El fantasma de la calle de los Agullers
Esta v¨ªa, cercana a la parada de Jaume I, hab¨ªa estado ocupada por curanderos y herboristas
En 1935 triunfaba en el cine la pel¨ªcula El fantasma del convento, de Fernando de Fuentes. Los espectros se pon¨ªan de moda al ritmo de una serie de noticias a cual m¨¢s horripilante. A finales del a?o anterior el pa¨ªs hab¨ªa temblado con el caso del Duende de Zaragoza, que tuvo en vilo a las autoridades. En febrero los fen¨®menos paranormales se hab¨ªan manifestado en el barrio de Gr¨¤cia, en el 43 de la calle de Francisco Giner, historia que se repiti¨® con el toledano Duende de Sonseca, que recib¨ªa a pedradas a la Guardia Civil; con el espectro de la alameda de Capuchinos en Murcia, o con el de Ja¨¦n, que fue reiteradamente visto por el vecindario. De aquella hornada hubo uno especialmente modesto y molesto, que se manifest¨® aquel verano en Barcelona.
En 1935, los espectros se pon¨ªan de moda al ritmo de una serie de noticias horripilantes
El juzgado admiti¨® a tr¨¢mite la denuncia de una viuda contra un fantasma que la acosaba
Antiguamente, la calle de los Agullers -cerca de la parada de Jaume I de la l¨ªnea 4- era la parte estrecha de la calle Ample, ocupada por curanderos y herboristas, junto a los cuales trabajaba el gremio de fabricantes de agujas, de los que tom¨® su nombre actual. Su comercio m¨¢s popular era la tienda del herbolario Joan Hugu¨¦, que vend¨ªa emplastos y sanguijuelas de primera calidad. Y como no pod¨ªa ser de otra manera, tambi¨¦n era un enclave frecuentado por espiritistas y m¨¦diums. En la d¨¦cada de 1930 la prensa describ¨ªa este lugar como una calleja sucia, poblada de chiquillos, con ausencia absoluta de higiene y de limpieza. All¨ª una viuda llamada Ana Esc¨® de Tobe?a -que viv¨ªa con sus cinco hijos-, comenz¨® a explicar a sus vecinas que un esp¨ªritu burl¨®n no les dejaba dormir. Los Tobe?a eran una familia pobre, que apenas ganaban para pagar sus magros gastos y resid¨ªan hacinados en un min¨²sculo apartamento, en el quinto piso del n¨²mero 11.
A principios de julio, la situaci¨®n empeor¨®, se o¨ªan ruidos y varios conejos de los que criaba en su casa la se?ora Esc¨® aparecieron muertos. Alarmada, pidi¨® a uno de sus sobrinos que pasara la noche junto a sus dos hijos mayores, los tres armados con sendos bastones. De madrugada, se oyeron unos pasos procedentes del interior del cuarto donde estaba escondida toda la familia. La puerta se abri¨® y al encender la luz vieron una silueta blanquecina de gran altura que emit¨ªa ruidos escalofriantes mientras se perd¨ªa hacia el tejado. Los tres j¨®venes iniciaron la persecuci¨®n del espectro, con la intenci¨®n de molerle a palos, pero s¨®lo fueron testigos de su s¨²bita desaparici¨®n. Horas despu¨¦s la mesa del comedor comenz¨® a moverse sola y los cacharros de cocina se pusieron a dar tumbos. A la ma?ana siguiente, Ana Esc¨® fue a presentar denuncia ante la polic¨ªa, que envi¨® a unos agentes a su casa. No observaron nada anormal durante la inspecci¨®n, pero en cuanto se marcharon los fen¨®menos volvieron a producirse con m¨¢s fuerza. Esta vez el fantasma se apareci¨® junto a la mesa del comedor, para desvanecerse acto seguido. Sin esperar m¨¢s, los Tobe?a se mudaron a otro domicilio.
El juzgado admiti¨® a tr¨¢mite la denuncia -¨²nica que yo sepa contra un fantasma en nuestra ciudad-, y llam¨® a declarar a los propietarios, a sus inquilinos y a los numerosos realquilados que malviv¨ªan en aquella finca, pues sospechaba que pudiera tratarse de un precoz caso de mobbing para echar a la calle a sus habitantes. El caso destap¨® las conflictivas relaciones entre el due?o del inmueble y la viuda Tobe?a, que hab¨ªa perdido recientemente a su marido y a quien pretend¨ªan subir abusivamente el alquiler. La prensa lleg¨® a preguntarse, en uno de los reportajes que dedic¨® a este asunto, si "los fantasmas, trasgos, endriagos y marimantas" no ser¨ªan artima?as utilizadas por los due?os de los inmuebles para conseguir los desahucios. A finales de 1935 los serenos capturaban a un fantasma en Alicante, y le fueron intervenidos una escopeta y un hacha bajo la s¨¢bana. Pero entonces ya s¨®lo se hablaba del fantasma de la guerra.
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