Od¨®n y la margarita
Podr¨ªa ser el t¨ªtulo de un cuento de hadas, pero no, o espero que no termine si¨¦ndolo. Od¨®n duda, a¨²n no ha decidido si se presentar¨¢ o no de nuevo a la alcald¨ªa. Van a ser ya veinte a?os de ejercicio en el cargo y me parece razonable que se lo piense. Las mismas caras, es cierto, llegan a cansar, entre otras cosas porque a veces son representativas de un impulso generacional que se acaba agotando. Y tambi¨¦n la gesti¨®n termina agotando a quien la ejerce, aunque ¨¦ste no parece ser su caso. Od¨®n declara ser feliz siendo alcalde y creo que ejerce de tal las veinticuatro horas del d¨ªa. Vive la ciudad de forma apasionada y siente la necesidad de menearla, de moverla, una tarea dif¨ªcil en una ciudad desdichadamente convulsa en un sentido y bastante reacia al cambio en otro. San Sebasti¨¢n necesita ocupar su lugar en el entramado de las ciudades vascas, labrarse su personalidad sin desmarcarse de ese eje urbano central Bilbao-Vitoria que se ha ido creando estos ¨²ltimos a?os, y tengo la impresi¨®n de que el viejo donostiarrismo no sirve para estos menesteres. Sospecho que es tambi¨¦n esa la impresi¨®n de Od¨®n, que ha tenido que labrar su gesti¨®n entre un doble impulso igualmente negativo: el de la vieja dama donostiarra y el de un guipuzcoanismo igualador que le negaba a San Sebasti¨¢n el papel tractor y preminente que le corresponde.
El odonismo es un donostiarrismo, pero de nuevo cu?o. El acceso a la alcald¨ªa de Od¨®n fue una sorpresa inesperada, y suscit¨® en amplios sectores un agrio descontento. No era nacionalista, en una ciudad cuyos alcaldes anteriores lo hab¨ªan sido, pero creo que ser¨ªa un error considerar que era el nacionalismo el que marcaba la l¨ªnea divisoria de aquel rechazo. No, era la vieja dama, nacionalista o no, la Donostia con retrovisor la que se enervaba con aquel personaje que no encajaba en sus prejuicios. ?De izquierdas, de derechas? A aquel socialista le faltaba pedigr¨ª, un pedigr¨ª que el hecho de ser nacionalista s¨ª se lo hubiera otorgado de haber militado en sus filas. Y aquel socialista sin pedigr¨ª fue, ha sido, lo bastante h¨¢bil como para ganarse la ciudad poco a poco y haber ido perfilando un proyecto ciudadano que romp¨ªa el anquilosamiento de la vieja dama.
Hay un antes de y un despu¨¦s de Od¨®n para San Sebasti¨¢n. Y las fuerzas del antes de, a las que ni siquiera me atrevo a llamar conservadoras, pero que siguen muy vivas, no deben prevalecer. Comprendo que ¨¦l quiera hacer un balance de su gesti¨®n, del cumplimiento o incumplimiento de su compromiso con la ciudadan¨ªa, antes de tomar una decisi¨®n. Pero ha de sopesar tambi¨¦n si su recambio, y no quiero caer con esto en el providencialismo, va a ser capaz de tejer los m¨²ltiples y contradictorios hilos de una ciudad renovada, o si se va a mecer en la a?oranza, en el guipuzcoanismo, en la caciquer¨ªa de los viejos intereses, o en ese pedigr¨ª provinciano que, al menos a m¨ª, me resulta absolutamente insoportable.
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