "nueva normalidad" que nos ha tra¨ªdo la crisis. Sorprende ver la facilidad con que economistas y pol¨ªticos aceptan que el desempleo de larga duraci¨®n es un "rasgo estructural" frente al cual solo cabr¨ªan las prejubilaciones y las reformas estructurales. Como las quiebras bancarias, el desempleo masivo tiene naturaleza de "riesgo sist¨¦mico": no es solo un drama para el que lo sufre, sino un mal para el sistema econ¨®mico en su conjunto. Y por tanto, para la cohesi¨®n social y el sistema pol¨ªtico. De ah¨ª que haya que actuar con la misma rapidez y contundencia que frente a las quiebras financieras. Urgencia que se acent¨²a cuando vemos que la forma que tienen las empresas de mejorar su productividad en medio de la recesi¨®n es despidiendo empleados.
?De d¨®nde vendr¨¢n los impulsos para mantener y crear nuevo empleo? Sometida como est¨¢ nuestra econom¨ªa a una necesaria cura de adelgazamiento, no podr¨¢ venir del gasto interno. El consumo de las familias se ha recuperado ligeramente, haciendo que la econom¨ªa salga de la recesi¨®n, pero seguir¨¢ d¨¦bil debido a la necesidad de ahorrar para reducir endeudamiento y al miedo frente al futuro. La inversi¨®n se mantendr¨¢ an¨¦mica, tanto porque el consumo es d¨¦bil como porque las empresas vienen de una fase de elevada inversi¨®n, ahora sin utilizar. Y el gasto del sector p¨²blico estar¨¢ sometido a cuarentena, para reducir el d¨¦ficit y la deuda p¨²blica.
En estas circunstancias, los impulsos hay que buscarlos principalmente en la demanda externa, es decir, en el aumento de los bienes y servicios producidos para su venta en los mercados globales (incluidas las ventas en el mercado interno que sustituyen importaciones).
?Podemos? Algunas buenas noticias pueden fortalecer nuestra autoestima y la confianza en nuestras empresas.
Si medimos la competitividad por la capacidad para mantener la cuota de mercado, la espa?ola ha sido la econom¨ªa de la OCDE que desde el a?o 2000 mejor ha sabido mantener su cuota en los mercados globales, a pesar del euro fuerte y de la competencia asi¨¢tica. (Con la excepci¨®n, eso s¨ª, de Alemania, pero va fuera de concurso). Adem¨¢s, en plena recesi¨®n, es la que m¨¢s ha aumentando su ritmo exportador.
Al se?alar esta buena noticia, en ocasiones me he encontrado con la pregunta incr¨¦dula: ?pero, qu¨¦ exportamos? No solo "aperitivo y postre" (frutos secos, vinos de mesa y naranjas para el postre) y "sol y playa" (turismo), como algunos piensan. Exportamos tambi¨¦n productos qu¨ªmicos, autom¨®viles, textiles, calzado, material de oficina e inform¨¢tica, m¨¢quinas, herramientas o servicios. Dentro de esta ¨²ltima partida, el cambio ha sido espectacular. En 1990-1995 el turismo significaba el 21,5% de los ingresos por exportaciones, mientras que los servicios no tur¨ªsticos (servicios a las empresas, ingenier¨ªa, etc¨¦tera) eran el 11,7%. En 2003-2009, estos ¨²ltimos ascend¨ªan ya al 17,6% mientras que los ingresos por turismo eran el 16,2%. Los servicios empresariales y otros se han convertido en el sector m¨¢s din¨¢mico.
Esta mayor capacidad y diversidad exportadora es reflejo de la intensa modernizaci¨®n econ¨®mica y empresarial experimentada desde la recesi¨®n de 1992-1994. Gran parte del tejido empresarial, del capital p¨²blico productivo (las infraestructuras), de los emprendedores y del capital humano de nuestra econom¨ªa ha cambiado profundamente. Somos exportadores netos de capitales, y las cuentas de muchas grandes empresas se alimentan cada vez m¨¢s de los ingresos procedentes del exterior.
