Antibiograf¨ªas
Querido lector, querida lectora, ?tiene usted una vida digna de ser contada? ?Tiene intenci¨®n de escribir su biograf¨ªa o espera que alguien la escriba por usted? ?Tal vez no toda la vida, pero s¨ª alguna parte, aquella esfera en la que ha acumulado m¨¢s experiencia y que quiere transmitir a los dem¨¢s? Quiz¨¢ opine que su quehacer es rutinario, mec¨¢nico o insustancial, que no tiene nada original que contar, que sus vivencias no interesan a nadie.
Hace un par de d¨¦cadas, el antrop¨®logo Ignasi Terradas escribi¨® Eliza Kendal. Reflexiones sobre una antibiograf¨ªa, un libro breve y muy sugerente. Ver¨¢n, Eliza Kendal no era nadie, es decir, "nadie importante". Su nombre aparece ¨²nicamente mencionado de pasada en un pie de p¨¢gina de un ensayo de Engels: una joven obrera que se hab¨ªa suicidado por las terribles condiciones laborales de la Inglaterra del siglo XIX. Penetrar en su "antibiograf¨ªa" significa, por tanto, interesarnos por las condiciones sociales que la hac¨ªan invisible, insignificante. Interesarnos por eso que Marx y Engels llamaban "alienaci¨®n", un t¨¦rmino tan absolutamente en desuso hoy en d¨ªa que cuesta creer que tuviera una importancia tan primordial hace tan s¨®lo unas d¨¦cadas.
Pues bien, en esta era llamada posmoderna, o modernidad tard¨ªa, o l¨ªquida, o a saber, cada vez tenemos m¨¢s "antibiograf¨ªas" de las Eliza Kendal de hoy en d¨ªa. Y lo mejor de todo es que est¨¢n escritas por ellas mismas. Un estupendo ejemplo es el que nos proporciona Anna Sam con su Tribulaciones de una cajera, ¨¦xito de ventas en Francia y otros pa¨ªses, traducido ahora al espa?ol. Chica de 28 a?os, licenciada en Letras, que lleva ocho a?os trabajando de cajera en un supermercado para pagarse los estudios y el alquiler. Una vida no muy apasionante, ni original, ni digna de ser contada, podr¨ªa pensarse. Pero he ah¨ª que comienza a escribir un blog, que luego se convierte en libro, contando su experiencia cotidiana y la de sus compa?eras. Al fin y al cabo, ?qu¨¦ es una caja de supermercado sino una atalaya privilegiada (si se sabe mirar bien) para analizar la condici¨®n humana, los comportamientos cotidianos que nos retratan en nuestras peque?as miserias o nuestras peque?as grandezas? Sam cuenta las veces que se ve obligada a repetir "buenos d¨ªas" (unas 250) o "gracias" (unas 500) al d¨ªa, las preguntas m¨¢s repetidas que le dirigen, los trucos que utilizan los clientes para colarse, las formas en las que se quejan y, sobre todo, el modo en que la convierten en un ser invisible (tantos clientes que ni la saludan, ni dejan de hablar por el m¨®vil mientras tratan con ella).
Lo grandioso es que relata toda esa "alienaci¨®n" (t¨¦rmino que, por supuesto, no se le ocurre usar) con un fant¨¢stico sentido del humor: un toque de comedia que ni Marx ni Engels habr¨ªan imaginado en su dram¨¢tica seriedad. ?Qu¨¦ me dicen? ?Se animan a perfilar sus "antibiograf¨ªas"?
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