Dejen en paz al gallego
Este verano, en Panx¨®n, escuch¨¦ a unos chavales despedirse ir¨®nicamente: "Como dicen en la gallega: Ata a noiti?a, rapariga". Por su acento, no eran veraneantes y todo apuntaba a que de familia gallegohablante (y adem¨¢s, seguidores de TVG). Pero, evidentemente, la expresi¨®n les chocaba, porque ya casi nadie habla as¨ª, excepto quiz¨¢s don Avelino Pousa Antelo cuando se pone solemne. Archiv¨¦ mentalmente la cosa como una muestra de la preferencia de la correcci¨®n sobre la comunicaci¨®n en algunos ¨¢mbitos, pero resurgi¨® como un resorte a ra¨ªz del debate sobre el riesgo de hibridaci¨®n que corre, o no, el idioma gallego, debido a la influencia del castellano.
Como otros debates ling¨¹¨ªsticos en Galicia, la pol¨¦mica no se redujo a los foros especializados en filolog¨ªa, como ser¨ªa normal en una sociedad normal. El castellano es un acerico de anglicismos, pero ya ni los catedr¨¢ticos jubilados de lengua escriben cartas al director para quejarse. La ¨²ltima pol¨¦mica que recuerdo sobre el espa?ol fue, en 1997, por la propuesta de eliminar la hache, unificar las bes y las uves, jotas y ges, y eso porque la hizo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, y en el primer Congreso Internacional de la Lengua Espa?ola. Aqu¨ª tiene m¨¢s inter¨¦s medi¨¢tico la lucha de titanes por la candidatura socialista a l¨ªder de la oposici¨®n auton¨®mica de Madrid que los avatares del idioma en el que hablaban todos nuestros bisabuelos, pero a¨²n as¨ª, en las p¨¢ginas o en las pantallas se han manifestado, entre otros, Xos¨¦ Lu¨ªs M¨¦ndez Ferr¨ªn, Francisco Fern¨¢ndez Rei, Xos¨¦ Ram¨®n Freixeiro Mato, Xos¨¦ Manuel S¨¢nchez Rei, Henrique Monteagudo, Goretti Sanmart¨ªn, Valentim Rodrigues Fagim, Filipe D¨ªez e Isabel Rei (seg¨²n la relaci¨®n que recojo del blog de uno de los principales debatientes, Carlos Call¨®n). Aqu¨ª, con la pr¨¢ctica del idioma gallego diluy¨¦ndose desde hace a?os como lluvia fina con tendencia a arreciar, lo m¨¢s granado de nuestra intelectualidad se faja sobre el mal uso, o no, que hacen de ¨¦l los resistentes.
Claro que es m¨¢s correcto decir "meu deus' que "diorm¨ªo", pero ?es m¨¢s gallego?
Evidentemente, el meollo del debate, o la excusa para sostener una capoeira dial¨¦ctica, un intercambio de patadas voladoras entre viejos rivales, es la preocupaci¨®n por el futuro del idioma. Yendo m¨¢s all¨¢ del leg¨ªtimo derecho de optar por una norma, hay quienes sostienen (compartiendo argumento con el enemigo) que pasa lo que pasa porque que lo que llamamos gallego es un castrapo normativo, como si fuesen las supuestas flaquezas filol¨®gicas de un idioma las que determinan su porvenir. Otros, desde el buenismo, abogan por un rearme paulatino, combinando el injerto en peque?as dosis de t¨¦rminos calificados como etimol¨®gicos con el acceso a libros y medios de comunicaci¨®n portugueses, sin concretar en qu¨¦ puede ayudar sustituir el neologismo "concelleiro" por el te¨®rico ¨¦timo "vereador", ni c¨®mo, abierto el acceso a lo que sea, se vaya a garantizar su consumo. Incluso los partidarios de no meneallo se apuntan al coro apocal¨ªptico y, para no ser tachados de integrados pancistas, rebuscan incorrecciones para flagelarlas en p¨²blico. Claro que es m¨¢s correcto "meu deus!" que "diorm¨ªo!", pero ?m¨¢s gallego?
No es que no haya r¨ªos de reproches que hacer. Est¨¢ claro que cualquier miembro de nuestra clase dirigente se queda m¨¢s ancho que alto despu¨¦s de asestar en p¨²blico un "he dito que", pero profesar¨ªa en el monasterio de Desv¨¢n de los Monjes si se le escapase un "me se ocurre que". Y que su falta de respeto a una de las se?ales de la identidad a la que le debe el sueldo es s¨ªntoma de la escasa consideraci¨®n que tiene a su responsabilidad institucional (y del poco rechazo social que genera esa incompetencia concreta). Pero ?la alternativa es que argumente que, como lo habla mal, no lo usar¨¢ en absoluto? (ya veo el titular: "Yo las cosas las hago bien, o no las hago"). La transmisi¨®n de una lengua se realiza en el entorno educativo, por los medios de comunicaci¨®n y en los grupos sociales. Tal como est¨¢ el patio en los dos primeros ¨¢mbitos, andar llamando la atenci¨®n al recurso que queda no parece muy conveniente.
Son los gallegohablantes de a pie los que dicen "jueves" y "acera", pero tambi¨¦n los que mantienen la sintaxis propia y los que crean o adaptan los neologismos que demandan los tiempos (como se puede comprobar, y de paso partirse de risa, en la web Disionario da Revolusionaria Academia Morracense da Lingua). Los neohablantes de gallego (y los que lo han aprendido aunque no lo usen) saben que se dice "xoves" y "beirarr¨²a", pero en la mayor¨ªa de los casos suena como si emplearan un traductor inform¨¢tico del castellano. Emprender la campa?a de la pureza (caso de que existiera en las lenguas o en las razas) supone para los primeros rearmar el bald¨®n de que lo que hablan es un dialecto que deber¨ªan sacudirse cuanto antes. Para los segundos, volver a los tiempos -que nunca se han ido del todo- en que un neohablante ten¨ªa que practicar en la intimidad hasta tener un nivel aceptable para presentarse en sociedad sin que su intento fuese recibido, no con el apoyo y el reconocimiento que merec¨ªa su esfuerzo, sino con rechifla.
La pol¨¦mica tiene unas evidentes connotaciones eclesiales, de pastores que debaten sobre c¨®mo mejor guiar al reba?o. Siendo ingenuo, recuerda a los sabios de Constantinopla discutiendo sobre cu¨¢ntos ¨¢ngeles cab¨ªan en la punta de un alfiler mientras los turcos asediaban la ciudad. Siendo malicioso, es mejor s¨ªmil la Iglesia Cat¨®lica, que en tiempos de crisis, perdiendo terreno hasta en bastiones tradicionales como Am¨¦rica Latina, renuncia al ecumenismo y se parapeta en las esencias. Por parad¨®jico que suene, no hay nada como un buen enemigo interno para mantener la uni¨®n.
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