La botica de Victorino
Ni los m¨¢s memoriosos se acuerdan de haber visto a los figurones del toreo apuntarse a matar una corrida de Victorino Mart¨ªn. A esos toros no les quieren ver ni siquiera en v¨ªdeo. Los victorinos quedan para los toreros modestos, como los de ayer, aunque El Cid haya demostrado en muchos momentos de su carrera ser tan buen torero como el que m¨¢s. Y lo ha demostrado con su esfuerzo y una zurda prodigiosa.
En la corrida de ayer sali¨® un toro de gran nota. Fue el cuarto de la tarde, a quien Juan Jos¨¦ Padilla tore¨® a su aire, dando de s¨ª, eso es verdad, todo lo que sabe. No se le puede pedir m¨¢s. Realiz¨® una faena voluntariosa, esforzada, curiosa. Y ya se sabe: lo que en el arte de torear es curioso, solo es curioso. Lo m¨¢s enjundioso lo llev¨® a cabo con el capote a ese toro. Primero recibi¨¦ndolo a porta gayola, para despu¨¦s endilgarle una larga cambiada, y ya con mayor riqueza art¨ªstica unos buenos lances y una estupenda media ver¨®nica. Dio banderillas en los dos toros. A su primero nada pudo hacer, porque era un toro soso, sin fuerza, sin casta. Mat¨® muy bien al toro que cort¨® oreja.
MART?N / PADILLA, URDIALES, CID
Toros de Victorino Mart¨ªn: con muchos pitones; hubo uno excelente, otros aceptables, dos alima?as y uno sin fuerza.
Juan Jos¨¦ Padilla: siete pinchazos y bajonazo (silencio); gran estocada (oreja).
Diego Urdiales: estocada (oreja); pinchazo y dos descabellos (silencio).
El Cid: pinchazo hondo y descabello (gran ovaci¨®n); media estocada ca¨ªda (silencio).
Quinta de feria. 25 de agosto. Tres cuartos de entrada.
Diego Urdiales y El Cid no tuvieron la suerte de Padilla. No obstante, Urdiales dej¨® su impronta de torero serio y capaz en su primer toro. Despu¨¦s de un inicio dobl¨¢ndose muy bien, tore¨® con la mano derecha con cierto empaque. Sin embargo, su meritoria labor se cifr¨® en los naturales. Tragando lo indecible, cruz¨¢ndose como hasta lo que llevamos de feria nadie lo ha hecho. Fue impostando pases s¨®lidos, templados, ligados. Se tir¨® a matar muy decidido. Cort¨® una oreja ganada a ley. Su segundo toro ten¨ªa peligro. Probaba, med¨ªa al torero. No hab¨ªa por d¨®nde meterle mano. A nada que se descuidara, le arrancaba el lazo negro de las zapatillas.
Las dudas de El Cid le llegaron en los primeros muletazos a su primero. El toro no pasaba por el pit¨®n derecho. La cosa vari¨® con la mano izquierda. Tras las dos series tante¨ªsticas de naturales, poco a poco teji¨® algunos muletazos que fueron muy jaleados por el p¨²blico. El torero corr¨ªa muy bien la mano. Hab¨ªa que aguantar las embestidas, adem¨¢s de desenga?ar al toro. No supo matarlo bien, lamentablemente como suele ser norma en ¨¦l. En su segundo, sexto de la corrida, nada pudo hacer. Tambi¨¦n ese toro ten¨ªa la man¨ªa de querer comerse el lacito oscuro de las zapatillas del torero.
Se ha dicho al principio, lo que es sabido en el mundo del toro: las figuras no quieren matar victorinos. No es nuevo, pero no por no ser nuevo, no deja de ser una verdad lacerante. Sepan esas figuras y la cohorte de palmeros que les jalean sus "gestas" toreras, que hay unas palabras del propio Victorino muy clarificantes al respecto. Eso dice el ganadero: "Todos los toreros intentan alcanzar el m¨¢ximo rendimiento con el m¨ªnimo esfuerzo". A lo que pod¨ªa a?adirse: el que quiera entender que entienda o, por el contrario, que compre un par de butacas para ver una pel¨ªcula de Dr¨¢cula.
Hoy mismo llegan los figurones del toreo, dispuestos a demostrar que los pobres mendicantes son los que torean victorinos, en tanto ellos tienen el cach¨¦ suficiente para elegir los toros que desean. Y adem¨¢s con los tres o cuatro veedores para desechar aquellos toros que puedan tener muchos pitones y una madre con mucho temperamento. Ellos sabr¨¢n deshacer los nudos de la moral con sus faenas art¨ªsticas, dulzonas, sensibil¨ªsimas. Y dir¨¢n, posiblemente, que la insensibilidad es la imbecilidad del alma. ?Ja, ja, ja!
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