Pero, la burbuja inmobiliaria ha creado una imagen distorsionada de la econom¨ªa espa?ola, ocultando esa internacionalizaci¨®n y capacidad de competir en los mercados globales. Falta construir una equity story, un relato de esa modernizaci¨®n que fortalezca la autoestima y confianza.
Lo que hay que hacer ahora es fomentar la competitividad de ese tejido de empresas que ya existe, que exporta o tiene potencial exportador, creador de empleo estable y de elevados salarios, no volver a primar artificialmente sectores que crean burbujas de empleo, temporal y de bajos salarios, que al pinchar dejan el reguero de paro que estamos viviendo. Esa es la causa por la que habiendo sido nuestra recesi¨®n menor, el paro haya sido muy superior que en otras econom¨ªas.
?C¨®mo impulsar la competitividad? Tenemos tres caminos. El m¨¢s tradicional es una devaluaci¨®n de la moneda que haga m¨¢s baratos nuestros bienes y servicios en los mercados globales. Lo hicimos en 1993, en 1982 y en 1977. Pero ya no es posible. Nos va bien la devaluaci¨®n del euro, pero tiene efectos limitados, dado que el 70% de nuestras exportaciones van a pa¨ªses del euro que tambi¨¦n se ven beneficiados. El segundo camino es apoyar la mejora de la competitividad en ganancias de productividad, mediante las reformas estructurales, la pol¨ªtica industrial y la innovaci¨®n. Es lo que recomiendan todos los economistas. Y tienen raz¨®n. Pero el inconveniente es que sus efectos son a medio y largo plazo.
El tercero es posiblemente el ¨²nico camino eficaz a corto plazo: coordinar una moderaci¨®n de los salarios en el conjunto de la econom¨ªa (no solo los funcionarios y pensionistas) con una reducci¨®n de precios de los servicios protegidos de la competencia y que entran en la cesta de la compra (comunicaciones, transportes, servicios profesionales, carnet de conducir y muchos otros). Eso permitir¨ªa mejorar la competitividad de los bienes y servicios que vendemos en los mercados globales al reducir sus costes y, a la vez, mantener la capacidad de compra de salarios y pensiones. Parece magia, pero funcion¨® en 1977 (pactos de la Moncloa) y en 1983 (medidas de Miguel Boyer). Eso s¨ª, requiere liderazgo y capacidad pol¨ªtica.
Una pol¨ªtica de este tipo, si viene acompa?ada de una mejora de los flujos de capital y cr¨¦dito a las empresas, hasta ahora bloqueados por el retraso en sanear y reestructurar cajas y bancos, dar¨ªa lugar a un shock de competitividad que permitir¨ªa aumentar las exportaciones, generar empleo, reducir el desequilibrio comercial y disminuir la necesidad de financiaci¨®n exterior.
D¨¦jenme, para concluir, hacer una consideraci¨®n pol¨ªtica. Como he dicho, a largo plazo la competitividad ha de basarse en mejoras de productividad. Eso requiere reformas estructurales. A corto plazo, sin embargo, la competitividad ha de apoyarse en moderaci¨®n de salarios y disminuci¨®n de precios (mediante la aplicaci¨®n efectiva de la Directiva europea de liberalizaci¨®n de servicios). Esto requiere pol¨ªticas. Una buena estrategia de competitividad ha de combinar sabiamente el corto y el largo plazo, pol¨ªticas y reformas.
Muchos analistas y el propio Gobierno est¨¢n priorizando las reformas y relegando las pol¨ªticas. En particular, la reforma del mercado de trabajo, de la que se esperan efectos demi¨²rgicos. El riesgo es quemar el ya escaso capital pol¨ªtico del Gobierno en batallas cuyos efectos son, en el mejor de los casos, a largo plazo, impidiendo su uso para lograr los acuerdos sobre salarios y precios que necesita la econom¨ªa espa?ola para provocar un shock de competitividad que tire del empleo. Pienso que es algo que deber¨ªa ser tenido en cuenta.
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica en la Universidad de Barcelona.
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