"El agua nos lleg¨® a los ojos"
Unos 100.000 refugiados afganos pierden sus viviendas de adobe tras las inundaciones de Pakist¨¢n
Un mont¨®n de brazos se extienden implorantes desde los arcenes. Poco a poco la multitud estrecha la carretera y en un momento dado el coche tiene que dar un frenazo para no atropellar a varias mujeres. Desesperadas, sin nada con que alimentar a sus hijos, arriesgan su vida buscando conmover a los viajeros que pasan ante sus improvisados campamentos al borde de la ruta que sale de Nowshera hacia Chitral. En el ¨²ltimo rev¨¦s a sus vidas, 1,5 millones de refugiados afganos en Pakist¨¢n se han visto afectados por las inundaciones.
Lakhta es una de las mujeres que casi acaba bajo las ruedas del coche de Aamir. Dice que tiene 40 a?os, pero uno de los hombres que enseguida nos rodean asegura que son 45. No lo desmiente. Tampoco lo recuerda. Su vida ha sido una sucesi¨®n de miserias que su memoria tal vez prefiere olvidar. Lleg¨® de Kabul, un villorrio de la provincia de Laghman a no confundir con la capital afgana, hace tres d¨¦cadas, huyendo de la guerra civil. Desde entonces ha vivido en el campo de refugiados de Azakheil, a una decena de kil¨®metros al norte de Nowshera.
Los especuladores amenazan enclaves de los refugiados, denuncia ACNUR
Hasta que las aguas del r¨ªo Kabul, uno de los principales afluentes del Indo, se salieron de su cauce a finales del mes de julio e inundaron la casa de adobe y las calles de tierra que hab¨ªan sido su hogar hasta entonces. Lakhta agarr¨® a sus cinco hijos y huy¨® con lo puesto. Sin saber a d¨®nde iba; solo siguiendo a sus vecinos, tan asustados como ella.
Azakheil ha sido uno de los asentamientos m¨¢s afectados por las crecidas. Seg¨²n datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), 23.000 de sus 40.000 ocupantes se han quedado sin vivienda. En los campos de refugiados de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, las riadas han destruido al menos 12.000 casas y dejado sin techo a 70.000 afganos.
"Hace 18 d¨ªas empez¨® a llover y el agua nos lleg¨® hasta los ojos", relata Lakhta se?alando con la mano esa parte de su cara. Desde entonces, varias decenas de familias acampan de mala manera en la cuneta. Bajo pl¨¢sticos sujetos con palos y con los cuatro trapos que lograron llevarse consigo en su huida. Tambi¨¦n hay un par de cabras atadas a un ¨¢rbol. Pero no disponen de agua potable ni de comida. A diferencia de los desplazados paquistan¨ªes, los afganos no tienen familiares que puedan ofrecerles cobijo o echarles una mano.
"Nadie nos ha ayudado hasta ahora, ni el Gobierno, ni las ONG, ni la ONU", asegura ante la impaciencia del resto de las mujeres que tambi¨¦n quieren hacerse o¨ªr. Todas exhiben como una joya la tarjeta que las identifica como "refugiadas afganas registradas en Pakist¨¢n", un documento que prueba su derecho a permanecer legalmente en el pa¨ªs de acogida. De acuerdo con ACNUR, a¨²n quedan 1,7 millones de refugiados afganos en este pa¨ªs, que en lo peor de la guerra lleg¨® a acoger a cuatro millones de sus vecinos.
?C¨®mo han sobrevivido hasta ahora? "Algunas personas nos traen comida", admiten a coro mientras son atacadas por las moscas. Hoy no ha venido nadie. Se acerca la hora de la ruptura del ayuno del Ramad¨¢n y Lakhta y sus vecinos no tienen qu¨¦ llevarse a la boca. De ah¨ª su gesto desesperado para intentar parar a los coches. A?oran sus modestas casas de barro en el campamento. Desconocen que tal vez no puedan volver.
ACNUR ha denunciado que los especuladores quieren aprovechar la obligada salida de los refugiados para desarrollar los terrenos en los que se hallan sus campamentos. Con el crecimiento de las ciudades, su localizaci¨®n inicialmente alejada de los centros urbanos ha adquirido mayor valor inmobiliario, lo que les convierte en objetos de deseo. La agencia de la ONU ha pedido ayuda a las autoridades. En el viaje de regreso, uno de sus equipos est¨¢ estacionado junto a la zona donde acampan Lakhta y sus vecinos.
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